Voces del Pacífico nariñense se levantan por la paz

 

Convocados por la Diócesis, artistas locales comparten narrativas de resistencia

El anhelo de construir una cultura de paz a partir de la memoria de las víctimas, reivindicando el derecho a la paz y a la defensa de las poblaciones originarias, ha encontrado profunda resonancia en la cultura oral del Pacífico nariñense.

Así lo atestigua un grupo de artistas que han unido sus voces y memorias por medio de la música y la poesía, para dar a conocer sus narrativas frente a la injusticia, las desigualdades sociales y la corrupción de la región, evocando el testimonio de las víctimas y, sobre todo, expresando sus esperanzas de justicia y paz.

La iniciativa de reunir a hombres y mujeres que declamen y canten a la paz, surgió de la Diócesis de Tumaco –a través de la Pastoral Social y de la Casa de la Memoria–, en convenio con el Centro Nacional de Memoria Histórica.

Romper el silencio

“En nuestro empeño de dar a conocer la memoria de las víctimas de Tumaco y aportar a la búsqueda de la paz, hemos redescubierto gente que con sus versos, letras y composiciones rompen el silencio y el miedo, para denunciar los estragos del conflicto armado y compartir sus sueños de paz y reparación”, comenta el misionero comboniano José Luis Foncillas, director de la Casa de la Memoria.

Fruto de este esfuerzo, la producción ¡Y yo levanto mi voz! Memorias de resistencia y paz en Tumaco recoge, en dos CD, las memorias de las luchas de las comunidades afronariñenses a través de 27 poesías y 15 canciones, interpretadas por once artistas y agrupaciones originarias, si bien es cierto que, como advierten sus realizadores, “se trata de una muestra de la creatividad y la capacidad no sólo de estos poetas y músicos, sino de todos los habitantes de la región del Pacífico nariñense, para hacer frente a los impactos de la guerra y, desde su identidad y arraigo por el territorio, levantar su voz y clamar por la paz, por una vida digna”.

María Alejandra Riascos, investigadora
de la Casa de la Memoria

En este sentido, María Alejandra Riascos, investigadora de la Casa de la Memoria, quien lideró una parte del proyecto, agrega que “el propósito principal ha consistido en contar lo que pasa en nuestro territorio, compartiendo las realidades de comunidades y de personas que han sido marcadas por la violencia, para comunicar un mensaje sobre la importancia de transformar estas realidades a través de procesos comunitarios que desencadenen cambios políticos”.

Ángel María Estacio, quien hizo parte del equipo de trabajo de la hermana Yolanda Cerón, asesinada el 19 de septiembre de 2001 –siendo directora de la Pastoral Social de la diócesis–, relata en sus poemas la historia de la religiosa que dio su vida por la defensa del territorio y las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes. “Yo la acompañé en muchos de sus viajes en lancha, en la lucha por la titulación de los predios colectivos de nuestras comunidades, ella se sacrificó por nuestro pueblo y por eso en mis poemas le rindo un homenaje”.

Por su parte, Yolima Palacios, ha encontrado en la poesía una forma de sobreponerse al dolor del conflicto, que entró a su casa para arrebatarle la vida de sus hijos Arley, de 19 años, y John Jairo, de 17, asesinados entre 2012 y 2013. “Yo soy paz, y ni el asesinato de mis hijos me puede cambiar”, confiesa la autora de poemas como La verdad, La poeta y su hijo amado, y Renacer.

Una experiencia similar ha vivido Tatiana Benítez, a través de la música, tras el asesinato de su esposo por parte de un grupo armado. “La música y los procesos comunitarios me ayudaron a sanar, me permitieron perdonar y continuar, por mí, por mis hijas y por mi familia”. Tatiana es cantautora de Necesito de ti, Brinda amor, y Canto. También es etnoeducadora y se encuentra vinculada a grupos de apoyo a mujeres víctimas del conflicto.

En el caso de Octavio Montes, ‘el poeta del pueblo’, los impactos de la guerra y las situaciones de desigualdad y corrupción, hacen parte de sus versos, lo mismo que los saberes ancestrales, pues está convencido de que para hacer poesía es preciso “tener el oído atento en el transcurrir de la cotidianidad popular”. Basta ya, Colombia pide a gritos la paz, Drama campesino, y La paz, son algunos de sus poemas.

De igual forma la poesía de Mailen Quiñones reconoce los valores ancestrales del pueblo afro, su memoria, sus víctimas y su resistencia por la defensa de sus costumbres, de su territorio y de la biodiversidad. Dice que compone “para conservar la tradición oral pero también para denunciar”, pues en carne propia ha vivido los impactos del conflicto armado. De ello hablan sus poemas La situación, Por la vida de la naturaleza, Legislación étnica, y Desarrollo alternativo.

Asimismo, los acontecimientos violentos que han lacerado la historia reciente de los tumaqueños ha inspirado varias de las poesías de Yolanda Ramos, como Entierro con balacera, Atentados en Tumaco, y La guerra de los colombianos. Hija de Críspulo Ramos, líder de procesos culturales y musicales, reconocido como uno de los mejores marimberos de Tumaco, Yolanda considera que su poesía es un ejercicio incesante en búsqueda de sus raíces.

En el caso de Nila Castillo, su profesión de trabajadora social la ha llevado a conocer vastas realidades en el Pacífico nariñense, que posteriormente ha narrado en forma de poesía. Hablar de paz, Que nadie diga que no pasa nada, Quiero preguntarle a Dios, y Reflexión sobre la ley de víctimas, son una muestra de ello.

En son de paz

Ángel María Estacio, músico tradicional

Varios músicos también han sumado sus voces ‘en son de paz’. Entre ellos Walter Castillo, ‘Master Rap’, con ritmos hip hop canta a la identidad afro y a la resistencia: Soy negro, Enfermedad de maldad, y Gritos con llantos, son algunos de sus temas. Yuri Marcela Zúñiga, ‘Yurimar’, desde sus convicciones cristianas ha comprendido que la música urbana es un canal de comunicación con los jóvenes y un medio de transformación social. Así lo expresa en sus canciones Clamor por Tumaco, La buena batalla, y Basta de sangre en mi pueblo.

A la cuota musical se suman algunas canciones de A.R.S., una agrupación conformada por cuatro jóvenes que sueñan con transformar la realidad social de Tumaco por medio de sus voces y sus letras, entre las que se encuentra: Mi Tumaco, Tengo un sueño, y En honor a mis héroes. De igual forma, Represent Tumaco, alza su voz de protesta frente a la desigualdad social y la discriminación de los pueblos afros en canciones como No somos esclavos, Reflexión, y No queremos más violencia. “Cantamos a la identidad, la dignificación y el reconocimiento de los derechos humanos étnicos”, asevera Emere Quiñones, uno de sus integrantes.

“El trabajo apenas empieza”, solía decir Yolanda Cerón. Tejer la memoria de un pueblo con música y poesía hace parte del largo caminar hacia la paz y la no repetición.

Contra el olvido

¡Y yo levanto mi voz! está dedicado a aquellos que defienden la vida con su propia vida. “Este conjunto de memorias, contra el olvido y la indiferencia frente a las víctimas, constituye un testimonio colectivo hacia la no repetición”, afirma María Alejandra Riascos, investigadora de la Casa de la Memoria de la diócesis de Tumaco.

Óscar Elizalde Prada

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