José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

No está de más trabajarse los abrazos


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SÁBADO 26. Escapada a Irlanda. Paseo turístico por Cork. Entro en la iglesia de los trinitarios. Primer templo católico que piso en el país. En la puerta, un cartel informativo para denunciar abusos sexuales, con una ristra de teléfonos y correos electrónicos de ayuda. Me impacta. Caigo en la cuenta de la herida profunda que ha podido generar en la comunidad cristiana. Paso al interior. Un grupo de sordomudos ensaya una coreografía navideña. La fe no se quebranta.

DOMINGO 27. Kinsale. Pueblo costero. Pasa por ser uno de los más acogedores del país. Lo corroboro. Nada más poner un pie en la parroquia de los carmelitas constato que no se queda solo en la fachada. Al escuchar hablar al padre Eoin Moore, uno se siente en la casa de los hijos de San Juan de la Cruz en Segovia. Guardo una frase de su homilía como un mantra: “El Adviento marca un nuevo comienzo”. [PLIEGO: Adviento 2016. La esperanza es hoy]

LUNES 28. Aeropuerto. De vuelta. Leo Irish Independent. Portada. “La Iglesia bloquea la enseñanza de otras religiones”. El debate me suena conocido. Al parecer, el Gobierno quiere incluir una asignatura para enseñar “ética y religiones del mundo” en Primaria. A veces uno piensa que somos una isla. Y basta cruzar a otra para descubrir que los vaivenes políticos con la asignatura de Religión van por barrios.

MARTES 29. No está de más trabajarse los abrazos. Nunca he sido un experto en darlos. Una vez más alguien me sorprende en la eucaristía del equipo educativo del colegio con motivo de la fiesta de Calasanz. 400 años de Escuela Pía y todo un jubileo para celebrarlo. De abrazos que sanan, que curan, en los que puedes descansar. La misericordia del Padre Bueno se extiende más allá del jubileo. Menos mal.

MIÉRCOLES 30. Pregunto a alguien cercano a Francisco por los que no paran de incordiarle en la Curia. ¿Por qué no se los quita de en medio? Traslado la pregunta que más de uno y de diez me han hecho en las últimas semanas. Una vez más, el Papa soprende por mantener su tesis de tener al enemigo en casa. Y no por cuestión de estrategia. Sino por pura bondad. Porque sabe que si él mismo pidió en aquella jornada del Sínodo que hablaran con libertad, no puede guillotinarla a golpe de cesar a unos y otros. “Echarles lo considera un abuso de poder como autoridad que es. Sería lo fácil. Lo complicado es darles tiempo desde dentro del organigrama para que comprendan”.

jose.beltran@ppc-editorial.com

Publicado en el número 3.014 de Vida Nueva. Ver sumario