Saborear la fruta en la semilla

Proceso agroecológicos animado por Sembrando paz en Montes de María

Proceso agroecológicos animado por Sembrando paz en Montes de María

 

El compromiso transformador de las iglesias protestantes

La religión ha adquirido multiplicidad de rostros en la historia del país. Jenny Andrea Santamaría, politóloga presbiteriana, ha estudiado con detalle la justificación bajo insignias políticas de la persecución sufrida por las iglesias protestantes durante el desarrollo de la violencia en Colombia. Templos destruidos, pastores asesinados, comunidades victimizadas. El ámbito eclesial ha sido determinado por el conflicto. En reacción a la idea de un alma nacional sustentada exclusivamente en el catolicismo, se abre la necesidad de profundizar la contribución de la tradición reformada en la construcción de la paz.

A inicios de la década de 1990, habiendo sido declarada la libertad de cultos, un sector de las iglesias protestantes promovió la convicción de que la búsqueda de la afirmación de los derechos de carácter religioso pasa por la promoción de la defensa general de los derechos civiles. El país era testigo de una fuerte ola de asesinatos y amenazas, sufridas también por las iglesias históricas. Personas como Ricardo Esquivia comenzaron a hablar de objeción de conciencia, a partir de la tradición no violenta de sus comunidades de fe. En el seno de la Iglesia Menonita se promovieron cursos sobre resolución de conflictos, mediación y construcción de paz, en un tiempo en que dichos temas no eran regulares en las agendas de las organizaciones sociales. Surgió, entonces, Justapaz, un ministerio de dicha iglesia con 25 años de existencia. Espacios para el diálogo permitieron el encuentro en la diversidad y en la diferencia, así como la formación cristiana para ser levadura crítica.

De estos escenarios surgió también la necesidad de apoyar el acompañamiento de los animadores de las comunidades de fe en región. Recientemente, el Alto Comisionado para la Paz, durante una visita al Carmen de Bolívar, señaló que muchos procesos en Montes de María son un ejemplo de lo que significa paz territorial. En buena medida, ello se debe a que lo adelantado en medio del conflicto ha contado con el compromiso de instituciones como Sembrando paz o AIEC, que han estado a lado de los campesinos que volvieron a sus tierras después de sufrir desplazamientos forzados. Instituciones que emprendieron esfuerzos en favor de la generación de estrategias para el fortalecimiento organizativo de las comunidades. En los últimos años, muchas iglesias se han constituido en santuarios de paz en que se fomenta la reconciliación. En su seno han tenido lugar actos de conversión y reconocimiento de responsabilidades por parte de antiguos combatientes, y, de igual modo, gestos de solidaridad en beneficio de huérfanos y viudas, y de parte de éstas hacia sus victimarios. Los informes del Llamado profético, producidos por Justapaz y la Comisión de Paz del Consejo Evangélico de Colombia, documentan no solo casos de violaciones de derechos humanos, sino también experiencias de transformación social, animadas desde la fe.

Al desafío de la observación del cese bilateral y al reto de la verificación de una eventual  implementación de acuerdos entre las FARC y el Gobierno, se suman tareas prioritarias que pastores como Pedro Stucky ponen a consideración de sus hermanos por estos días. Entre ellas se cuentan el desarrollo integral, la opción preferencial por las víctimas y el compromiso con la no violencia. Acciones en las cuales muchos cristianos de iglesias como la menonita o la presbiteriana han entregado décadas de trabajo, advirtiendo el sabor del fruto en la semilla; la cosecha, en lo que todavía debe ser sembrado.

Miguel Estupiñán

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