“Líbranos Señor de la tentación de modificar opciones evangélicas como consecuencia del miedo”

Un relato en primera persona de lo que significa pastorear el rebaño en un lugar en donde el maltrato y la indiferencia son parte triste del paisaje. Cómo hacer para acompañar una vida de dolor por la injusticia. De qué manera sostener la vida en medio de tanta muerte que siembra el crimen organizado.

El autor de esta nota es sacerdote en Choele Choel (Patagonia argentina) y habla sobre la realidad que vive por acompañar a la familia del joven desaparecido Daniel Solano, víctima de la complicidad policial, de los actos mafiosos de la trata y el narcotráfico, y de la corrupción de los organismos del Estado y de algunas corporaciones.

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CRISTIAN BONÍN

Recuerdo cuando en tiempos de seminario solíamos hacer ronda con mate y pan casero para confraternizar entre todos. Hablar de la vida, desde sus trivialidades hasta los hechos más profundos y personales. La palabra circulaba evocando buenas noticias, anécdotas graciosas y también lo que nos inquietaba y tenía gusto a cruz. En estos días recibí un correo electrónico desde la redacción de la revista Vida Nueva, invitando a compartir sobre cómo venimos procesando en la comunidad cristiana local episodios que presuntamente tienen la finalidad de intimidar o atemorizar. En clima de ronda fraterna y con las palabras que salen, desde el lugar de la vivencia y no de la ejemplaridad, correspondo la invitación.

En la vida de todos los días aquello que se dice, lo que se hace, lo no dicho y lo no hecho tiene su efecto según los contextos. La expresión sonriente de un “muy buen día” será recibido de una manera cuando se saluda diligentemente a un vecino en el arranque de un día de descanso y será recibida de otra muy distinta si a ese mismo gesto y expresión se lo tiene en el medio de un velatorio. En el primer caso, el saludo es interpretado con agrado; en el segundo, como una desubicación. Lo que se dice y se hace se encarna siempre en momentos de la historia del otro y de la comunidad. Entonces está lo que se quiere decir y como gravita eso en la vida del otro, desde su historia y sus procesos.

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Entre el 13 y el 21 de agosto pasado se dieron en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús –en la ciudad de Choele Choel, provincia de Río Negro, Patagonia argentina– una secuencia de episodios que inicialmente no supimos bien cómo abarajar. Durante la mañana del 13 alguien entró a la capilla del Santísimo Sacramento y con materia fecal escribió ofensas dirigidas a mi persona. Durante los días posteriores hubo muchas llamadas al teléfono fijo de la casa parroquial donde solo se escuchaban respiraciones y toses.

El día 19 alguien realizó una llamada a la empresa de telefonía móvil en la que está suscripto mi teléfono personal y logró inactivarlo haciéndose pasar por mí, alegando el robo/extravío del mismo, lo que hace suponer que esta gente conoce mis datos personales. Estos episodios fueron socializados y judicializados.
¿En qué contexto se dan estos hechos que no son los primeros de estas características?

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Golondrinas

Choele Choel es una localidad ubicada en el centro norte de la provincia de Rio Negro, a la vera del río homónimo. Es un vergel en la geografía patagónica, junto a las otras seis localidades que componen el Valle Medio. La vida económica pasa en buena parte por la actividad frutícola, hortícola y ganadera. En tiempo de cosecha llegan a esta tierras los llamados obreros golondrina. Viajan desde provincias del norte a trabajar durante la temporada y luego regresan a su lugar de residencia.

A fines de 2011 llegó a Choele Choel a realizar su tercer temporada como obrero cosechador Daniel Francisco Solano, de 26 años de edad, nacido en Misión Cherenta (Salta). Llegó a la Patagonia porque había sido contratado por la empresa Agro Cosecha para trabajar en la multinacional belga Expofrut. Pero Daniel nunca volvió a su ciudad natal. El viaje “del golondrina” se vio interrumpido.

La última vez que se lo vio con vida fue el 5 de noviembre de 2011 en el boliche Macuba de Choele Choel. Según testigos, fue sacado del local por personal policial a los empujones, quienes lo subieron a un patrullero.

El papá de Daniel , Gualberto Solano , llegó a los 5 días para buscar a su hijo. Él , como su hijo, tampoco volvió porque aún lo busca, pero no lo encuentra.

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Desidia y corrupción

Detrás de la desaparición de Daniel se incuba un complejo tejido de complicidades delictivas donde se vincula violencia y corrupción policial; gravísimos destratos y estafa a los obreros cosechadores; narcotráfico; protección judicial a presuntos estafadores y homicidas; perversas tibiezas desde los organismos que debieran regular en el marco del derecho el flujo de tensiones entre patrones y obreros, me refiero especialmente a Juzgados de Falta municipales, Delegaciones de Trabajo, Sindicatos y Concejos Deliberantes.

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Don Gualberto Solano (papá de Daniel), Romina y Maira Solano (prima y tía de Daniel) anidan en un precario acampe frente al Juzgado Penal 30 de Choele Choel para mantener vivo un interrogante: ¿Dónde está Daniel Solano? Sus días los alternan entre este lugar y la parroquia, donde también descansan, se higienizan y lavan sus prendas. Sobreviven con la frente alta vendiendo empanadas y con la solidaridad de personas simples de la comunidad. En un salón de la parroquia también trabajan los abogados Sergio Alejandro Heredia y Leandro Aparicio. Ellos acompañan incondicionalmente a la familia Solano en la búsqueda de Daniel y le ponen el cuerpo a los complejos frentes que se van abriendo. Hay más de veinte causas judiciales conexas a la desaparición de Daniel.

En el pasado julio hubo otros dos casos de desaparición seguida de muerte que consternan a la provincia y la región. Lucas Muñoz desaparecido y aparecido muerto en Bariloche; Ricardo José Codina desaparecido y aparecido muerto en Valcheta.

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En la provincia de Río Negro hay muchos episodios de desapariciones, de aparecidos muertos y de muertes seguidas de impunidad. Muchas familias padeciendo ausencias, soportando desamparos, mendigando respuestas. Esto duele mucho. La corrupción y toda forma de injusticia traen pérdida de derechos y muerte. La impunidad multiplica los climas de desconfianza y sospecha. Frente a la interpelación de estos escenarios, ¿por dónde pasa lo que es de Dios? ¿Cómo reactualizaríamos la parábola del buen samaritano ante estos hechos? ¿Qué es ser Buena Noticia en contextos atravesados por estos desafíos? ¿Es posible trabajar Pascuas para estos Viernes Santo? ¿Son movibles, animados por la fuerza de la resurrección, las pesadas piedras sepulcrales que entumban esperanzas y niegan luz a tantas búsquedas de esclarecimiento, justicia y legítimo gozo social?

Esto es un poco la descripción del contexto doliente. Los episodios que considero tienen la finalidad de intimidar, impactan en el marco de la realidad descripta. Si bien lo acontecido genera intranquilidades y esto implica fortalecer la unidad fraterna y recrear la atención, lo que no genera es parálisis. Líbranos Señor de la tentación de modificar opciones evangélicas como consecuencia del miedo.

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La Palabra de Dios, particularmente la Parábola del Buen Samaritano, es algo así como la estrella de Belén en todas estas vivencias. Ciertamente la parábola invita a misericordear, convoca a llevar corazón al descorazonado, a convidar humanidad allí donde la vida está rota. Un valorado curador de la vida social argentina ha escrito: “En un proceso de liberación, la lucha por la salud no es solo la lucha contra la enfermedad, sino contra los factores que la generan y refuerzan” (Enrique Pichón Riviere). Es valorable no detener la sed por ampliar el horizonte de herramientas que nos permitan sostener lo saludable y transformar lo que nos enferma. A la luz de la parábola uno diría, no nos contentemos con acompañar lo necesario para que quien está al costado del camino pueda sanar lo que le impide continuar rumbeando hacia el horizonte que da sentido a cada paso. Sino preguntarnos como transformar la indolencia del sacerdote, la indiferencia del levita, la violencia de aquellos que provocan dolor. Indagar, dialogar, proyectar, transformar, sanar allí en los cimientos, en las raíces de lo que predispone a operar injustamente contra la propia vida, el hermano y la comunidad. “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Juan 10, 10).

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“Felices los que trabajan por la paz
porque ellos serán llamados Hijos de Dios” Mt 5, 9
Opinión de Esteban María Laxague, obispo de Viedma (Argentina)

La palabra de Jesús siempre nos pone en camino. Y esta palabra, “felices los que trabajan por la paz”, no deja de ser una fecunda provocación más en este contexto provincial donde vivimos la desaparición de ese joven obrero golondrina Daniel Solano y la muerte violenta de tantos otros.
Frente a la pregunta ¿dónde está Daniel Solano?, sin respuesta hasta hoy, quisiera que asumiéramos más decididamente la necesidad de ser constructores de la paz. Cuando hablamos de constructores de la paz, también peligra que nos distraigamos o que hagamos ciertos reduccionismos, por eso ¡cuán importante es referenciarnos a Jesús! Y para eso, puede ayudarnos lo que año tras año, cada 1 de enero, nos regala la Jornada Mundial de la Paz. Aquí tan solo hago referencia a lo que nos propone el papa Francisco en este pasado 1 de enero: “vence la indiferencia y conquista la Paz”.
La indiferencia asume un aspecto de inercia y despreocupación, que alimenta el persistir de situaciones de injusticia y grave desequilibrios sociales, que conducen a más conflictos. La indiferencia cierra el corazón para no tomar en consideración al otro, cierra los ojos para no ver aquello que sucede, evade para no tocar los problemas de los demás y relativiza la gravedad de los problemas. En conclusión, la indiferencia nos distancia a unos de otros, nos justifica del cuidado del otro y genera más y más violencia.
Dios no es indiferente. Dios está atento y actúa. La Iglesia no puede y no debe quedar indiferente ante situaciones críticas, frente a situaciones de violencia.
Ante lo que ha sucedido en Choele Choel: una vida arrebatada, o más bien, varias vidas… ¿Cómo permanecer indiferente ante esta realidad? ¿Cómo permanecer indiferente ante un padre que busca “en soledad” a su hijo? Es propio de quien vive su realidad de “pueblo”, y más aún de “pueblo de Dios” dejarse interpelar y caminar decididamente junto al que sufre.
De allí que, como obispo, me conforta grandemente y me enseña tanto cuando veo algunos de la comunidad de Choele Choel, y con ellos su sacerdote, como “pequeño rebaño”, que se hacen prójimos, cercanos, samaritanos de aquellos que están sumergidos en el dolor, en la angustia, en la desprotección legal, abandonados por todos. De mi parte, aliento ese caminar, porque eso es el Evangelio hecho vida. Caminar cercano, respetuoso, sacrificado, firme, sin buscar espacios de poder. Aliento y me dejo interpelar. Dios habla en “la sangre de Abel”, en “el sufrimiento de su pueblo”.

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Para este caminar junto con el que sufre no caben grandes estrategias y proyectos sino estar, estar con el corazón y con la vida en esa situación de tantas injusticias, y descubrir que allí ya está Dios; reconocer que esos hermanos que sufren son los “pequeños” del Evangelios que captan las cosas de Dios. Ellos y Dios son los grande protagonistas.
Es cierto que en muchos momentos parece que la mentira, la desidia, los aprietes, el ocultamiento, los pactos corporativos, la corrupción tienen la delantera, y la justica tan largamente buscada nunca llegará. Debo confesar que yo no estoy exento de esta percepción, pero vuelvo a recrear la esperanza con la cercanía con aquellos que están sufriendo, con los que caminan bien cerca de ellos, con Dios que está allí. Así renace la certeza de que Dios ha puesto en nosotros la capacidad de superar el mal con la fuerza del amor misericordioso en la justicia y la verdad, y así con su Gracia ser constructores de una convivencia en paz. Estar, escuchar, rezar renuevan saber ser “prójimo” y construir la paz. ¡Estar allí en el acampe frente al juzgado rezando, celebrando, conversando o tan solo haciendo silencio! ¡Qué momentos fuertes, que marcan!
Estoy convencido que en esta fidelidad al Evangelio, que nos hace prójimos ante la desaparición de Daniel Solano, se va abriendo una “huella” que ojalá sigamos recorriendo y que muchos otros se animen también a recorrer. Y me animo a señalar algunas convicciones que van quedando en este camino: por un lado basta de “no te metas”, de “no hables”, de “no viste nada”. ¡Cuántas vidas arrebatadas por esas actitudes! Por otro lado, la urgencia en recrear y dar credibilidad a las instituciones de nuestra vida ciudadana (la justicia, la secretaría de trabajo, los servidores de la seguridad) y también desterrar esos caminos de violencia solapada con “aprietes”, amenazas anónimas. A su vez, la necesidad de ir a las causas profundas que hay detrás de una vida arrebatada (explotación laboral, intereses económicos, explotación del pobre, impunidad), y como creyentes estar convencidos que nuestro peregrinar a la casa del Padre no puede hacernos fugitivos, indiferentes y ausentes ante las injusticias, los atropellos que sufren nuestros hermanos más pobres. Debemos ser audaces y concretos, debemos estar presentes.
En esta tierra patagónica, y más precisamente en esta tierra rionegrina, nació Ceferino Namuncurá y vivió gran parte de su vida. Él, frente a los atropellos, la marginación, el olvido que vivía su gente no queda indiferente. Nace de él una decisión y así la expresa: “quiero ser útil a mi gente”. Para concretar esta afirmación le pide a su padre, Manuel Namuncurá, poder ir a estudiar. Ciertamente, Ceferino nos anima también a nosotros a no quedar indiferente a tantas realidades dramáticas y, sobre todo, a tantas vidas arrebatadas –muchas de ellas, de jóvenes–, y ser concretos: estar, caminar juntos, andar caminos nuevos de paz construida en el respeto y la vida digna para todos.

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