Arturo Sosa, un hombre “de imposibles” para liderar a los jesuitas

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El venezolano se convierte en el primer no europeo al frente de la Compañía de Jesús

América Latina se ha destapado como el gran granero de la Iglesia católica, y no solo porque allí vivan más del 40% de sus fieles. La reciente elección del venezolano Arturo Sosa Abascal como nuevo prepósito general de la Compañía de Jesús confirma la tendencia marcada por Francisco en 2013 y pone así de manifiesto que desde las periferias, desde ese “fin del mundo” de donde Jorge Mario Bergoglio decía venir, surgen las energías positivas en las que la comunidad cristiana confía para dejarse conducir.

Nacido en 1948, Sosa reúne las características que hacen falta para ejercer el liderazgo de la Compañía de Jesús, según sus compañeros. “Es un hombre muy espiritual, un gran intelectual y una persona de gobierno que ha vivido cuatro congregaciones generales, en una de las cuales conoció al actual Pontífice. Cuenta con una experiencia muy profunda”, explica a Vida Nueva el jesuita Antonio Spadaro, director de La Civilità Cattolica y participante en la elección del nuevo superior general el 14 de octubre tras cuatro días de “murmuraciones”, las jornadas de reflexión en las que los delegados hablan de dos en dos para saber quién puede ser el más indicado, pero sin apoyar o censurar de forma explícita a nadie.

El padre Sosa llevaba los dos últimos años en Roma como asesor del general saliente, el español Adolfo Nicolás, quien anunció en mayo de 2014 su deseo de abandonar su cargo al frente de la congregación religiosa más numerosa e influyente de la Iglesia católica cuando se convirtiera en octogenario. Aunque se trata en principio de un cargo vitalicio, Nicolás no fue el primero en renunciar, pues también lo hizo su antecesor, el holandés Peter-Hans Kolvenbach, en 2008, y, en 1980, por enfermedad, Pedro Arrupe.

Sosa es el primer no europeo que se convierte en sucesor de san Ignacio de Loyola al frente de la Compañía de Jesús. Será, por tanto, la primera vez que haya un ‘Papa negro’ y un ‘Papa blanco’ latinoamericanos, lo que confirma que la Iglesia en aquella parte del mundo es “fuente y no solo un reflejo de las dinámicas de lo que ocurre en Europa”, opina Spadaro. En su debut ante los medios cuatro días después de su elección, Sosa dijo que sea cual sea el obispo de Roma, el papel de su congregación no cambia: “Ayudar a la Iglesia cuando y donde se necesita según lo determina el Papa, pues esa es su función”. Confesó, además, que no le gusta que le llamen ‘Papa negro’, pues los jesuitas “hacemos un voto de no aceptar ni aspirar a cargos eclesiásticos”.

La Venezuela actual

Durante su comparecencia en rueda de prensa, ofreció unas pinceladas sobre cómo ve la situación de su país. Como buen analista, fue primero a la raíz para recordar que “no se entiende” lo que ocurre en la nación caribeña si no se tiene claro que “vive de la renta petrolera, administrada en exclusividad por el Estado, lo que pone cuesta arriba la formación de una sociedad democrática”. En esta se alcanza un equilibrio cuando el Estado “está subordinado a los ciudadanos, que son quienes producen y lo mantienen”, justo lo contrario de lo que ocurre hoy en Venezuela. Teniendo cuidado de mantener una equidistancia que le evite problemas en su país, lamentó que tanto el proyecto político y económico del chavismo como el de la oposición son en esencia “rentistas” del petróleo y no proponen vías alternativas para salir de esta situación. Se mojó, en cambio, al criticar que “apenas se hayan puesto algunas bases” para la construcción del diálogo en la sociedad venezolana, y aseguró que muchos de sus compatriotas esperan que se levanten de una vez por todas puentes entre los partidarios del Gobierno y la oposición. “Nadie quiere más violencia de la que ya existe”.

Arturo Sosa (dcha.) es felicitado por su predecesor en el cargo, Adolfo Nicolás, después de ser elegido como nuevo prepósito de la Compañía de Jesús, el pasado día 14

Arturo Sosa (dcha.) es felicitado por su predecesor en el cargo, Adolfo Nicolás, después de ser elegido como nuevo prepósito de la Compañía de Jesús, el pasado día 14

En su primera misa como superior general, celebrada en la iglesia romana del Gesù el 16 de octubre, el jesuita venezolano dio algunas pistas de cuáles son sus prioridades. Pidió primero cultivar “la interioridad” como elemento necesario para desarrollar la intelectualidad, subrayando luego la importancia de la justicia. “Queremos contribuir a lo que parece imposible hoy en día: una humanidad reconciliada en la justicia, viviendo en paz en una casa bien cuidada, donde hay espacio para todo el mundo”. Preguntado por los periodistas, profundizó en lo que significa esa búsqueda de lo imposible. “Cuando uno se dedica al análisis de la situación histórica del mundo, se tiende a ser pesimista. Uno se dice: ‘No hay nada que hacer, los poderes de los fabricantes de armas, del narcotráfico o del tráfico de personas son tan fuertes que parece imposible vencerlos’. Pero lo imposible es posible. Es posible tener un mundo diferente, en el que todas las personas sean consideradas personas, con una economía solidaria y con un estilo de vida donde todos tengan una casa, una escuela y puedan comer”. Hacer realidad ese “imposible” es el “grandísimo desafío” de la Compañía de Jesús.

Tras la elección de Arturo Sosa, los 215 participantes en la congregación general seguirán reunidos durante varias semanas más en Roma. Bajo el nuevo liderazgo, los jesuitas estudiarán cómo responder a los desafíos que plantean la Iglesia y el mundo. Entre los temas a tratar, estará el problema numérico. Aunque hay zonas del mundo como Asia Pacífico donde no faltan las vocaciones, las cifras globales son duras: hoy la Compañía cuenta con alrededor de 17.000 miembros, casi la mitad de los 34.000 que había en 1964. El padre Sosa pidió “oraciones, trabajo y formación compleja” para responder a este reto.

En las deliberaciones de las próximas semanas, los jesuitas partirán de las reflexiones que hicieron llegar al encuentro las distintas provincias. En todos los documentos enviados hay una palabra que se repite: reconciliación. “En diversos modos, en todos lugares del mundo se siente esta herida profunda que nos divide entre personas y entre pueblos. Hay situaciones graves en Siria, Irak u otras guerras de las que no se habla y muchas personas que migran por razones económicas”, lamentó Sosa, subrayando que todos los jesuitas deben preguntarse cómo contribuir “al menos con un pequeño esfuerzo a la reconciliación entre los seres humanos, con Dios y con la creación”.

Darío Menor. Roma

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