Artesanos de futuro, constructores de presente

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Cáritas celebra 60 años reiterando su compromiso con las organizaciones de base

Para descubrir el liderazgo como una de sus cualidades distintivas, Carmenza Álvarez ha debido andar un largo camino. A inicios de la década de 1990, uno de sus hijos, quien para entonces tenía 9 años, fue reclutado por las FARC. Logró recuperarlo, yendo al campamento a donde había sido llevado y exigiéndole a alias Karina que se lo devolviera. Cuando fue asesinado el dueño del restaurante que atendía en la vía hacia Medellín, Carmenza se vio obligada a desplazarse a Quibdó, con su familia. Vivió en la capital del Chocó hasta cuando comenzaron a correr rumores de que esa región sería ocupada por paramilitares. Se fue para Turbo, pero la violencia no tardó en alcanzarla en el puerto.

A la orilla del llanto, guarda silencio por un rato. Recuerda. Luego retoma la conversación para contarme cómo empezaron a cambiar las cosas en su vida. Compara su lucha con la lucha que implica cruzar un océano: “si no empezamos, no lo vamos a hacer nunca”. Con algunas vecinas, comenzó a realizar convites de solidaridad en beneficio común. Se unió a la junta de acción comunal de su barrio, de la cual llegó a ser presidenta con el tiempo. Resultado de sus primeras gestiones fue la renovación de la escuela del sector: la construcción de dos nuevos salones, una batería de baños y un comedor. Debido a su participación en una capacitación para líderes comunales, se convirtió en un referente para organismos de ayuda en el Urabá. Enfocó su trabajo en el acompañamiento a mujeres víctimas de la violencia, que, como ella, buscan el reconocimiento de sus derechos. En esa línea, hoy hace parte de una organización local y de una plataforma a nivel nacional.

Es miércoles 21 de septiembre. Estamos en el Hotel Casa Dann Carlton, de Bogotá. Carmenza es una de las asistentes a la celebración con motivo de los 60 años de Cáritas en Colombia. La institución eclesial ha prestado ayuda a muchas organizaciones como la suya, que con su trabajo dan testimonio acerca de en qué consiste hacerse hoy artesano de la paz.

Mons. Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, inicia su intervención diciendo que la fe en Dios y la injustica no compaginan. Según el arzobispo de Tunja, el posconflicto exige la construcción de un nuevo país, sustentado en un cimiento ético, uno cultural y otro espiritual. Compasión, reconciliación, respeto y confianza son parte de los valores que deben promoverse de manera prioritaria en el nuevo tiempo.

Raúl Rosende, de la ONU, reitera que el organismo cuenta con la colaboración de Pastoral Social para los procesos de observación y verificación en caso de una eventual fase de desarme de las FARC. Gerardo Gómez, de OCHA, advierte sobre una posible reconfiguración del control territorial en zonas con presencia de otros grupos armados.

DSC03854Más de 300 personas ocupan la sala. Provienen de todas las regiones del país. El centro de la jornada consistirá en la exposición de iniciativas de construcción de paz que tienen lugar a lo largo y ancho del territorio nacional. Entre ellas se encuentran los costureros de la memoria, que hacen de un proceso terapéutico un ejercicio político entre personas que han sido golpeadas por el conflicto. Es el caso de Lilia Yaya, cuyo padre era miembro de la Unión Patriótica y fue asesinado como consecuencia de un crimen de Estado. Según explica, los costureros de la memoria son una forma de resistencia al olvido. “Necesitamos que el país conozca estos sucesos en nuestra historia, que no se han dado a conocer”.

Otra de las iniciativas se desarrolla en el campo de la Pastoral de la Tierra y cuenta con el trabajo del padre Carlos Bedoya Restrepo en Santa Fe de Antioquia. El proyecto invita a los campesinos a desarrollar la agricultura de manera orgánica; capacita en manejo de suelos, autoabastecimiento y comercialización, así como en la conservación de las semillas nativas y en la producción de productos para una economía solidaria. Se nutre del magisterio ambiental del papa Francisco para la promoción de una espiritualidad del cuidado y forma en la incidencia y en el diseño de planes de desarrollo a nivel veredal. Según el padre Bedoya, una eventual implementación de los acuerdos suscritos por el Gobierno y las FARC requerirá de la participación activa del campesinado.

Dicha actitud es la que están aprendiendo a desarrollar los niños y jóvenes que se benefician con el proyecto En la jugada, una iniciativa que en la actualidad se adelanta en Corinto, Cauca, y que al igual que las experiencias precedentes cuenta con el apoyo de Cáritas. A través del arte y del deporte, los niños y jóvenes campesinos definen acuerdos de convivencia que les permiten desaprender comportamientos de violencia enquistados en sus comunidades. Hace dos años que no hay confrontaciones armadas ni tomas en la región. Se espera que un panorama distinto permita a la población infantil y juvenil distanciarse por completo de la guerra y de las dinámicas que genera el narcotráfico. Proyectos como este se fundamentan en la idea de que los niños y los jóvenes no son el futuro sino el presente de la construcción de un nuevo país. Un desafío que requiere del liderazgo de las comunidades y de la contribución de personas como Carmenza, capaces de atravesar océanos.

Miguel Estupiñán

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