Desafíos de una hora

La vida de este lindo país colombiano está llena de ironías históricas. Una sucesión de contradicciones evidentes lo caracteriza; una de las mayores, en estos últimos días, ha sido la evidenciada cuando las zonas en donde se ha vivido de manera más cruel y despiadada las arremetidas de la guerrilla y de los paramilitares dieron la más alta votación a la aprobación de los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC-EP mientras las ciudades o departamentos, dominados por políticos tradicionalmente derechistas, han negado los mismos.

¿Qué estaría sucediendo si en lugar del “no” hubiera sido el “sí” el que hubiera logrado el resultado obtenido? ¿Se puede hablar de victoria con un margen tan escaso de diferencia? ¿O más bien, de un empate técnico? ¿Menos de un punto porcentual de diferencia puede considerarse victoria de una de las opciones? Cuando he oído a personas felicitarse porque “¡ganamos!” me interrogo: ¿Qué y quiénes ganaron? ¿Qué y quiénes perdimos?

Coexisten en el país diversas visiones de humanidad, de honestidad y de política, que no se pueden ocultar. Somos un país enfermo de violencia aguda, de rencores sin perdón y misericordia. Un soplo de satisfacción ha sido el otorgarle al presidente Santos y en él al pueblo de Colombia el Nobel de la Paz. Quiera Dios que este galardón, en lugar de exacerbar las envidias enconadas, favorezca la urgencia de serenidad y corrección de errores.

Jesús de Nazaret predicó el perdón sin límites, pero igualmente señaló la falsedad y la hipocresía con claridad contundente y singular fortaleza. Que su Espíritu, mayor que todas nuestras perplejidades, suscite los líderes y profetas que el país y su Iglesia necesitan hoy, con urgencia singular.

Ignacio Madera Vargas, SDS

Teólogo

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