Las puertas que abre la paz

reconciliacion-colombia

Desde el punto de vista pragmático es mejor la paz que la guerra porque en la nueva historia que inauguran los acuerdos de La Habana puertas que estaban cerradas o apenas entreabiertas se abren por completo.

La que atrae el mayor interés es la puerta de la economía, que Vida Nueva examinó en su edición 141 del pasado mes de abril.

Pero hay otras puertas que abre la paz. Son las que dejan ver el panorama de una Colombia renovada. Ustedes las apreciarán a continuación.

La pregunta se impone: ¿qué les pasará a los menores de edad que las FARC entregaron al ICBF el mes pasado?

Para ellos, ¿se abrió una puerta o un boquete? Los guerrilleros niños que ya habían comenzado su proceso de reintegración tienen parte de la respuesta. Este, que habló con El Espectador, llegó a su colegio en donde a él y a otros compañeros de reinserción les habían asignado un salón especial porque debían actualizar y nivelar conocimientos (12-09-16). Después de unas semanas de experiencia, para ellos fue evidente que había rechazo, discriminación: “ese era guerrillero, ¿a cuánta gente habrá matado?”. Otras veces eran las burlas, las risas sofocadas, la agresión verbal. Estaban sometidos a vigilancia. ¿Cómo hablan? ¿De dónde vienen? ¿Cuáles son sus amigos? “Los miraban como seres distintos. En otros casos era manifiesta la curiosidad, la avidez por escuchar sus historias de la guerrilla. Hasta que se dieron cuenta de que toda la hostilidad procedía de los padres de familia que los veían como influencias peligrosas para sus hijos”.

Entre 1999 y 2015, 5.650 niños y adolescentes fueron atendidos por Bienestar Familiar. Cuando investigadores del Politécnico Grancolombiano les hicieron seguimiento a 10 de estos desmovilizados, tuvieron la percepción de rechazo, burlas, señalamientos y soledad con que eran recibidos.

¿Seguirían así las relaciones de estos exguerrilleros o exparamilitares con la escuela? Todo dependerá de que las posibilidades de este regreso a la sociedad encuentren un clima propicio. Tal como lo describen estos nuevos estudiantes, el escenario en que se mueven es el de la continuación de la guerra. Pero esto puede cambiar.

La escuela del postconflicto

withonefEn un ejercicio pedagógico con educadores de distintas partes del país se escucharon propuestas para una escuela del postconflicto, que resultaron ser unas formas de aprovechar pedagógicamente la oportunidad que ofrece la nueva situación de postconflicto. Resumidas, esas propuestas fueron:

1) Someter a crítica y examen la mirada sobre el otro. La mirada actual puede ser la raíz de resentimientos, rabias, exclusiones de los demás. El cara a cara con el que hasta ayer se miró como enemigo es un hecho saludable si existe la voluntad de corregir la mirada.

2) Renunciar a las verdades absolutas que nos vuelven ciegos y sordos a cualquier opinión diferente. Considerar provisorias todas las verdades logra un doble efecto positivo: predispone para seguir investigando y acerca a las otras personas. Una causa de conflictos es la verdad absoluta, de por sí excluyente, que convierte a quien la cultiva en juez implacable de los otros.

3) El diálogo en plano de igualdad se convierte en el instrumento de una búsqueda permanente de la verdad y afina el arte de discutir para enriquecer el conocimiento.

4) Mirar de otra manera los desacuerdos que se descubren como oportunidad para ampliar los conocimientos. Así las discrepancias se convierten en oportunidad para conocer otros puntos de vista de modo que lo negativo se convierte en positivo que consolida la vida en paz.

5) Cultivar ideas fuerza como: a. La perspectiva histórica de los hechos, para entenderlos. b. Fortalecer los vínculos de los estudiantes con los demás mediante propuestas para mejorar la vida del colegio. c. Integrar las disciplinas en áreas, subrayando sus elementos comunes y los intereses que vinculan a profesores, padres de familia y alumnos.

6) Comunicar los sentimientos que despiertan hechos del pasado o del presente; esto permite la empatía, esa capacidad para sentir lo que otros sienten o pudieran sentir; actitud indispensable para corregir la actitud distante o indiferente frente a los demás.

7) Estimular la actitud de cuidado para con los más pequeños y débiles. El cuidado crea el clima propicio para la convivencia con más eficacia si se fomenta con hechos más que con discursos; y es una forma de prevenir el matoneo en la escuela.

Estas son prácticas que contribuyen, en la escuela, a la creación de una nueva cultura; una de las puertas que abre el postconflicto.

Cuando el postconflicto llega a la empresa

Rebosante de satisfacción, el exguerrillero me contó que había terminado su curso en el SENA y que tenía trabajo. Él y su esposa trabajaban duro para asegurarle un futuro a su pequeño hijo de tres años. Me dio a entender que su etapa guerrillera había quedado atrás y que ahora vivía para el futuro. En las semanas siguientes encontraría la misma decisión en exguerrilleros y antiguos paramilitares que hacen parte de los 49.000 desmovilizados atendidos por la Agencia Colombiana para la Reintegración. Ese número se está agrandando en estos días con la masiva integración de los guerrilleros, que, sin embargo, plantean un agudo y concreto dilema: o son aceptados o son rechazados por la sociedad colombiana.

Fue alarmante a fines del año pasado el resultado de una investigación hecha sobre una muestra de 135 compañías a las que se les preguntó si aceptarían contratar a desmovilizados. Sólo 20 respondieron que lo harían.

Este año el Centro Nacional de Consultoría adelantó la encuesta Reconciliación y Paz en que, ante un sector más amplio de la población de 47 municipios, se hicieron 977 encuestas en las que se incluyó la pregunta: “si usted fuera empresario y tiene la oportunidad de contratar excombatientes, ¿lo haría?”. El 26% respondió que los vincularía, pero manteniendo en secreto su pasado; el 61% respondió que los vincularía y que invitaría a sus trabajadores a acogerlos. O sea que el 87% estaría dispuesto a darles trabajo, no como una dádiva, sino como una buena inversión.

Expertos citados por la investigadora Ángela Constanza Jerez en su trabajo de Maestría para la Universidad de los Andes afirman que “estos muchachos tienen muy arraigados los sentidos de la disciplina, del orden, del respeto, la obediencia y la pertenencia” (Cf. Vida Nueva 140).

A la vez que el postconflicto les abre a los excombatientes la puerta hacia un mundo distinto del que podían observar desde la selva, para Colombia se abre un nuevo horizonte ancho de oportunidades, con la vinculación de estas personas a la actividad laboral, pero más importante que eso es la nueva actitud de tolerancia que aprenderían empresarios y trabajadores. Esa sería una oportunidad enriquecedora de adquisición de valores ciudadanos.

El cambio de la política

macrorrueda.reconciliacioncolombiaLos mayores porcentajes de rechazo a los cambios del postconflicto se dan ante la posibilidad de que los exguerrilleros formen partido político y de que puedan obtener curules en el congreso o cargos de dirección. De hecho, la oposición decoró hace unas semanas sus curules con imágenes de los guerrilleros con el pecho cruzado, no por las cananas, sino por la banda tricolor de los presidentes.

El razonamiento elemental del ciudadano común es que se trata de delincuentes y criminales que no deben recibir ni el honor ni la responsabilidad de los cargos públicos.

Contradice ese pensamiento el hecho de que antiguos guerrilleros han desempeñado cargos públicos, como Antonio Navarro, antiguo integrante del M-19, calificado como el mejor alcalde del país por su desempeño en Pasto, el mejor gobernador después de su paso por la Gobernación de Nariño y el mejor congresista por su período de senador.

Conocedor de los procesos de paz en Centroamérica y en Suráfrica, el escritor inglés John Carlin asegura: “una vez que la gente llega a los acuerdos de paz y se firman, la normalidad política se hace rápidamente”. Agregaba: “la experiencia de otros países es que se puede llegar a una nueva realidad y a la convivencia política a una velocidad inimaginable” (Cf. El Tiempo 31-06.16, p. 3). Contra lo que prevén los esquemas simplistas, el ingreso a la actividad política de esta nueva fuerza, en vez de restar, suma, porque introduce una nueva dinámica renovadora. Aun si se limita a sacudir unas estructuras anquilosadas o dormidas dentro del sopor de lo rutinario. Se prevé, en efecto, como consecuencia buena de los acuerdos, que partidos y políticos tendrán que sacudirse y activarse.

Decía el jefe negociador Humberto de la Calle: “la política después del acuerdo va a ser más ideológica y más radical. Eso puede producir un fenómeno interesante, va a ingresar una fuerza radical que es un desafío para los partidos tradicionales, porque la respuesta de estos ya no va a ser el clientelismo; van a tener que preguntarse cómo ganarles a las FARC en democracia, y eso va a exigirles soluciones de verdad para la gente” (Cf El Tiempo 23-08-16 p. 13).

Resulta claro, además, que las FARC tendrán que apelar al potencial electoral de las zonas en las que han ejercido su influencia como autoridades alternas. Esto significará la incorporación de nuevos electores que, procedentes de los estratos más bajos de la población y de unos sectores tradicionalmente silenciados e inactivos políticamente, oxigenarán con nuevas voces el debate político.

Esa renovación política es otra de las puertas que abrirá el postconflicto.

La política agraria

www.mds.govCuando en la mesa de La Habana se discutían los cambios que deberá tener la propiedad de la tierra en el futuro, el ministro de agricultura Juan Camilo Restrepo escribió: “ahora hay una oportunidad preciosa para la paz: encontrar una solución equitativa y sostenible al que, quizás, es el problema más delicado del país: el de la tierra, en todas sus expresiones” (Cf El Espectador 13-10-14, pág. 10 y siguientes).

Concluidas las conversaciones de La Habana, el acuerdo admite que “para reversar los efectos del conflicto en el territorio e impedir que el conflicto se repita, se deben cambiar de manera radical las condiciones sociales y económicas en las zonas rurales de Colombia”.

A pesar de los intentos para impedir el cumplimiento de este propósito, en el momento de la firma de los acuerdos ya se había tramitado el 22% de las 88.640 reclamaciones de restitución. El 50% de esas solicitudes está en territorios bajo conflicto armado y deben contar con la autorización militar antes de llegar a manos de los jueces agrarios. Lo cual indica que el acuerdo del fin de las acciones armadas acelerará esos procesos y este será uno de los efectos del postconflicto.

La idea es que en los próximos diez años el fondo de tierras previsto en los acuerdos tendrá 3 millones de hectáreas para devolver la tierra a quienes los perdieron en la guerra. Aspira esta reforma a superar la pobreza y la desigualdad en el campo, el regreso de los desplazados y el trabajo en paz para los agricultores.

El acuerdo prevé más crédito, asistencia técnica y más apoyo para la comercialización de la producción agraria; a los poseedores informales de la tierra se les formalizará su posesión y mediante un programa especial se les asegurarán programas de salud, trabajo digno y vivienda, construcción de vías, electrificación, distritos de riego y drenaje y acceso a la tecnología digital.

El cumplimiento de este propósito le asegurará al país autonomía alimentaria y la posibilidad de exportar. Esta inclusión de la población campesina, junto con la integración de las regiones, eliminará causas y efectos de la violencia armada, como la concentración de la propiedad de la tierra y la desprotección del campesinado.

Es este, quizás, uno de los más ambiciosos objetivos de los acuerdos de La Habana, pero el que más oposición encuentra. La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas y la Unidad de Restitución de Tierras han denunciado esos ataques de grupos ilegales y de sectores políticos que han visto afectados sus intereses. Como ha sucedido a lo largo de la historia nacional, los propietarios de tierras, sobre todo los que las obtuvieron ilegalmente, se han opuesto a cualquier intento de reforma agraria. Hoy acusan de guerrilleros a los campesinos que reclaman sus tierras, amenazan a los jueces agrarios y serán en el postconflicto los mayores obstáculos para el cambio de la propiedad agraria.

Según el director de la Unidad de Restitución de Tierras, hay en su oficina más de 700 denuncias de víctimas amenazadas por reclamar sus derechos territoriales. Abre, pues, el postconflicto una ancha posibilidad de cambios en la economía y en la vida del campo colombiano. También es cierta la posibilidad de una de las mayores frustraciones nacionales, si terratenientes y opositores logran impedir el viraje radical que el campo necesita.

Reconciliación y perdón

Su cercanía con Nelson Mandela y su conocimiento del proceso que culminó con la paz en Suráfrica le dan autoridad al escritor John Carlin cuando afirma que “el perdón es el tema más importante de un proceso de paz, antes que los detalles técnicos de la entrega de las armas” (Cf. El Tiempo 31-08-16).

En efecto, todas las puertas que abre un proceso de paz se mantienen abiertas cuando hay perdón. Se cierran cuando el odio mantiene su imperio. “Para que los procesos de paz progresen, debe haber un elemento de perdón”, observa Carlin, quien, sin embargo, reconoce que es un paso difícil para mucha gente, sobre todo “la que ha vivido en carne propia los horrores de la guerra”. Así lo sintieron los testigos del dramático encuentro de cinco horas entre los negociadores de la guerrilla y los familiares de los diputados del Valle, asesinados por la guerrilla cuando estaban secuestrados. El tono inicial del encuentro lo dio Carolina Charry, hija de Carlos Alberto Charry, una de las víctimas. Ella fue la primera en presentarse: “soy la hija de Carlos Alberto Charry, al que ustedes asesinaron”. Un disparo en aquel salón no habría resonado tanto como esas palabras en las que había dolor, rabia y una gozosa satisfacción de poderlas decir frente a frente y mirando a los ojos de los jefes guerrilleros. Para entonces, todos lloraban. La lectura de una carta de la hija de uno de los diputados matizó la descarga emocional. “A pesar de no ser completamente feliz, estoy segura de que lo mejor es perdonar para poder avanzar”. Los guerrilleros estaban sentados al frente y no disimulaban sus lágrimas. Después manifestarían su pena y vergüenza por algo que no debió suceder y pidieron perdón. Prometieron que en Cali pedirán perdón a las familias de los diputados y a la sociedad del Valle del Cauca.

En esas tensas cinco horas se construyó un acuerdo sobre el pasado, así llamó al perdón Frederik de Klerk, el surafricano que junto con Mandela logró la paz de su país. “Hay que dejar de odiar. El perdón significa ceder ante la retribución”, dijo (El Tiempo 02, 06, 13. p. 2).

Con un realista sentido de la vida diaria, el expresidente uruguayo, José Mujica, refiriéndose al conflicto colombiano dijo que “hay cosas que no tienen reparación y, sin embargo, hay que seguir andando porque todos los días amanece”. Ese mismo sentido común es el que está demostrando que para el país el peor depósito es el del odio y la más productiva inversión es la del perdón.

La encuesta del Centro Nacional de Consultoría para la Corporación Reconciliación Colombia demostró que hay una voluntad mayoritaria de reconciliación. El ejercicio hecho en 43 municipios obtuvo datos reveladores: el 73% de los encuestados estuvo de acuerdo en que los desmovilizados excombatientes compartan colegio con sus hijos y el 61% recibiría a un excombatiente para trabajar en su empresa o negocio.

La conclusión a que ha llegado Joshua Mitriotti, después de sus gestiones con empresarios para darles empleo a los reinsertados en la Agencia Colombiana para la Reintegración, es que “existe un ambiente favorable para el diálogo y de fortalecimiento del ejercicio de reconciliación en el ciudadano de a pie”.

Este ciudadano está entendiendo que el perdón y la reconciliación se volverán un buen negocio para su país. El 22% de ellos cree que favorecerá el desarrollo social y la reducción de la pobreza; el 21% cree que aumentará las oportunidades de trabajo y para el 13% la reconciliación es un factor que disminuirá la delincuencia y dará más seguridad.

Y cuantos han seguido con sorpresa acciones de perdón como la de Constanza Turbay a Iván Márquez, o la dramática petición de perdón de Pastor Alape entre las ruinas del templo de Bojayá, no tienen duda. Estos gestos de paz son más convincentes y eficaces que la dejación de armas o la concentración de los combatientes en las zonas asignadas en los acuerdos. Cuando a la petición de perdón sigue el de perdonar se le abren al país las puertas de un futuro despejado de odios. Que es tanto como comenzar una historia nueva.

Javier Darío Restrepo

Compartir