Antonio Spadaro. Escritor

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Spadaro: versión o testimonio de Francisco

Hace doce años comenzó a escribir en una de las publicaciones periódicas más antiguas de Italia y la de mayor influencia en la Iglesia; su actividad periodística le valió el premio de periodismo en Caserta; Benedicto XVI lo nombró consultor del Consejo Pontificio de la Cultura y después consultor para las comunicaciones sociales; es coordinador de las actividades culturales de la Compañía de Jesús en Italia; llegó a ser mundialmente conocido desde que, al principio de su pontificado, Francisco, superó su renuencia a las entrevistas de prensa y se sentó con él, durante tres tardes seguidas, de donde salió la más completa y reveladora entrevista del Papa, en la que los medios de comunicación del mundo descubrieron el especial carisma de Francisco con la comunicación.

Todos estos títulos no le quitan al jesuita Antonio Spadaro ni la serenidad ni el apetito. Lo tengo frente a mí, al otro lado de la mesa, mientras lo veo trinchar, con habilidad de cirujano, un lomo cubierto de salsa. Se ha servido una copa de vino tinto que toma a pequeños sorbos mientras responde mis preguntas y las de Miguel Ángel Estupiñán, el redactor jefe de Vida Nueva.

Le acabo de preguntar si el papa Francisco dispondrá del tiempo que necesita para culminar la profunda reforma de la Iglesia que se ha propuesto.

—El Papa no repara en el tiempo, porque sabe que no depende de él sino de Dios –responde–. Él no pone un límite a su pontificado. No piensa en que se va ir a una cierta edad, sino que piensa en un proceso; y no se va a ir hasta el proceso que ha comenzado no sea irreversible; el problema del tiempo no lo pone, el tiempo es de Dios. Mira el ejemplo de Juan XXIII, quien empezó un proceso extraordinario. No tenía el tiempo, se fue antes; pero el proceso continuó.

—Eso me plantea dos problemas. —le digo—. Primer problema, bastante pedestre, la salud del Papa. Tal como usted lo ve y lo ven en el Vaticano, ¿es una salud frágil?

—No, es una salud resistente. El Papa está muy bien. Se cansa, pero tiene una gran capacidad de trabajo. Lógico en una persona de ochenta años. Tiene una capacidad de recuperación rápida; se cansa, descansa y sigue.

—El segundo problema: hasta estos lares nos llega la noticia de una oposición que es muy agresiva. ¿Esa oposición tendrá la fuerza suficiente como para frenar cualquier intento de reforma?

—No, porque el Papa es muy sereno, no se turba con la oposición. Él me ha dicho que va adelante con esto; y desde que fue electo siempre sintió paz y consolación. Se confía mucho en el proceso, porque no es suyo, sino de Dios. Y las oposiciones están, pero no son como parecen. Hacen mucho ruido, pero son siempre las mismas personas, y no bloquearán el proceso de reformas iniciado por Francisco.

—¿Se ve en este momento alguien que pueda ser su sucesor y que pueda conducir el proceso?

—El Papa respondería que esto hace parte del futurible y el futurible es del demonio.

Mi interlocutor podría parecer frío: el tono de su voz que no se altera hasta sonar monótona; el rostro sin emociones; detrás de sus gafas de profesor universitario no se perciben los brillos delatores de emociones y cada palabra parece escogida con deliberación. Es la huella que ha dejado el ambiente y el estilo del Vaticano; pero no se percibe el frío calculado del diplomático, más bien me parece sentir la precisión del investigador.

Antes de conversar con él había seguido su entrevista con el teólogo dominico Jean-Miguel Garrigues en la que hizo referencia al sector opositor en el último sínodo, y creí ver una indignación contenida cuando le confiaba a su entrevistado: “observo con preocupación que personas y grupos se expresan con acentos violentos, agresivos y explosivos. Les ha molestado que personas básicamente buenas se puedan encontrar en situación irregular” (respecto de la vida matrimonial).

¿Por qué rechaza, casi instintivamente, el simplismo de los periodistas que, sin más, lo presentan como el intérprete y vocero del Papa? “No existe ninguna formalidad ni tarea especial”, le respondió al entrevistador argentino en Buenos Aires. Es como si se protegiera del poder que emana de la figura papal. Al hablar del poder, su discurso no solo coincide con el de Francisco, es, además, su propia percepción.

—Eso me lleva a una pregunta que tengo atragantada. —le digo—. Yo leo al Papa, sigo con apasionamiento todas las etapas de la reforma de la Iglesia y llego a una conclusión que no sé si será exacta. El Papa quiere una Iglesia sin poder. ¿Eso es correcto?

—Sin poder mundano —responde Spadaro—. El Papa tiene una visión no constantiniana de la Iglesia, donde la Iglesia no es el soporte del vencedor. Él la vive de manera evangélica.

—¿Y la Curia romana puede sobrevivir sin poder?

—La Curia romana está llamada a una conversión que el Papa está animando. La Curia romana es un instrumento de servicio. La Iglesia no se puede regir sin este instrumento de servicio. Es necesaria una reforma de la Curia.

—Porque el Vaticano II había previsto un cambio de esa línea vertical en el poder por una línea horizontal. Dentro de esa línea horizontal está la incorporación más efectiva del episcopado y de las conferencias episcopales…

—Sí. Exactamente.

—Sin embargo, todavía se mantiene esa concentración de poder en una persona: el Papa. ¿Está previsto alguien cambio en ese sentido?

—Leyendo su magisterio se ve cómo el Papa ha incorporado en su discurso afirmaciones de muchas conferencias episcopales; en Laudato si’ incluye incluso afirmaciones del patriarca Bartolomé. Esto es un signo muy fuerte; porque cree en un desarrollo fuerte de la sinodalidad. La sinodalidad es una de las cuestiones hoy. Porque si en un momento la mayoría de obispos eran europeos o ligados a la Iglesia europea, ahora ya no es así. Algo que le hace bien a un obispo neozelandés, por ejemplo, puede ser considerado herético para un obispo africano. Yo estuve en los dos sínodos como miembro nombrado por el Papa y he participado como miembro pleno. He escuchado y me he dado cuenta cómo no es fácil vivir la sinodalidad. El Papa se muestra más avanzado que los demás obispos. Es necesario comprender esto adentro de un mismo proceso.

—Entiendo que teológicamente eso es claro. Pero esa traducción de lo teológico a lo estructural en la Iglesia es mucho más lenta.

—Por el tiempo.

Francisco y un grupo de obispos durante una visita Ad Limina.

Francisco y un grupo de obispos durante una visita Ad Limina.

—¿A este nivel qué tendríamos?

—La estructura cambia como conclusión del proceso. Lo primero es el cambio interior. Este proceso avanza con una conciencia clara de parte de Francisco: él no quiere la reforma de la Iglesia, sino que Cristo esté en el centro de la Iglesia y después la reforme. Es una visión muy cristocéntrica. Él no quiere ser un revolucionario ni un reformador, pero quiere la conversión. Porque es Cristo quien desde adentro convierte la estructura. Una visión espiritual de la reforma. Por ejemplo, un elemento importante, dentro de la reforma de la Iglesia se da la reforma de la Curia…

—¿Qué va primero?

—Claramente el proceso de reforma de la Iglesia contiene la reforma de la Curia. Pero la reforma de la Curia no significa simplemente agregar congregaciones, sino cambiar el significado. Por ejemplo, actualmente, las congregaciones comunican una visión de la Iglesia compartimentada: laicos, obispos, sacerdotes… Una visión de la vida concentrada en el nacimiento y no en la muerte. La reforma de la Curia está conectada a una visión distinta del pueblo de Dios, de la vida humana.

—Me parece ver que dentro de la política del Papa, para darles más voz a los obispos viene eso que ha sido muy notorio: la creación de comisiones. ¿Son un mecanismo que él utiliza para darles más voz a los obispos?

—Sí. Pero la cuestión no es darles importancia a las comisiones sino a que las personas se encuentren y se expresen. Cuando el Papa viaja al exterior siempre quiere encontrarse con los obispos de las conferencias episcopales, pero no quiere dar discursos ni escuchar discursos; sino una conversación abierta, libre, pero con puertas cerradas. Yo he asistido a algunas de estas conversaciones. Son muy directas. El Papa responde sin hojas, directamente, como señal de una verdadera colegialidad.

En este momento queda sobre la mesa un tema candente, de esos que antes se manejaban con pinzas; hoy no, porque aunque infrecuente, el caso de obispos en conflicto es ampliamente conocido, de modo que no se necesita temeridad para preguntar: ¿el mecanismo de selección de los obispos a través de los nuncios, está en examen?

—En América Latina constantemente se están haciendo quejas sobre obispos que han sido postulados por los nuncios apostólicos. —le digo—. ¿Ese mecanismo para seleccionar a los candidatos a obispos será cambiado?

—Sí. El Papa ya ha escrito sobre esto. En la elección de los obispos el criterio de la ortodoxia no sería un criterio suficiente, es importante la capacidad pastoral, vivir la cercanía…

—Eso implicará un cambio muy profundo, porque tienen más mentalidad de príncipes que de pastores…

—Sí. Pero no se debe ver este proceso como un cambio de negro a blanco. La Iglesia tiene muchos obispos que son óptimos, que son pastores. Se tendría que dar a conocer la capacidad pastoral de los obispos.

—O sea que vuelve el tema del ejercicio del poder, y de ver el episcopado como un ejercicio de poder. ¿Ese criterio cambia radicalmente?

—Hay que ver qué se entiende por poder. Por ejemplo, el Papa perfectamente es consciente de su ministerio petrino y sabe que esto significa desarrollar un poder, pero un poder al servicio del pueblo de Dios. Y el obispo no pierde su poder episcopal, entendido como servicio. Pero hay que ver cuál es la lógica del poder. Hay que convertir el poder.

—Es decir, el poder exorcizado por el servicio.

—Sí, exactamente.

—Todos los demonios del poder…

—Por ejemplo, la gran popularidad del Papa es un poder. El Papa lo sabe. El punto es cómo ejercer ese poder.

—Sí, ese es un poder sano, porque está al servicio de la gente…

—Es un poder paterno, una autoridad paterna; que sabe conducir, guiar.

—Dentro de esas comisiones creo que la última es la que tiene que ver con el tema de las diaconisas. Los impacientes de la Iglesia –soy uno de ellos– pensamos que ese es un camino para llegar al sacerdocio de la mujer…

—No.

—¿Por qué no?

—El Papa ha dicho que no es esta su intención. Pero yo no me atrevo a decir mucho al respecto, porque no lo conozco tanto. Habría que preguntarle a una mujer. El Papa sostiene que no es el sacerdocio el camino de la realización de la mujer en la Iglesia, pero no es el argumento que lleva a Francisco al sacerdocio femenino.

—¿Hay algún argumento sólidamente teológico que se oponga al sacerdocio de la mujer?

—Aquí habría que preguntarle a un teólogo especialista en el tema. Ciertamente es un argumento de tradición.

—Hay otro tema del cual usted es especialista. A uno lo preocupa ver que toda la tecnología y la cultura digital es, desde luego, una cultura para la comunicación, sin embargo, la utilización que se está haciendo de esa cultura aísla a las personas y está trayendo una nueva ola individualista sobre el mundo. La gran tarea de la Iglesia sería una pastoral, una evangelización de lo digital, para que lo digital lleve a la comunión. ¿Conoce ejemplos de acción pastoral en ese sentido?

—Muchas. Porque internet no es un instrumento, sino un ambiente. Se puede vivir en este ambiente bien o mal. La red puede aislar o conectar a las personas. Hoy es imposible imaginar el mundo sin internet. Nos ha ayudado a comunicarnos en grandes distancias; a compartir pensamientos, ideas; y ha supuesto un impacto en nuestra manera de pensar. Como la teología es pensar la fe, supone la pregunta por cómo la tecnología impacta nuestra manera de pensar la fe. Este es el gran desafío. La red puede unir o dividir. No podemos dejar la responsabilidad en manos de la tecnología.

Durante una visita papal

Durante una visita papal

—En los últimos mensajes del Papa el día de las comunicaciones se ha referido a la necesidad de que esta tecnología esté al servicio, no tanto de la conexión, sino de la comunión.

—La conexión no es de por sí comunión; pero no hay comunión si no hay conexión. La tarea del cristiano es ayudar a que las redes sean un lugar de comunión. No sirve criticar a las redes por el peligro que traen. Es necesario saber los recursos que ofrecen.

—¿Los obispos se preocupan por ese tema?

—Desde hace mucho tiempo hay preocupación de los obispos acerca de este tema. Yo he participado en dos reuniones de obispos brasileros. Me ha emocionado cómo los obispos les han pedido a jóvenes de 15 años que hagan de profesores, para entender cómo funcionan las redes. Y han pedido a expertos formación global sobre el significado de las redes en nuestros días. Hay un interés. El Pontificio Consejo de las Comunicaciones ha desempeñado un importante papel en esto.

—¿Qué reacción se ha producido en el mundo a partir de los tuits del Papa?

—He visto una reacción muy importante, porque Twitter expresa una gran sabiduría de manera concisa y en poco espacio, y esto es accesible para la gente. Estamos asistiendo con Francisco a un gran éxito en las redes sociales.

La conversación ha transcurrido lenta y serena con la parsimonia que imponen los platos del almuerzo. Miguel Ángel aprovecha el momento relajado del café para plantearle a nuestro invitado:

—¿Qué contribuciones ha hecho Francisco a la comunión con las iglesias protestantes?

—El Papa quiere hacer las veces de líder cristiano y apoyar todo lo que contribuya a la comunión. Está muy abierto al diálogo, no solo con las iglesias protestantes; también con los pentecostales. Esto es muy importante. El Papa quiere ser un ministro de comunión.

—Usted habla de la necesidad de vivir bien en un tiempo digital. ¿Qué tiene la fe cristiana como una contribución a ese vivir bien en el mundo digital?

—La red es un evento de importancia mundial. Es difícil no leer teológicamente la red, por su impacto en toda la humanidad. Ahora, la pregunta es cuál es la vocación de la red en el proyecto de Dios sobre la humanidad. El cristiano debe ayudar a que sea lo que tiene que ser. Esta es la tarea del cristiano.

—En un mundo después de la cristiandad, ¿qué se le pide a un teólogo?

—Entender el mundo y buscar cómo está Dios en el mundo, para seguir sus obras. Pero esto no es posible si no se conoce el mundo.

—¿Ha tenido la posibilidad de examinar la situación de la prensa católica en el mundo? ¿Qué le diría a los periodistas sobre lo que se debe o no hacer? —retomo—.

—Puedo decir lo que yo estoy haciendo. Yo entiendo que una revista de cultura como la Civiltá Cattolica debe abrirse a la cultura del mundo, por ejemplo, si voy a escribir sobre el conflicto o la paz en Colombia, puedo encontrar un especialista en Italia, pero prefiero un especialista de Colombia. Esto a veces crea un problema cultural, porque las categorías de un país no son iguales a las de otro. Pero yo creo que un lector debe ser provocado. La prensa católica debe provocar. El mensaje del Evangelio no es un mensaje pacificador, es un mensaje que pone en crisis. La prensa católica no debe tranquilizar la conciencia, sino inquietarla. Cuando una prensa católica organiza todo como un paraíso, todo bien ordenado…

—Usted dice que prefiere la palabra conflicto a la palabra síntesis —interviene Miguel—. ¿En el caso del periodismo cómo lo concibe?

—El periodismo debe hacer síntesis, pero no debe matar el conflicto.

DSC03806En esos días hablábamos en el consejo de redacción de la revista Vida Nueva sobre la presencia de la apologética y recordaba yo una expresión del Papa rechazando esa tendencia a utilizar la apologética. Es decir, un periodismo a la defensiva cuando tiene muchas más cosas para ofrecer.

—¿Cuál es su pensamiento sobre el uso de la apologética en el periodismo religioso? —Le pregunto a Spadaro—.

—Depende de cómo es hecha. Algunas veces es útil. El problema es no ser ideológicos. Algunas veces puede servir la apologética. Pero es importante que la prensa católica no esté a la defensiva. Es lo que hace Francisco.

La pregunta con que iniciaría cualquier reportero colombiano se me ha quedado para el final:

—Cuando el Papa cambió la fecha para visitar Colombia y la pasó para 2017 tuve la sensación de que no quería involucrarse en las discusiones que tenemos aquí para la paz, sino quería estar por sobre eso. Eso se me viene a confirmar después cuando le proponen que intervenga en la constitución de un tribunal. ¿Mi pensamiento es correcto?

—Yo pienso que el Papa quiere hacer de Papa y no de un hombre político. No quiere determinar la política interna de los estados, pero quiere apoyar todo proceso que lleve a la reconciliación y paz nacional. Por eso dijo que vendría solo si se ha firmado la paz.

—¿Cómo se ve desde allá este conflicto nuestro y estos esfuerzos por conseguir la paz?

—Personalmente lo veo como un esfuerzo muy difícil, porque hay muchas heridas en este país, muchos muertos, muchas víctimas. Y es difícil mirar al futuro. Se mira mucho el pasado, reivindicando acciones. El esfuerzo es imaginar el futuro de las generaciones y concentrarse sobre el futuro.

Javier Darío Restrepo

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