Clamor para sanar heridas

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La Iglesia Católica en Arauca espera que el ELN se siente a dialogar

En Arauca, el proceso de paz entre el Gobierno y las FARC se ha visto reflejado en una disminución de acciones armadas por cuenta de dicha guerrilla. Sin embargo, la población civil de la región clama por que también el ELN inicie un proceso de negociación con el Ejecutivo y se puedan encontrar los mecanismos que permitan poner fin al conflicto de una manera completa.

En el territorio se han incrementado las acciones del ELN. El paro que ejecutó este grupo entre el 12 y el 15 de septiembre produjo en Arauca una sensación generalizada de inseguridad, así como parálisis en carreteras, comercios, bancos e instituciones educativas. Cuatro motocicletas fueron incineradas en retenes ilegales durante esos días. La guerrilla atacó una garita de la Policía, en el casco urbano de Saravena. Y en un combate con el Ejército, que tuvo lugar en Arauquita, dos guerrilleros y un soldado perdieron la vida.

Estos y nuevos hechos horadan las heridas que hoy cubren la vida de los araucanos. Un registro de actos victimizantes entre enero y el doce de octubre señalaba al cierre de su compendio cuatro accidentes por minas antipersonales y municiones sin explotar; más de sesenta amenazas; y cuarenta y nueve homicidios. El análisis incluye hechos que involucran no solo al ELN, sino también a otros grupos armados, como el Ejército Nacional. De ahí el caso del asesinato de un soldado a manos de uno de sus compañeros en instalaciones de la Brigada XVIII.

Los datos son de OBSAR, el observatorio de realidad, de la Pastoral Social de la diócesis de Arauca, cuyo trabajo, por más de cinco años, ha consistido en visibilizar la afectación sobre la población civil, por parte del conflicto armado. “No basta decir que Arauca es violento; hay que mostrar las cifras, que tienen rostros concretos y son una muestra del dolor por el que pasa la gente”, afirma el P. Deisson Mariño, vinculado a la experiencia. El ente redacta bitácoras e informes de estudio a partir de un marco conceptual diseñado por el CINEP, para el registro de violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Se sirve de datos provenientes de entidades como Medicina Legal y trabaja en conexión con el sistema de alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo. Su principal fuente de información es el acompañamiento a comunidades y el diálogo con organizaciones de víctimas, que permiten ser puente para comunicar instituciones.

El trabajo del observatorio ha permitido que la Iglesia local profundice sus análisis y tome decisiones ajustadas a los retos de su acción pastoral. También ha favorecido que entidades como Naciones Unidas focalicen su intervención en la región. Mónica Colina, abogada vinculada al observatorio, afirma que la iniciativa le ha ganado credibilidad a la diócesis de parte de la población civil; incluso sostiene que, en medio de las acciones armadas que impactan la cotidianidad, “el chaleco de la Pastoral Social es prácticamente un chaleco antibalas”.

Acciones de solidaridad de la pastoral social araucana

Acciones de solidaridad de la pastoral social araucana

Acompañar a las comunidades afectadas por el conflicto armado, registrar las violencias que sufren y adelantar acciones para la transformación social ha hecho, igualmente, que la Iglesia araucana redimensione un símbolo de las víctimas y de la necesidad que estas tienen de sanación. Se trata de la devoción a una Virgen de rostro herido, que la gente llama con afecto la Negrita del Piedemonte y la Sabana. Su santuario se construye actualmente en el municipio de Fortul, a donde ya peregrinan los católicos, de manera masiva. Su imagen, que coincide con la imagen de la patrona de Polonia, evoca el desafío acuciante de dar respuesta al clamor de quienes han sufrido la violencia y siguen sin una atención integral.

La atención a las víctimas ha sido precaria en Arauca. Así lo cree el padre Deisson. “En el departemento, por lo menos el 40 por ciento de la población aparece en el registro único de víctimas; la población desplazada supera las cien mil personas en una región con 300.000 habitantes”. La carencia de vivienda es grande en la vida de muchas de estas personas. Y hay una emergencia particular: la que viven pueblos indígenas, víctimas de desarraigo y despojo, cuya atención integral siempre se aplaza.

Además de la situación de orden público hay otros desafíos sociales que enfrenta la pastoral eclesial. Entre tantos, se destaca uno en especial: el cáncer de la corrupción, que ha irrumpido en el mundo de la justicia y determina la configuración de la impunidad. Una problemática que también afecta el derecho a la salud y ha supuesto la crisis del Hospital San Vicente. Según el padre Mariño, por culpa de la corrupción, Arauca está llena de elefantes blancos, obras inconclusas cuya construcción ha quedado en veremos por cuenta de la falta de una gestión honesta.

En medio de tantas dificultades hay, sin embargo, signos de esperanza. El ministerio de sacerdotes que han dejado su vida en la región se ha convertido en un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de clérigos. Es el caso del padre Alfonso León, fallecido recientemente.

Y al cumplirse el centenario del nacimiento de Jesús Emilio Jaramillo, obispo mártir de Arauca, la Iglesia local profundiza el reto de permanecer y no huir ante el peligro. El llamado del prelado a la imparcialidad se interpreta como capacidad de llorar a los hijos de uno u otro bando; algo diferente a la cobardía y a la falta de compromiso; un servicio, un llamado a la paz para combatientes y civiles.

Miguel Estupiñán

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