Tiendo un puente

“La reconciliación permite reconstruir el tejido social lacerado por las ofensas”

Empoderada con la fuerza de la misericordia y de la compasión, la víctima es capaz de comenzar el camino hacia la reconciliación construyendo un puente hacia el ofensor. Paradójicamente, es la víctima quien normalmente inicia el camino hacia el ofensor porque es ella quien tiene las llaves de la reconciliación. La gran tragedia del ofensor y su gran debilidad es que no tiene esa llave para entrar de nuevo en el corazón del ofendido. Este paso es posible gracias a que el ejercicio del perdón le da al ofendido tal grandeza que lo capacita para nuevos comienzos y nuevas relaciones. Para re-crear a su ofensor, y para recrear al tiempo, al pasado y al porvenir.

Esto explica porque, tanto a nivel interpersonal como a nivel colectivo, la reconciliación no es posible si no es antecedida de ejercicios, aunque mínimos, de perdón. La función del perdón es a la reconciliación, como limpieza de las partes rotas antes de aplicarles el pegante para re-unirlas. Si las partes no quedan limpias en vano se habrá aplicado el pegante.

La reconciliación es el ejercicio que ofrece al ofendido y al ofensor iniciar un camino de trabajo conjunto que les permita recuperar la mutua confianza. Es básicamente un ejercicio de comunicación asertiva que, utilizando la estrategia de la compasión-bondad de la víctima con el ofensor, busca asegurar cuatro componentes básicos de una reconciliación sostenible: verdad, justicia, reparación y pactos de no repetición.

Se recomienda la presencia de un mediador que facilite el encuentro inicial y luego el diálogo entre ofensor y ofendido; es un requisito indispensable para la reconciliación exitosa. Este servicio de mediación, como en las culturas ancestrales, es un valor cultural que deberemos recuperar los seres humanos.

El concepto de mediación está íntimamente ligado al concepto del cuidado, como factor necesario e imprescindible en la restauración del vínculo que se ha roto por la vulneración de derechos y de la dignidad sagrada del ofendido.

Tender el puente de la reconciliación pasa por decidir cuál de tres tipos básicos de reconciliación quiero realizar. La reconciliación de co-existencia (algo mínimo como la relación de natura entre el perro y el gato: tú por tu lado y yo por el mío, o sea, juntos pero no revueltos. Caso de muchas esposas maltratadas por sus esposos que por vivir vidas más dignas deben decidir por esta opción). La reconciliación de convivencia, donde las partes comienzan a tener algún proyecto común que las va reuniendo poco a poco. Y, finalmente, lo más elevado y lo más soñado, la reconciliación de comunión. Esos tres niveles corresponden a tres etapas de la evolución humana: natura, cultura y espiritualidad. A mayor elevamiento cultural, mayor nivel de convivencia.

La reconciliación tiene dimensiones político-sociales de gran alcance; de hecho, la reconciliación permite reconstruir el tejido social lacerado por las ofensas, para lograr que el contrato social y la democracia adquieran de nuevo significado pleno.

El camino hacia la paz que hemos comenzado a transitar los colombianos nos exige estos ejercicios permanentes de limpiar las partes, del servicio generoso de millones y millones de mediadores y de tejedores de paz, que donan su tiempo y sus habilidades a la misión de volver a juntar las partes separadas ejerciendo el ministerio de la reconciliación como ofrenda por la paz.

Se perfilan ya en el horizonte de este querido país tierras nuevas y cielos nuevos. Son ellos el gran fruto del perdón y de la reconciliación.

P. Leonel Narváez

Presidente de la Fundación para la Reconciliación

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