Lo que Francisco celebrará en Suecia

papa Francisco visita la comunidad luterana de Roma 15 noviembre 2015

Pese a ciertas críticas internas, el viaje del 31 de octubre busca poner el foco en los 50 años de diálogo católico-luterano

papa Francisco visita la comunidad luterana de Roma 15 noviembre 2015

Visita a la comunidad luterana de Roma, el 15 de noviembre de 2015

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Cuando el 25 de enero, en la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, Francisco anunció su intención de participar en Suecia en la “conmemoración común luterano-católica de la Reforma”, en su quinto centenario, algunos “guardianes de la ortodoxia” se rasgaron las vestiduras ante la que consideraban una nueva extravagancia del “Papa gaucho”. Otros, como el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de Doctrina de la Fe, comentaron el anuncio con estas sorprendentes palabras: “Los católicos no tenemos ningún motivo para celebrar el 31 de octubre de 1517, es decir, la fecha que se considera como el inicio de la Reforma que condujo a la ruptura de la cristiandad occidental”. Aunque no se atrevió a decirlo, era obvio que consideraba inoportuna la participación del obispo de Roma, estos próximos días, en las ceremonias previstas en la catedral luterana de Lund.

Hagamos un poco de historia: el 31 de octubre de 1517, el monje agustino Martín Lutero clavó sus hoy famosas 95 tesis, escritas en latín, en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. Lo que para él suponía la apertura de un debate académico sobre el abuso en el comercio de las indulgencias, adquirió una proporciones inesperadas cuando el reformador planteó los temas de la infalibilidad del papado y de los concilios.

El 3 de enero de 1521, León X le excomulgó; en abril de ese año, Lutero se presentó ante la Dieta de Worms y no se retractó de ninguna de sus doctrinas. El emperador Carlos V decretó entonces que se persiguiera la difusión de las mismas. Así comenzó el segundo cisma en la historia de la Iglesia.

Francisco ha explicado en diversas ocasiones el sentido de su participación en la conmemoración de la Reforma. La más reciente cuando recibió, el 13 de octubre, a un grupo de católicos y evangélicos alemanes de Sajonia-Anhalt que habían peregrinado a Roma bajo el lema Con Lutero al Papa. “Daremos gracias al Señor –les dijo– por los cincuenta años de diálogo oficial entre luteranos y católicos. Parte esencial de esta conmemoración será dirigir nuestras miradas hacia el futuro con vistas a un testimonio común al mundo de hoy, que tiene tanta sed de Dios y de su misericordia”. También les insistió en que, “al ponernos al servicio de los más necesitados, experimentamos que estamos ya unidos”.

El centro de la visita será el acto que tendrá lugar en la catedral medieval de Lund el lunes 31. Se ha escogido esta pequeña ciudad porque en ella fue fundada, en 1947, la Federación Luterana Mundial, que hoy agrupa a 145 Iglesias. Luego seguirá un acto ecuménico en la turística ciudad de Malmö. Al día siguiente, festividad de Todos los Santos, celebrará la Eucaristía con los católicos de Suecia, que, según las últimas estadísticas, son 113.000, el 1,15% de la población.

papa Francisco visita la comunidad luterana de Roma 15 noviembre 2015

Francisco saluda a varios fieles en su visita a la iglesia luterana de Roma

Puntos de encuentro

Pero volvamos a las críticas que ha suscitado la decisión papal, solo explicables ignorando hechos históricos muy importantes en este medio siglo. En 1967 comenzó el diálogo católico-luterano. El primer fruto fue el documento común El Evangelio y la Iglesia, al que siguieron otros como Martín Lutero, testigo de Jesucristo, a los 500 años de su nacimiento.

En 1994 se publicó un texto decisivo sobre Iglesia y justificación, en el que luteranos y católicos lograron superar las rupturas causadas por la principal controversia del siglo XVI; le siguió, en 1999, la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, nudo histórico de la discusión teológica, “cuyas divergencias, que aún subsisten, no son consideradas fuentes de división”.

En estos años ha habido muchos gestos de mutuo acercamiento; en todos su viajes a Alemania, Wojtyla mantuvo encuentros con las Iglesias luteranas. Es más, el 11 de diciembre de 1983, Juan Pablo II visitó a la comunidad evangélico-luterana de Roma y presidió –en lo que fue una auténtica primicia histórica– la celebración de unas vísperas. En su homilía dijo: “Nos parece ver surgir desde lejos como una aurora, en este 500º aniversario del nacimiento de Martín Lutero, la llegada de una restauración de nuestra unidad y de nuestra comunidad”.

Benedicto XVI repitió la visita a la comunidad luterana de Roma el 14 de marzo de 2010 y presidió una celebración de la Palabra, en el curso de la cual se pidió al Señor “paciencia, respeto y esperanza en la fe a fin de que realicemos, con confianza y valentía, unos y otros, el testimonio, en una comunión creciente, de tu Evangelio a todo el mundo”.

Ratzinger fue mucho más lejos en su acercamiento a los luteranos durante su tercer viaje a su país natal, en septiembre de 2011. En Erfurt, la capital de Turingia, ciudad muy ligada al Lutero anterior a la Reforma, Benedicto XVI mantuvo un encuentro con el Consejo de la Iglesia Evangélica Alemana. “Como obispo de Roma –reconoció–, es un momento de profunda emoción encontrarme en este antiguo convento agustino de Erfurt. Lutero estudió aquí teología. Aquí fue ordenado sacerdote, contra el deseo de su padre. (…) En este camino, no le interesaba esto o aquello. Lo que no le dejaba en paz era la cuestión sobre Dios, que fue la pasión profunda y el eje de su vida y de todo su camino. ‘¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?’. Esta pregunta penetraba su corazón y estaba detrás de su búsqueda teológica y de toda su lucha interior. Para Lutero, la teología no era una cuestión académica, sino la lucha interior consigo mismo, y esta, después, era una lucha respecto a Dios y con Dios. (…) Esta inquietante pregunta de Lutero debe ser de nuevo, y ciertamente de forma nueva, también nuestra pregunta, no académica, sino concreta”.

“Lo más necesario –concluyó Ratzinger– para nuestro ecumenismo es que, bajo la presión de la secularización, no perdamos casi sin darnos cuenta las grandes cosas que tenemos en común, que son las que nos hacen cristianos y que nos han sido conservadas como don y tarea. Ha sido un error de la edad confesional haber visto sobre todo lo que nos separa y no haber percibido de una forma existencial lo que tenemos en común en las grandes directivas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo”.

Estas afirmaciones de Ratzinger sobre Lutero causaron en su día un enorme revuelo en los círculos reaccionarios, que acusaban a Benedicto XVI de ser el “antipapa” y de que su discurso estaba “lleno de herejías”.

Prevista la firma de una declaración conjunta

Al margen de estas disonancias, que, por desgracia, se han convertido en algo fisiológico dentro de algunos sectores cristianos, el clima general es mucho más positivo y sereno. Prueba de ello es la declaración conjunta firmada, en nombre de la Comisión Internacional Luterano-Católica sobre la Unidad, por Karlheinz Diez, obispo auxiliar de Fulda, y Eero Huovinen, prelado luterano emérito de Helsinki. Su título es de por sí significativo: Del conflicto a la comunión.

En su presentación escriben: “Asumimos como nuestro criterio-guía la doctrina de la justificación, que expresa el mensaje del Evangelio y, por eso, ‘orienta continuamente a Cristo toda la doctrina y la praxis de la Iglesia’ (Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación n. 18)”.

Está previsto que, en el transcurso del inminente viaje a Suecia, el papa Francisco y el obispo Munib Younan, presidente de la Federación Luterana Mundial, firmen una declaración conjunta anunciando un compromiso para una acción en favor de las personas y naciones más necesitadas. Es el ecumenismo de la solidaridad y del trabajo conjunto para curar las llagas de la humanidad herida.

Publicado en el número 3.009 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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