En un rincón del alma

“En lo más íntimo de nuestro ser existe la certeza de que hay algo que trasciende los límites de la materia”

“En lo más íntimo de nuestro ser existe la certeza de que hay algo que trasciende los límites de la materia”

La neurobiología de la religión pretende determinar las bases biológicas de la espiritualidad y darle piso científico a la relación del hombre con Dios.

Todo comienza por definir y precisar qué es el alma, considerada comúnmente como la sustancia espiritual e inmortal del ser humano o como “el soplo de vida” que tiene también vida después de la muerte.

Voltaire escribió que “la palabra alma es una de esas cosas que pronunciamos sin entenderla, pues solo entendemos las cosas cuando tenemos idea de ellas”.

Filósofos y teólogos han tratado de explicar la naturaleza del alma. Platón dedica al tema el Fedón; Aristóteles escribió un tratado acerca del tema; santo Tomás escribió muchas páginas al respecto.

Unamuno decía que “lo que llamamos alma no es nada más que un término para designar la conciencia individual en su integridad y persistencia”; John Eccles publicó en 1992 La evolución del cerebro: creación de la conciencia, en que afirma que “cada alma es una creación divina que se implanta en el feto en crecimiento en algún momento entre la concepción y el nacimiento”. Curiosamente así pensaba también santo Tomás.

El tema divide las diversas corrientes filosóficas: desde los partidarios del “creacionismo” hasta el “emanantismo” y “el evolucionismo”, pasando por quienes sostienen la pre-existencia, la transmigración y la reencarnación de las almas.

El Génesis recoge la más antigua tradición sobre la creación del hombre: “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”.

La fe cristiana sostiene la existencia en el hombre de un alma espiritual. Y apoyados en la Palabra de Dios, creemos que el alma humana no muere cuando mueren los cuerpos, sino que vive eternamente.

Esta creencia está a la base de todas las religiones. El alma humana recibirá después de la muerte el premio o el castigo según haya sido su comportamiento en la vida terrena. Y algunos se arriesgan a afirmar que sin esta creencia las religiones no existirían.

Aunque el hombre no logre explicar qué es el alma, en lo más íntimo de nuestro ser existe la certeza de que hay algo que trasciende los límites de la materia y que sobrevive después de la muerte.

Así lo expresó don Roberto Gómez Bolaños: “Yo que iba tan tranquilo acercándome al final de mi vida terrenal, de pronto dudo y vacilo. ¿Es verdad que no hay asilo para el alma? ¿Que morir es dejar de existir? ¿Que la fugaz existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir? No, eso no, por favor. Yo con mi libre albedrío me atrevo a decir, Dios mío, que debe haber un error. Y perdóname, Señor, si con esto te incomodo: sin embargo, de algún modo te lo tengo que decir. No me vayas a salir con que aquí se acaba todo”

El término “alma” designa en la Sagrada Escritura la vida humana o toda la persona humana. Pero designa también lo que hay de más íntimo y de más valor en el hombre; aquello por lo que es particularmente imagen de Dios. Por eso nos animan y consuelan palabras como las del apóstol san Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni por la mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman. Pero a nosotros nos lo reveló Dios por medio de su espíritu, pues el espíritu escudriña todo, hasta las profundidades de Dios”.

Dejo pues en “un rincón del alma” estas líneas que pueden generar a la vez seguridad y duda en quienes nos planteamos interrogantes como qué es el alma, en dónde reside, a dónde van las almas cuando el cuerpo muere.

Mons. Fabián Marulanda

Obispo emérito de Florencia

Compartir