Editorial

Respaldo real a la libertad religiosa

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“En su discurso a los obispos, Don Felipe zanjó toda suspicacia de quienes buscan reducir el hecho religioso al ámbito privado”

reyes Felipe y Letizia visitan la sede de la Conferencia Episcopal Española CEE 22 noviembre 2016

Felipe VI, en su intervención en la CEE, ante la Reina Letizia y el cardenal Blázquez

EDITORIAL VIDA NUEVA | El pasado martes 22 de noviembre, Don Felipe y Doña Letizia acudían a la sede de la Conferencia Episcopal Española para celebrar el 50º aniversario de la institución eclesial. El Rey articuló su discurso en dos ejes: el agradecimiento por una labor caritativa que repercute en toda la sociedad y un respaldo a la vigencia de los Acuerdos Iglesia-Estado. Nunca está de más que el Rey aplauda la tarea que desempeñan obispos, sacerdotes, religiosos y laicos más allá de una misión evangelizadora, como una presencia impagable llegando donde las administraciones públicas se tornan insuficientes.

Amparar su discurso en datos objetivos y acciones concretas que han sido visibles más que nunca durante la crisis económica supone un espaldarazo a continuar trabajando en esa línea del servicio a los que se encuentran en dificultades.

Sin embargo, resulta todavía más significativo y relevante que el jefe del Estado incidiera en la buena salud de la que gozan los Acuerdos con la Santa Sede, haciendo especial hincapié en la defensa de la libertad religiosa como baluarte de la dignidad humana, citándolo hasta en dos ocasiones como “piedra angular”.

Que el Rey dé por blindados estos aspectos supone una rúbrica frente a quienes aprovechan cualquier altavoz electoralista para amenazar con acabar con lo que todavía siguen denominando “concordato”, o demonizar a la Iglesia con privilegios fiscales que se comparten con otras entidades, o partidas presupuestarias inexistentes.

Don Felipe zanjó toda suspicacia de quienes buscan reducir el hecho religioso al ámbito privado al incidir en cómo la aconfesionalidad del Estado ha permitido desarrollar y aplicar el principio de cooperación desde el pluralismo de la sociedad y la independencia de la Iglesia respecto a los poderes civiles. Es más, eligió la capacidad de diálogo y empeño por favorecer la cohesión social en los distintos campos en los que la Iglesia se mueve.

En este sentido, resulta interesante la convergencia entre las palabras del jefe del Estado y la del presidente de la Conferencia Episcopal, al renovar la lealtad y fidelidad de la Iglesia a la Constitución desde la libertad. Este compromiso con las reglas del juego democrático las puso de manifiesto el cardenal Ricardo Blázquez en su discurso de apertura de la Plenaria, al invitar a la clase política a una regeneración moral y a abandonar los partidismos a favor de la estabilidad y del bien común.

Ahora solo falta que, toda vez que arrecie el temporal laicista, alguien recuerde a la clase política estas palabras de la mayor autoridad del país que dan normalidad a unas relaciones Iglesia-Estado que otros quieren presentar como excepcionales y anticuadas, cuando precisamente es ese discurso el más residual y alejado del marco constitucional.

Publicado en el número 3.013 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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