URUGUAY – Primer censo de educación no formal

Las instituciones católicas atienden a 15 mil beneficiarios

Un 10 de septiembre, en 1815, José Gervasio Artigas, Jefe de los Orientales, firmaba dos documentos que serían luego recordados en los libros de historia: uno solicitaba al Cabildo de Montevideo dos sacerdotes para fundar las Escuelas de la Patria y el otro es el que posteriormente se conocería como el Reglamento de Tierras, que buscaba entre otras cosas fomentar la población de la campaña, favoreciendo a los más desposeídos.

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Hace ya diez años, la educación católica ha tomado esta fecha para celebrar su identidad, fijando el 10 de septiembre como el Día nacional de la Educación Católica. Su última edición, celebrada pocos días atrás en el Cabildo de Montevideo, fue una vez más motivo de encuentro y de festejo para las instituciones miembro de la Asociación Uruguaya de Educación Católica (AUDEC).

En la invitación a participar este año se hacía referencia al origen de la fecha, “significativa para la historia del País y de la educación católica” y se explicaba que “estos dos documentos artigüistas permiten vincular lo educativo y lo socioeducativo tal como se da en las instituciones que forman pare de AUDEC”.

“Con el liderazgo caudillista de Artigas, católico confeso y en el marco del prolífero año de 1815, donde imperó la perspectiva evangélica de que ‘los más felices sean los más privilegiados’, asoma en el horizonte la radical fundación de una Escuela de la Patria en pleno campamento de Purificación, bajo la dirección del sacerdote oriental don José Benito Lamas”, relataba también la invitación.

 

Censo

Las celebraciones fueron también motivo de presentación del primer Censo de Educación No Formal, encargado por AUDEC a la consultora Equipos. El estudio arrojó que son 15 mil los beneficiarios de proyectos de educación no formal atendidos por AUDEC, a través de 1.600 funcionarios y cientos de personas que colaboran voluntariamente.

Estos proyectos atienden a personas desde la primera infancia hasta los 25 años, aproximadamente. Ellos consisten de centros de atención a la infancia y la familia (CAIF), donde se trabaja con bebés desde 0 a 3 años, clubes de niños, en edad escolar y centros juveniles, en edad de secundario. Estas dos últimas instituciones de educación no formal funcionan a contraturno de las de educación formal, como son en cada caso la escuela y el secundario. También comprenden los diversos hogares que son atendidos por organizaciones católicas. En todos ellos se realizan actividades extracurriculares como pueden ser las artísticas, recreativas o deportivas, y funcionan en convenio con el Estado a través del Instituto del Niño y el Adolescente Uruguayo (INAU).

Los proyectos relevados fueron 161 en total, de los cuales el 52 por ciento funciona en la capital del país y el 48 por ciento en el interior.

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Además, las cifras mostraron la relevancia de las instituciones católicas en el total de las auspiciadas por el INAU. Así, los CAIF católicos atienden a 4.129 niños, lo que representa un 12 por ciento del total de los beneficiarios de INAU; los clubes de niños atienden 6.164 niños, representando un 39 por ciento; los centros juveniles a 1.498, llegando a un 26 por ciento y hay 995 personas en hogares, siendo 22 por ciento del total del país.

Con respecto a los trabajadores, el 60 por ciento tiene formación terciaria. En cuanto a su edad, el 24 por ciento tiene menos de 30 años, el 32 por ciento tiene entre 30 y 39, el 27 por ciento entre 40 y 49, y el 17 por ciento más de 50.

En cuanto a la fecha de fundación de estas instituciones también hay variedad: 29 por ciento es anterior a 1965, el 19 por ciento se fundó entre 1966 y 1989, el 33 por ciento en los 90 y el 17 por ciento en los 2000.

Rafael Ibarzábal, Director Nacional de AUDEC, recordó que “en Uruguay existe educación y obra social católica antes que el país se reconociera como tal, incluso Artigas fue alumno de los franciscanos”. Puntualizó que, sin caer en el asistencialismo, la educación no formal debe “responder a necesidades materiales como alimentación en incluso vivienda”.

La educación católica, explicó, es un buen “laboratorio de innovación”, “desarrollando modelos que luego el Estado puede replicar a escalas más amplias”, y destacó la su “gran creatividad y capacidad técnica aplicada a la búsqueda de nuevas formas de respuesta”.

PABLO RAMALLA. MONTEVIDEO

 

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