Siete modelos de misericordia según el estilo Francisco

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A un mes de la clausura del Jubileo, canoniza, entre otros, al obispo Manuel González y al cura Brochero

Desde el viernes 14, los siete vanos de la fachada de San Pedro estaban galardonados con los retratos de los beatos que el domingo iba a canonizar Francisco: Salomon Leclercq, el hermano de La Salle martirizado en 1792 durante las trágicas turbulencias de la Revolución francesa; el adolescente mexicano de 15 años José Sánchez del Río, ejecutado con un disparo en la frente en 1928 por pertenecer al movimiento de los “cristeros” que se oponían al Gobierno anticristiano de su país; el obispo de Málaga y Palencia Manuel González, del que después hablaremos; el sacerdote piamontés Ludovico Pavoni, educador de la juventud más necesitada y marginada; Alfonso María Fusco, fundador de las Hermanas de San Juan Bautista, entregadas a la evangelización y formación de jóvenes “hijos del pueblo” maltratados por la vida; José Gabriel del Rosario Brochero, conocido popularmente como “el cura Brochero”, que recorrió a lomos de una mula el área vastísima de la provincia de Córdoba, en Argentina; y la religiosa carmelita Elizabeth Catez, más conocida como Isabel de la Trinidad, que murió en 1906 a los 26 años de edad después de una vida mística muy intensa.

Ya días antes de la ceremonia se oía hablar en el Vaticano mucho español –con acentos argentino y mexicano– y otras muchas lenguas; los peregrinos que habían llegado a Roma procedían de países diversos, como Mozambique, Filipinas, Chile o Canadá; según la Gendarmería Vaticana, los presentes en la misa de canonización fueron 80.000.

La delegación argentina la encabezaba el presidente, Mauricio Macri; al frente de la española estaba el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con el alcalde y la presidenta de la Diputación Provincial de Palencia, Alfonso Polanco y María de los Ángeles Armisén, así como el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga. La ministra de Medio Ambiente del Gobierno francés, Ségolène Royal, presidía la de Francia, mientras que la de Italia estaba a cargo de Maria Elena Boschi, ministra para las Reformas Constitucionales y brazo derecho del presidente, Matteo Renzi. Llamó la atención que México se hiciera representar solo por un director general adjunto para Asuntos Religiosos, muy por debajo del nivel previsible para una ceremonia así.

La Iglesia española estaba representada por cinco cardenales: Ricardo Blázquez, Santos Abril, Carlos Amigo, Lluís Martínez Sistach y Antonio María Rouco Varela. También estaban presentes el arzobispo de Madrid e inminente purpurado, Carlos Osoro, así como Manuel Herrero Fernández, obispo de Palencia, la última diócesis que pastoreó Manuel González. Entre los postuladores, estaba Javier Carnerero, que ha llevado adelante la causa del obispo español, “enamorado y apóstol de la Eucaristía”. Después del rezo de las letanías, Francisco pronunció la fórmula de canonización, tras la cual toda la plaza rompió el silencio con un caluroso aplauso.

Macri

El presidente argentino, en Roma para asistir a la canonización del cura Brochero, fue recibido por Bergoglio el sábado 15 en un encuentro familiar que duró una hora (cuatro veces más que la anterior audiencia “oficial”, en febrero). Llegó acompañado por su bella esposa y sus tres hijas. De ellas, la más pequeña (Antonia, la única en común del matrimonio y de solo cinco años) fue la más audaz: “¿Duermes con estos vestidos?”, le preguntó. “¿Qué comes?”, insistió la aprendiz de periodista. “¿Tienes padres?”, concluyó. Preguntas que recibieron cabal y paciente respuesta del anfitrión. La cordialidad de la cita ha disipado la anterior sensación de tensión entre Buenos Aires y la Santa Sede. 

La batalla de la fe

V_futbolin_optEn su homilía, el Papa se centró en las lecturas del domingo, sin citar a ninguno de los beatos, de los que dijo que habían “alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración; han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido”. “Los santos –añadió– son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración, (…) que luchan con la oración dejando al Espíritu Santo orar y luchar con ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos; el Señor vence a través de ellos y con ellos. También estos siete testigos que hoy han sido canonizados han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor. (…) Que, con su ejemplo y su intercesión, Dios nos conceda a nosotros ser hombres y mujeres de oración: gritar día y noche a Dios, sin cansarnos, dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados hasta que triunfe la misericordia divina”.

Cuando el Año de la Misericordia se encamina ya hacia su fin, aún quedan por celebrar algunos jubileos, a los que el Papa reserva una especial atención. El más reciente es el que celebraron el sábado 15 7.000 ancianos en el Aula Pablo VI y que recibieron al Papa con un entusiasmo y una vitalidad extraordinarias. El Papa, como acostumbra, se prodigó en caricias y abrazos. En su discurso, volvió a resaltar el “papel esencial” que la llamada tercera edad tiene en la Iglesia y en la sociedad, porque es la que conserva “las raíces y la memoria de un pueblo” (ese fue precisamente el titular de L’Osservatore Romano). “Las instituciones y las diversas realidades sociales –dijo– pueden todavía hacer mucho para ayudar a los ancianos a expresar lo mejor de sus capacidades, para facilitar su activa participación, sobre todo para hacer que su dignidad de personas sea siempre respetada y valorada. Para conseguirlo, hay que contrastar la nociva cultura del descarte que margina a los ancianos, considerándoles improductivos… Esto del descarte es una cosa fea. Dice: ‘Tú eres viejo, vete fuera’. Tú eres viejo, sí, pero tienes tantas cosas que decirnos, que contarnos de historia, de cultura, de la vida, de los valores… No hay que consentir que esta cultura del descarte  continúe”.

De los ancianos a los niños. El día antes, en su décimo “Viernes de la Misericordia”, Francisco visitó en Roma el Hogar SOS, un conjunto de cinco casas donde viven no más de seis niños y niñas menores de 12 años al cuidado de una “madre” y de algunos educadores que les acompañan en su crecimiento y les ayudan a superar los traumas originados por sus condiciones de minusvalía personal, familiar o social. El Papa fue acogido, como es de suponer, con estupor y alegría cuando le vieron llegar. El diálogo se estableció de inmediato y los habitantes del Hogar le enseñaron cada uno sus habitaciones, las salas de juego y el jardín; uno de ellos le invitó a jugar una partida de futbolín, a lo que el Papa no se negó, mientras una chica le hizo escuchar a través de unos auriculares una de sus canciones preferidas, un rap. “Vuestro trabajo –les dijo a los educadores– es importantísimo y especial porque ningún niño puede crecer solo”.

Antonio Pelayo. Roma

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