‘Animales nocturnos’

fotograma de la película Animales nocturnos

fotograma de la película Animales nocturnos

J. L. CELADA | Hemos oído una y mil veces eso de que la venganza es un plato que se sirve frío. Lo que no sabíamos es que también se cocina a muy baja temperatura. La receta lleva el sello de Tom Ford, diseñador de moda metido a director de cine, cuyo prometedor debut con Un hombre soltero (2009) sugería seguir la pista de sus futuros trabajos.

El último de ellos se titula Animales nocturnos, adaptación de la novela Tony and Susan, del neoyorquino Austin Wright, un drama a caballo entre el thriller de suspense y el western contemporáneo con el ajuste de cuentas como gran protagonista. Aquí por partida doble: por un lado, el que lleva a cabo un escritor (Jake Gyllenhaal) con la que décadas atrás fuera su esposa (la hipnótica Amy Adams), enviándole un ejemplar dedicado de su nueva obra; y, por otro, el que emprende el personaje principal de la misma (un desdoblado Gyllenhaal) tratando de dar caza por la árida Texas, junto a un desencantado policía, a los asesinos de su mujer y su hija.

Una provocativa muestra en la galería de arte que ella dirige, con modelos que desafían los actuales cánones de belleza, le sirve al popular modisto como pórtico de la cinta y ocasión propicia para desnudar el frívolo universo de apariencias (peluqueros y cirujanos de cabecera, móviles obsolescentes…) que rodea a la acomodada señora. Incapaz de disfrutar de este “mundo absurdo” –pero “mucho menos doloroso que el real”–, se sume en la lectura del regalo envenenado que acaba de recibir, para descubrir lo que pudo ser y no fue, las motivaciones y los lastres de su vida.

Con estos mimbres, Ford construye una narración que –gracias a ajustados flashbacks– va y viene del pasado al presente, de la ficción fílmica a la novelada, de las pesadillas a la realidad… La violenta historia del texto literario (un rosario de desgracias bañadas en sangre) se asoma a la gran pantalla desde la mirada triste de su destinataria, presa de una infelicidad que –como las páginas que devora– alimenta su vigilia. Así son estos Animales nocturnos: oscuros e insomnes, asediados por la melancolía y por la culpa, víctimas de esa “escoria cultural” (y sentimental) siempre al acecho.

Temas, unos y otros, a los que el cine nunca fue ajeno. Tampoco a esta forma de presentarlos (baste recordar Las horas). Menos habitual se nos antoja, sin embargo, el preciosismo un punto exhibicionista que Ford derrocha en cada plano. Una cuidada puesta en escena que delata su creatividad y su indisimulado culto a la imagen. Dos virtudes admirables en cualquier realizador, aunque insuficientes para caldear el ánimo del espectador. Alguien debería recordarle al padre de esta película, inquietante y seductora, que hasta la belleza –por mucho que nos deslumbre– puede resultar tan fría como la venganza.

FICHA TÉCNICA

Título original: Nocturnal animals

Dirección: Tom Ford.

Guión: Tom Ford, sobre la novela Tony and Susan, de Austin Wright.

Fotografía: Seamus McGarvey.

Música: Abel Korzeniowski.

Producción: Tom Ford, Robert Salerno.

Intérpretes: Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon, Aaron Taylor-Johnson, Isla Fisher, Ellie Bamber, Armie Hammer, Laura Linney.

Publicado en el número 3.015 de Vida Nueva. Ver sumario

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