Fernando Filoni: “El futuro de Irak nos interpela a todos”

La Iglesia en Irak, libro de Fernando Filoni, en la BAC

Cardenal, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Fernando Filoni, cardenal prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Entrevista al cardenal Filoni [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA | Ingresó en el servicio diplomático de la Santa Sede en 1981. Sri Lanka, Irán, Brasil, Irak o Filipinas fueron algunos de sus destinos, hasta que en 2007 Fernando Filoni (Manduria, 1946) se convirtió en Sustituto de la Secretaría de Estado, el “número tres” vaticano. Desde 2011, el cardenal italiano es prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, responsabilidad que le permite seguir en contacto con las más diversas realidades. La iraquí la conoce bien, como atestigua su libro La Iglesia en Irak (BAC), que vino a presentar a la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid. Aprovechando su visita a nuestro país, Vida Nueva charló con él de ese y otros escenarios de la misión de la Iglesia en el mundo.

PREGUNTA.- El Domund nos invitaba este año a salir de la propia tierra, como Abraham. ¿Por qué nos cuesta, a veces, ser esa “Iglesia en salida” que quiere el papa Francisco?

RESPUESTA.- La Iglesia ha tenido siempre una conciencia misionera cuya raíz está en Cristo, cuando les dice a los apóstoles: “Id y predicad el Evangelio”. Es una conciencia teológica, histórica, que se ha desarrollado a lo largo de los siglos; pero hoy esta misionariedad tiene características nuevas, que han enriquecido el concepto. Primero de todo, y fundamental, es que la misionariedad es anuncio del Evangelio. Ahí está la tradición de Occidente, de España, que fueron a África, a América, tierras en las que se han desarrollado jóvenes Iglesias, fruto de muchos siglos de trabajo. Aunque estas Iglesias necesitan todavía el primer anuncio del Evangelio y que cuidemos de aquellos que ya lo han recibido.

P.- ¿Cuáles son esas nuevas características a las que aludía?

R.- Hoy debemos usar otras formas. La misionariedad adquiere una dimensión de sociabilidad y de valores. No se puede decir “te anuncio el Evangelio” si después las personas se mueren de hambre, no tienen acceso al agua, un desarrollo social o una casa, viven en extrema pobreza o son obligados a emigrar porque no tienen trabajo. Por ejemplo, no podemos permanecer indiferentes ante una infancia que necesita ser educada. Por eso, la misionariedad siente el deber de, mientras anuncia el Evangelio, construir una escuela, un asilo o un dispensario. Se trata de una misionariedad que tome en consideración toda la realidad, más que una misionariedad del dar y del recibir. África, por ejemplo, no solo es la destinataria del Evangelio o de nuestra atención social. También nosotros debemos estar abiertos a sus riquezas.La Iglesia en Irak, libro de Fernando Filoni, en la BAC

P.- ¿Quiere decir que ha llegado la hora de que “las periferias” evangelicen a la vieja y descreída Europa?

R.- Visité África con Benedicto XVI y ahora Kenia, Uganda y República Centroafricana con Francisco. El papa Benedicto decía que en aquellos países encontraba “la alegría de la fe”. No es una banalidad. En Occidente, no digo que seamos tristes, pero tenemos una concepción de la fe algo intimista, cerrada, personal, autorreferencial, en la que falta cierto sentido de comunidad, de la alegría. Cuando fuimos con el papa Francisco a República Centroafricana, donde todos nos aconsejaban no ir porque la situación era muy delicada, la gente corría al lado del Papa manifestando su alegría. Y le oí al Santo Padre: “Esta es la seguridad del Papa”. Y ese gran entusiasmo y alegría se ven también en el modo de practicar su fe. A nuestra fe le falta esa alegría, ese sentido de fiesta de la comunidad. Estamos inmersos en un secularimo que lo uniformiza todo.

P.- Fue nuncio en Bagdad, ha visitado varias veces el país como enviado papal… ¿Qué futuro le aguarda a Irak? ¿Y a su minoría cristiana?

R.- Hablar del futuro y de la esperanza exige conocer la historia de esta comunidad cristiana con dos mil años, que ha soportado tremendos sufrimientos, pero que tiene una fe enraizada y profunda que no se ha plegado al dictador o a la violencia de turno.
En mi libro he tratado de describir la historia de la comunidad cristina de Oriente Medio, en concreto de Irak. Lo he escrito para que superemos una visión europeísta y eurocentrista, porque solo cuando se conocen y se comprenden estos dos mil años de historia puede uno preguntarse por su futuro. Sería de una enorme pobreza perder esta comunidad, tanto desde un punto de vista religioso como cultural. El futuro no es solo el de estas personas y su derecho a permanecer en su tierra, sino que nos interpela a todos. Son mis hermanos. Y el futuro también debo garantizárselo yo, construirlo yo. El futuro es posible si nosotros también lo construimos.

Primero, la paz

P.- Pero, ¿por dónde empezar en medio de tanta destrucción?

R.- Primero, no hay futuro sin paz. Es fundamental que todos –a nivel social, político, militar…– piensen en términos de paz, no de contraposición. No se pueden usar riquezas como el petróleo para reforzarse militarmente, que era la mentalidad de Saddam Hussein. Y después es preciso ayudarles. Si estamos en un país de mayoría islámica, no se puede pensar que quien tiene mayoría debe tolerar a las minorías. Es un concepto caduco. Hoy se necesita pensar en términos de derechos. Cualquier persona tiene el derecho a vivir en paz y desarrollarse en su tierra, ya sea cristiano, musulmán, yazidí, mandeo, ortodoxo… Para un Estado es fundamental que uno sea ciudadano. Si no cambiamos esto, estaremos hablando siempre en términos de alianzas, de luchas, de opresión… Y debemos hacerlo a nivel político, militar y también religioso, cristiano o musulmán.

P.- Su trabajo en la Secretaría de Estado le permitió seguir la realidad de muchos otros países, entre ellos, China. ¿Está cerca el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Pekín? ¿Veremos pronto un viaje de Francisco?

R.- China es, en cierto sentido, un continente, y no puede quedar fuera de la atención de la Iglesia, que es universal. Y necesita ser –por decirlo de algún modo– evangelizada por los chinos y por todas las realidades eclesiales del mundo. Hay que superar aquello de que China es para los chinos. Esto no es posible en el mundo moderno. Basta ver la economía, las migraciones, las leyes… No es posible tener en cuenta solo la nacionalidad, también a nivel religioso. La experiencia de la Iglesia en China es importante para nosotros, como lo es que llevemos nuestro testimonio al país. Y la Santa Sede no es indiferente. Trabajamos para que se establezcan relaciones. No es fácil, es complejo. La historia, la cultura, los sufrimientos, las divisiones, las incomprensiones… están ahí, y debemos superarlo. Puedo garantizar –no solo yo, sino el Papa y el secretario de Estado– que estamos trabajando para ello. No podemos decir si hoy, mañana o pasado mañana, pero estamos trabajando muy seriamente en ello.

Enganchado al tren de Francisco

Ya desde que Francisco les habló en el cónclave, los cardenales electores adivinaron enseguida su “comprometida personalidad pastoral”, recuerda Fernando Filoni. “Viene de ese ambiente –añade–, no puede ser distinto”, mientras defiende la necesidad de un Papa que “se relaciona con la gente, con la realidad que vive la gente”. Después de haber tenido “grandes papas” como Benedicto XVI y su “visión teológica, social y humana de la Iglesia”, con Francisco nace el concepto de “pastoralidad”. Y el purpurado italiano acude a la imagen del tren para ilustrar este “caminar juntos” con el Papa: “Él es la máquina y después estamos los vagones. Todo lo que podamos hacer es poco por llevar a la gente con nosotros, viajando con el Papa”.

Publicado en el número 3.009 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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