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‘Jesucristo. Soledad y compañía’


Un libro de Olegario González de Cardedal (Ediciones Sígueme) La recensión es de Francisco García Martínez

Jesucristo. Soledad y compañía, libro de Olegario González de Cardedal, Ediciones Sígueme

Título: Jesucristo. Soledad y compañía

Autor: Olegario González de Cardedal

Editorial: Ediciones Sígueme

Ciudad: Salamanca, 2016

Páginas: 160

FRANCISCO GARCÍA MARTÍNEZ | Tres preocupaciones antiguas y siempre presentes en el profesor Olegario González de Cardedal se dan cita aquí. El teólogo debe pensar no solo a Jesús, sino su relación con él, porque su reflexión no es solo sobre un sujeto de la historia, sino sobre el misterio que lo habita y posibilita una relación interpersonal con él, también hic et nunc, como Señor y Salvador. No basta la piedad de la fe (tampoco teológica), es necesario que esta tenga fondo suficiente de verdad para poder ser ofrecida con un nivel de racionalidad que posibilite asumirla sin renunciar a la razón. El punto de partida de esta reflexión no puede ser sin más lo humano dado o lo divino sabido, sino que el objeto (Cristo) genera una dinámica de re-comprensión de ambos espacios.

En este contexto, la soledad de Jesús es pensada como compañía, refugio de toda soledad humana, aquella situación personal en la que el Hijo ha accedido a la abismal individualidad de su humanidad y expresado allí su radical dependencia de Dios en ser y misión. El punto de partida no será nuestra experiencia psicológica, sino el dinamismo de encuentro con su identidad (filiación divina y misión salvadora), que no solo no es compartido por los demás hombres, sino que tampoco fue comprendido por sus coetáneos, presos como todos del pecado.

Así, se dirá a la vez, aunque en diferentes niveles, que nunca estuvo solo, pues vivió radicado por su ser eterno en Dios, donde constituye su ser y misión y, a la vez, que posee una soledad radical que nadie ha vivido en este mundo, distinto y distante de Dios al que se somete para hacernos uno con Él.

La obra busca fundamentar teológicamente el significado de esta soledad única de Jesús. La reducción jesuana de Cristo y la siempre tentadora sobreposición divina de su ser, reductoras ambas del misterio de Cristo, son superadas en un planteamiento donde la soledad ni es sobrevalorada como afecto humano de una finitud sin Dios, en la que el Hijo se haría uno con nosotros dejando de ser él mismo, ni infravalorada como espacio ficticio donde lo humano no determina la expresividad, hacia sí misma y hacia el mundo, de su divinidad.

Desde este trasfondo, el autor leerá posteriormente, con una renovada ingenuidad, los textos del evangelio donde se revelan las formas de soledad de Jesús relacionándolas con las experiencias humanas y con su misión salvífica, y luego las formas de compañía que ofrece desde ella al mundo y a su Iglesia.

Nos preguntamos, al hilo de la lectura, si no deberíamos acercarnos más a esta cuestión para comprender que nuestra relevancia, tan buscada hoy con una cierta ambigüedad, no debería ser acompañada por la aceptación de una irrelevancia servicial e intercesora. Y si no tendremos que redescubrir, junto a la imitatio Christi absolutamente necesaria y tan desproporcionalmente pedida por algunos, nuestra atadura a los poderes del pecado, ya que parece ser ahí donde se descubre la soledad redentora de Cristo y su misericordiosa compañía eterna, y donde nuestra soledad avergonzada se convierte en compañía comprensiva para todos.

Publicado en el número 3.012 de Vida Nueva. Ver sumario

Actualizado
18/11/2016 | 00:09
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