13TV emite el documental ‘En Ruta: viaje al corazón de la inmigración’, sobre los refugiados
Una imagen del reportaje documental, emitido por 13TV el pasado 7 de octubre
JOSÉ BELTRÁN | En 2016 han fallecido 3.100 personas cuando trataban de alcanzar las costas de Europa. Y ya. Cambio de cayuco. Cambio de canal. De los ciento y pico que se pueden acumular en el mando. Para quedarse embobado en la reforma de un semisótano que alquilarán en New Jersey doblando su precio inicial. Para dejarse atrapar por la nueva temporada de Juego de Tronos. Ansiolítico digital.
Pero los trankimazines no valen cuando al invisible se le pone rostro. Cuando las cifras se les nomina. Dejan de ser invisibles. Y uno pasa a ser cómplice al otro lado. Con la tentación de volver cambiar de canal. O de cayuco. En Ruta: viaje al corazón de la inmigración. Estreno: 7 de octubre. Reportaje documental de 13TV, que toma el relevo del periplo de los refugiados.
La mirada perdida de Lamin, senegalesa que perdió a su hijo en el mar. El gesto firme de Junio, hacinado en un piso patera en Tánger. El riesgo desmedido de Monique, dispuesta a lanzarse al Mediterráneo con sus hijos cualquier día de estos. Ya ha atravesado fronteras a cualquier precio: “Fui violada por un hombre para poder cruzar”. Suma y sigue. Los adolescentes que malviven en el monte preparando el acecho a la valla. O los mena, niños que buscan dar el salto desde Melilla en un ferry o en los bajos de un camión.
Da la sensación de que no tienen nada que perder. Quizá porque, cuando has recorrido a pie miles de kilómetros desde la República Democrática del Congo, lo has perdido todo. La identidad. La dignidad. El derecho a emigrar. La esperanza. Esa que se vislumbra en el minutaje televisivo cuando se asoma el personal de Cáritas. O las religiosas de María Inmaculada. O Santiago Agrelo. Sí. En 13TV. Con su lamento. Con su denuncia constante. “Después de Lampedusa, pensé que todo cambiaría en Europa. Pero no se han dado soluciones, se han cerrado puertas”.
Angustia en el espectador, que desde el sofá de la indiferencia comienza a sentirse encubridor. Incluso verdugo. Mejor cambiar de canal. Y de cayuco. Pero continúo. Escucho el golpe de gracia a la anestesia vital: “Quiero una vida nueva”. Clama un migrante. No me da tiempo a captar su nombre ni su origen. Porque se me vienen a la cabeza como una tormenta de WhatsApp las veces que he utilizado el nombre de esta revista en vano para hacer juegos malabares de palabras para reivindicar otra mirada eclesial. Metáforas ocurrentes frente a un grito de supervivencia.
Son 52 minutos y 54 segundos. Para acordarse de las cuotas. De las devoluciones en caliente. De las concertinas. De que la solución está en los países de origen. Del capítulo de Juego de Tronos que he dejado colgado. ¿Cambio de canal? ¿Cambio de cayuco?
Publicado en el número 3.006 de Vida Nueva. Ver sumario
