El cuidado de la creación

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Francisco ha querido crear un importante organismo para el Servicio al Desarrollo Humano Integral. “Este desarrollo se lleva a cabo mediante el cuidado de los inconmensurables bienes de la justicia, la paz y la protección de la creación”. Llamaba la atención que se incluyera el tema ecológico en ese “desarrollo humano integral”. El mismo Papa se ocupó de disipar cualquier duda al decir, en el Mensaje para la Jornada mundial de oración para el cuidado de la Creación, que “el cuidado de la creación es una nueva obra de misericordia”.

Bergoglio ha repetido que eligió el nombre de Francisco por el empeño que el santo de Asís había puesto en el cuidado de la creación, el amor a cuanto de la mano de Dios saliera y por su delicadeza y ternura en el trato con todas las criaturas. ¡Alabado seas, mi Señor! Pues Dios ha querido poner en nuestras manos la responsabilidad de cuidar la creación y darnos la oportunidad de honrarlo en sus criaturas.

No faltan altisonantes declaraciones de derechos para el hombre y estruendosas campañas para destruir a ese mismo hombre. Higienización ambiental y provocaciones comerciales de consumo de contaminantes, ecología imperante y degradación moral, interés por el desarrollo de los pueblos y bloqueos comerciales, impagables deudas externas, paternalismo político… A pesar de todo, el interés por la persona y su dignidad es uno de los valores más reconocidos hoy. Pero duele mucho, en la conciencia de la humanidad, la falta de desarrollo, el hambre, las opresiones, la agresividad, el desplazamiento de pueblos enteros, las guerras fratricidas…

Se necesita una ecología completa: intelectual, con la incuestionable honestidad de la razón y el pensamiento; moral, asumiendo las responsabilidades que dimanan de unos principios objetivos, con normas y derechos, naturales y legales, que obligan en conciencia; trascendente, ampliando los horizontes del conocimiento en la luz de una fe madura y razonada y asumiendo unos principios que le son propios. No cabe el divorcio, sino la integración. La ecología no puede ser solo una cuestión académica pluridisciplinar, sino una actitud, con los comportamientos acordes con esa unidad incuestionable que componen el mundo, la persona y Dios.

El interés por los temas ecológicos no solo no es ajeno al interés cristiano, sino que está dentro de lo más genuino de la fe. Pertenece a la misión de la Iglesia, pues ha de sentirse llamada a esa reconciliación de todo lo creado.

Publicado en el número 3.005 de Vida Nueva. Ver sumario

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