CHILE – Solidaridad como fruto de la penitencia

La última Campaña Cuaresma de Fraternidad recaudó casi un millón y medio de dólares que será destinado a apoyar proyectos destinados a personas mayores pobres.

Con una recaudación cercana a 1,4 millón de dólares, la Campaña Cuaresma de Fraternidad inicia este año el financiamiento de proyectos de apoyo a adultos mayores pobres y abandonados, en todas las diócesis de Chile. Aunque esa cantidad es un 2,79 por ciento menos que lo recaudado el año anterior, es expresión de la vivencia del espíritu cuaresmal con prácticas de mayor oración, austeridad en el estilo de vida y acciones de caridad.

Estas acciones se estimulan y apoyan a través del ahorro que se deposita en alcancías distribuidas por la campaña. Cada familia las mantiene durante todo el tiempo cuaresmal para ir acumulando ahí su ahorro. El Domingo de Ramos esas alcancías se entregan en la parroquia como expresión de la solidaridad, fruto de la penitencia cuaresmal.

En la Cuaresma pasada el lema motivador para esas ayudas fue Tu aporte y mi experiencia valen, indicando que el objetivo de la campaña son los adultos mayores, especialmente los más pobres, a través de programas que ayuden a mejorar sus condiciones de vida y promover instancias que les permitan envejecer con dignidad. La cifra alcanzada al final de la Cuaresma se distribuye dejando un 30 por ciento para la acción social de la propia diócesis y constituyendo un Fondo nacional que redistribuye ese dinero a través de proyectos.

El 19 de octubre pasado concluyó el período de postulación de proyectos recibidos de todo el país, los que están siendo analizados por el comité evaluador que entregará próximamente los resultados y el dinero a los seleccionados. Todos los proyectos postulados por los organismos de acción social de las diócesis chilenas están relacionados con iniciativas que acogen a adultos mayores u otras que desarrollan actividades en beneficio de ellos, priorizando siempre privilegiar a los más pobres y abandonados.

Esta campaña se realiza en todas las diócesis chilenas desde 1981, año en que los obispos percibieron que la cooperación católica internacional iría reduciéndose. Así ocurrió, por eso buscaron establecer un programa de recaudación de fondos que permitiera financiar la acción social de la Iglesia, como contraparte de la cooperación extranjera.

Las Campañas de Cuaresma y de Adviento nacieron como respuesta al llamado del papa Paulo VI en su encíclica Populorum Progressio, en 1967, que pide buscar los “medios concretos y prácticos de organización y cooperación para poner en común los recursos disponibles y realizar así una verdadera comunión entre todas las naciones”. En Europa y Estados Unidos pronto se pusieron en marcha estas campañas que sustentaron la cooperación internacional, especialmente hacia los países del hemisferio sur, orientadas a la promoción de la justicia social y el desarrollo de las personas más desfavorecidas.

 

No sólo reunir dinero

La preocupación de los obispos chilenos por abrir fuentes de financiamiento para sus obras sociales llevó a reproducir en el país este modelo de campaña con el fin de financiar las obras asistenciales y promocionales de la Iglesia. En sus primeros años tuvo las limitaciones que le provocaba la dictadura a las actividades de la Iglesia y, a partir de 1990, la campaña mostró un importante crecimiento elevando significativamente sus resultados.

Actualmente es organizada por el Área de Pastoral Social-Caritas, del Episcopado chileno, manteniendo el objetivo de incentivar una vivencia más profunda del tiempo litúrgico de la Cuaresma, promoviendo un encuentro más íntimo con el Señor a través de la oración, que motive un estilo de vida más austero, más sencillo, generando ahorros de dinero como penitencias para ir en ayuda de quienes tengan más necesidad.

Por esto sus dirigentes insisten que no se trata simplemente de una campaña para reunir dinero, sino es una invitación a encontrarse con Jesús. Más precisamente, esta campaña es un llamado a prepararse para vivir la Pasión de Cristo, poniendo la mirada y el corazón junto a quienes más lo necesitan, orando y haciendo gestos de austeridad que permitan practicar la solidaridad, con acciones concretas que lleven al encuentro con los demás.

ROBERTO URBINA AVENDAÑO. SANTIAGO

 

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