La Iglesia mexicana en tiempos de conflictividad

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Colombia, Guatemala y El Salvador comparten experiencias de paz y reconciliación

¿Cómo construir la paz en México?, ¿cuál es el aporte de la Iglesia en este proceso?, ¿qué pueden hacer los obispos? Ante la coyuntura de inseguridad, violencia y conflictividad que atraviesa el pueblo mexicano, discernir los “signos de los tiempos” y el compromiso de la Iglesia y de sus pastores, constituyó el propósito fundamental del encuentro-taller, “La Iglesia y el obispo en la transformación de conflictos y la construcción de la paz”, una iniciativa del CELAM –a través de la Escuela Social– y de la Conferencia Episcopal de México (CEM), que tuvo lugar en Monterrey, el pasado mes de septiembre, y que próximamente será replicada en otras regiones.

“Creemos que es una tarea que nos convoca a todos, por esta razón en el encuentro-taller participaron no solo obispos de México sino también obispos hermanos de Centroamérica y Colombia, que están pasando por situaciones similares, o bien han encontrado posibles horizontes”, explicaron los organizadores.

Ética y discernimiento

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Participantes del taller sobre transformación de conflictos y construcción de la paz, llevado a cabo semanas atrás, en Monterrey (México)

El análisis de los hechos sociales más relevantes en el México de hoy y sus causas estructurales, fue el punto de partida de la reunión. Ante esto, el jesuita Carlos Novoa, de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, propuso el imperativo ético en la formación de la concienia, puesto que “la ética, como experiencia de sentido, es un constructo personal y social, que si bien nos puede ayudar a crecer, también nos destruye cuando se antepone la ambición por el poder, el dinero y el parecer”.

En este mismo sentido y refiriéndose a las violencias en México, el analista Miguel Álvarez apeló a algunas referencias globales para comprender la actual conflictividad del país, afirmando que “hay una crisis de representatividad y liderazgo en toda América latina”, ante la cual “los pobres ya no quieren ser mirados como pobres, desde lo que les falta, sino como sujetos, desde lo que tienen”. En el caso de México, “ha surgido un nuevo actor que se ha convertido en gran agente de transformación: las víctimas. Su dolor personal está promoviendo el cambio social”.

En torno a las víctimas, el compartir de experiencias eclesiales de paz y reconciliación constituyó el aporte más original de las jornadas.

El obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini, se refirió al papel del episcopado frente a los procesos de memoria y paz en su país: “La Iglesia de Guatemala tuvo la iniciativa de hacer una memoria de las víctimas para ayudar a sanar heridas. A los dos días de la presentación de los cuatro volúmenes de dicha memoria, monseñor Juan Gerardi, quien encabezó este esfuerzo, fue asesinado”. Es claro que “la verdadera paz no consiste en finalizar el conflicto armado interno, sino en contemplar toda la problemática que lo causó e incidir sobre ella”, agregó monseñor Ramazzini, asegurando que “el punto de partida de una verdadera reconciliación es la aceptación de la culpa, pedir perdón y perdonar”.

En la misma región centroamericana, el caso de El Salvador es particularmente revelador y desafiante. Richard Jones, representante de Catholic Relief Services, quien desde hace más de dós décadas acompaña procesos de construcción de paz en este país, manifestó que “a pesar de que en 1992 se firmaron los acuerdos de paz, éstos no acabaron con las causas estructurales que propiciaron la guerra”. Por el contrario, “las heridas de la guerra se han transmitido de generación en generación”, de tal forma que “el trabajo más estratégico es el que se puede realizar con las víctimas, porque una víctima puede convertirse en perpetrador”.

Luces para caminar

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Obispos durante una de las charlas

Así también, en el contexto de los complejos procesos que buscan poner fin a más de medio siglo de conflicto armado en Colombia, los aportes del presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Luis Augusto Castro, lo mismo que del claretiano Darío Echeverri, secretario general de la Comisión de Conciliación Nacional, postularon algunas luces para caminar.

“La primera parte de este proceso busca que hagamos las paces, mientras que la segunda se concentrará en construir la paz”, explicó monseñor Castro. Para que esto sea posible, en la etapa del postconflicto será necesario “construir una casa nueva”, cimentada en una ética de la transparencia y la compasión, una espiritualidad del perdón y la reconciliación, y una cultura de los derechos humanos y de la aceptación de la diversidad. De cara a estos retos, “el obispo no sólo tiene que enfrentar situaciones de conflicto, sino que además debe alentar a sus sacerdotes para que puedan actuar positivamente, escuchando a la gente, generando acercamientos y aportando esperanza y reconciliación con una visión de fe y de futuro”, enfatizó el prelado.

Por otra parte, en su intervención, el padre Echeverri detalló cómo la Iglesia colombiana ha mediado en el conflicto a través de la Comisión de Conciliación Nacional: “ha sido posible realizar innumerables acciones humanitarias para salvar vidas y acompañar víctimas. Con esta experiencia se realizaron protocolos de acción para sacerdotes y obispos”.

Este cuadro de alternativas para asumir realidades conflictivas se amplió con la presentación de tres experiencias mexicanas: la Estrategia Nacional de Paz, los Horizontes Creativos en Tabasco y los Centros de Atención a Víctimas en Acapulco.

Así también, se constató cómo la sabiduría que deviene de las prácticas exitosas que la Iglesia ha consolidado en materia de justicia, paz y derechos humanos, no es ajena al magisterio del papa Francisco –evocado en múltiples oportunidades– ni a los insumos académicos que presentaron algunos especialistas en torno a la ‘gobernanza’ (Francisco Porras), al papel de la Iglesia en los conflictos (Cesar Guzmán-Barrón), y a la transformación de dichos conflictos (Frank Volker).

Aunque “este encuentro no buscó ofrecer recetas, sino aportar testimonios, búsquedas y nuevas compresiones”, como afirmó Susana Nuín, directora de la Escuela Social del CELAM, sus participantes han propuesto que la construcción de la paz sea un asunto transversal al proyecto de la CEM. Por su parte, el CELAM, fiel a su vocación de servicio a las conferencias episcopales de América Latina y el Caribe, espera extender esta iniciativa a otros países del continente.

Óscar Elizalde Prada

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