La Santa Sede, dispuesta a mediar en Venezuela

papa Francisco visita a bebés enfermos en un hospital Viernes de Misericordia 16 septiembre 2016

Acepta sentarse con Gobierno y oposición, pero reclama una invitación formal de Caracas

cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano

En una carta al presidente de UNASUR, Parolin recalca la “disponibilidad” vaticana

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Desde tiempos inmemoriales, la Secretaría de Estado vaticana se ha ganado la reputación de hilar muy fino sobre todo en lo que se refiere a sus relaciones con los estados. Esta calidad se ha mantenido incluso en períodos en los que han estado a su frente personas menos preparadas; es el caso del cardenal Tarcisio Bertone. Desde que le sucedió en el cargo (el 15 de octubre de 2013) el cardenal Pietro Parolin, la antigua situación se ha restablecido. El diplomático ha desplegado todas sus habilidades en asuntos muy delicados como, por citar un solo caso, las relaciones con China.

No menos tacto ha demostrado en el llamado “caso Venezuela”, país donde representó al Papa durante cuatro años (2009-2013). Apenas nombrado secretario de Estado, comenzaron los rumores –no siempre desinteresados– sobre una mediación suya y del Papa en la crisis venezolana. Antes de pronunciarse, puso siempre por delante que él y la Santa Sede no ahorrarían ningún esfuerzo para facilitar un diálogo entre el Gobierno de Caracas y la oposición que pacificara el país y permitiera hacer frente a sus graves problemas políticos y económicos.

En junio de 2015 se había anunciado una visita de Nicolás Maduro al Vaticano, que fue anulada a última hora con el pretexto diplomático de una gripe presidencial. Un año después, el secretario para las Relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher, canceló su visita a Venezuela “por motivos –como aclaró la Conferencia Episcopal– que no dependen de la Santa Sede”. Se frustró así la que Parolin había definido como “ocasión para cualquier tipo de diálogo” con el Gobierno y la oposición.

El ulterior deterioro de la situación económico-social del país bolivariano ha movilizado a la comunidad internacional para ayudar al Gobierno y a la oposición a abrir definitivamente unas negociaciones. La iniciativa está en manos de la UNASUR, institución que agrupa a 12 países latinoamericanos y que se vale de la colaboración, entre otros, de quienes fueran presidentes de Panamá, República Dominicana y España, respectivamente, Martín Torrijos, Leonel Fernández y José Luis Rodríguez Zapatero.

Durante todo este período se han multiplicado las peticiones para que el Papa y la Santa Sede intervengan en el proceso de mediación. El entonces portavoz vaticano, Federico Lombardi, afirmó el 22 de julio que, “en el momento actual, no ha llegado ninguna comunicación formal ni a la Nunciatura Apostólica ni a la Secretaría de Estado que presente y especifique el contenido y los detalles de una solicitud de este tipo”.

Una carta privada

Con estas premisas se entiende mejor la carta que el 12 de agosto dirigió Parolin a Ernesto Samper Pizano, secretario general de la UNASUR. El secretario de Estado contesta a la misiva que este le había dirigido el 25 de julio en la que le solicitaba que “la Santa Sede forme parte del grupo de facilitadores del diálogo entre el Gobierno venezolano y la oposición”.

La respuesta vaticana condiciona la “disponibilidad” a intervenir en dicho proceso “a partir de una invitación a la Santa Sede enviada directamente por las partes interesadas, una vez que hayan tomado la firme decisión de iniciar formalmente el diálogo. Así, el Gobierno y la oposición serán los principales responsables de la mencionada petición y estarán más receptivos para acoger las eventuales sugerencias a fin de seguir adelante de manera duradera y provechosa”.

En otras palabras, la Santa Sede exige que se den las circunstancias que hagan posible su participación en un proceso de mediación: petición oficial y compromiso para aceptar las medidas que propongan los mediadores. Son las condiciones que llevaron a Juan Pablo II a mediar entre Argentina y Chile en el conflicto que les enfrentaba en torno a la soberanía del Canal de Beagle.

Parolin y sus colaboradores, comenzando por Gallagher, están aplicando a la letra las directivas de Francisco para la acción diplomática de la Santa Sede. Las expuso con claridad el Pontífice en el discurso que pronunció el sábado 17 de septiembre a los representantes pontificios llegados a Roma con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

Ya en sus palabras de saludo al Santo Padre, Parolin había afirmado que los nuncios, “apoyando cualquier iniciativa buena en favor de la colaboración entre las naciones, defendiendo a los más débiles y los más pobres de quien siente la tentación de construir la sociedad prescindiendo de sus derechos y de su dignidad, haciéndose paladines del respeto a las leyes, de la sacralidad de la vida y de la libertad religiosa, dan a conocer el rostro misericordioso del Padre que se revela en Cristo Jesús”.

El amplio discurso papal se articuló en tres apartados: servir como humildes enviados, acompañar a las Iglesias con el corazón de pastor y acompañar a los pueblos en los que está presente la Iglesia de Cristo. “Tal como se va dibujando la diplomacia pontificia –les dijo el Papa–, no puede ser extraña a la urgencia de hacer palpable la misericordia en este mundo herido y dividido. La misericordia debe ser la cifra de la misión diplomática de un nuncio apostólico, el cual, además del esfuerzo físico personal, debe poseer la firme convicción de que la misericordia de Dios se inserta en los acontecimientos de este mundo, de la sociedad, de los grupos humanos, de las familias, de los pueblos, de las naciones. También en el ámbito internacional lleva consigo no considerar jamás nada ni a nadie como perdido. El ser humano nunca es irrecuperable. Ninguna situación es impermeable al sutil e irresistible poder de la bondad de Dios, que nunca desiste ante el hombre y su destino”.

papa Francisco visita a bebés enfermos en un hospital Viernes de Misericordia 16 septiembre 2016

Francisco visita la unidad de emergencias neonatales del Hospital de San Juan, en Roma

Viernes de la Misericordia con bebés enfermos

Bergoglio vivió un intensísimo Viernes de la Misericordia cuando visitó en la tarde del día 16 el departamento de urgencias neonatales del Hospital de San Juan y el Hospicio Villa Esperanza, donde son atendidos 30 enfermos en fase terminal. Con los doce bebés, sus familias y el personal médico, el Papa se entregó como solo él sabe, derramando misericordia, bendiciones y palabras de consuelo.

Posteriormente, se dirigió al lugar donde 30 personas esperan el fin de sus días; visitó una por una todas las habitaciones ante la sorpresa y la emoción de sus moradores.

“Con estas visitas –comenta la Sala de Prensa vaticana–, el Santo Padre ha querido dar un fuerte signo de la importancia de la vida desde el primer instante hasta su fin natural”. Tras la canonización de la Madre Teresa de Calcuta, el Papa sigue las huellas de la “santa de la misericordia”.

Un Derecho Canónico más pastoral

Desde el día 15, mediante un motu proprio, Francisco ha instituido un significativo cambio en el Código de Derecho Canónico para que haya una mayor “concordancia” con los de las Iglesias orientales, pensado principalmente para los casos de migrantes de esa tradición en sociedades mayoritariamente católicas (solo en Argentina hay 750.000 maronitas católicos, 16.000 católico-armenios y 120.000 greco-católicos ucranianos).

on el fin de dar respuesta a situaciones ordinarias en la vida de ciertas parroquias, se fijan cambios concretos. Por ejemplo, desde ahora, si una pareja de rito oriental no encuentra a un obispo de su Iglesia que la case, puede hacerlo un sacerdote católico que, posteriormente, debe comunicárselo a su comunidad originaria. Algo parecido ocurre con los hijos bautizados en matrimonios mixtos.


Publicado en el número 3.004 de Vida Nueva. Ver sumario

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