‘Yo, Daniel Blake’

Yo, Daniel Blake, fotograma de la película

Yo, Daniel Blake, fotograma de la película

J. L. CELADA | Max Weber, uno de los padres de la sociología moderna, acuñó la metáfora de la “jaula de hierro” para describir cómo el individuo se veía atrapado en la creciente burocratización del aparato estatal. Hoy, un siglo después, Kean Loach viene a contarnos que nada ha cambiado; que la “noche polar de helada oscuridad” –así definía el pensador alemán las consecuencias de esa racionalización que se estaba produciendo en las sociedades capitalistas occidentales– se ha sofisticado, se ha digitalizado, pero que el tejido institucional no abriga y aboca al esforzado contribuyente a buscar el calor de hogar en la solidaridad (“aún queda buena gente por ahí”, susurra el protagonista de su último trabajo).

El veterano realizador británico nos traslada a la localidad norteña de Newcastle para acompañar en su peripecia al Daniel Blake del título (Dave Johns), un carpintero viudo que acaba de sufrir un infarto y se dispone a solicitar un subsidio por incapacidad. Con su inseparable y lúcido Paul Laverty a la pluma, la cámara siempre afilada de Loach sigue los pasos a nuestro hombre de ventanilla en ventanilla, mientras delata la dictadura del funcionariado con sus absurdos cuestionarios, eternas llamadas telefónicas en espera, una jerga incomprensible y normas que conducen a una espiral sin salida.

Por el camino, el director incorpora tres nuevos personajes a su radiografía de los estragos de la Administración: una madre (Hayley Squires) y sus dos hijos pequeños, obligados a separarse de los suyos, de su colegio… para obtener una vivienda social. Hasta que, en una oficina cualquiera, el encuentro entre ambos iconos de esa extrema fragilidad e indefensión frente al sistema no solo añade a la cinta un plus de realismo en su denuncia, sino que proporciona momentos de una intensidad dramática difíciles de olvidar (su visita al banco de alimentos, sin ir más lejos, nos regalará una de las imágenes más desgarradoras del cine reciente).

Esta improvisada familia destapa las contradicciones y miserias del Estado, al tiempo que pone voz y rostro a la rebeldía social de cuantos reivindican ser tratados como ciudadanos. No como un número de expediente; ni como clientes, usuarios o consumidores; mucho menos como gandules o ladrones. Gente corriente, que no entiende de puntos, de revisiones preceptivas, de apelaciones o incluso de hacer un currículum, pero que conoce –y padece– la precariedad laboral y los ahogos económicos. Vecinos, compañeros… que luchan por respetarse a sí mismos para hacer respetar sus derechos.

Palma de Oro en Cannes 2016, Yo, Daniel Blake se sobrepone a un cierto maniqueísmo de Loach (voluntarios buenos frente a funcionarios malos) para erigirse en una película tan necesaria como casi toda su filmografía. Un alegato cargado de razones para arrancar hoy los barrotes de nuestras jaulas de hierro.

FICHA TÉCNICA

Título original: I, Daniel Blake

Dirección: Kean Loach.

Guión: Paul Laverty.

Fotografía: Robbie Ryan.

Música: George Fenton.

Producción: Rebecca O’Brien.

Intérpretes: Dave Johns, Hayley Squires, Dylan McKiernan, Briana Shann, Kate Rutter, Sharon Percy, Kema Sikazwe.

Publicado en el número 3.010 de Vida Nueva. Ver sumario

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