Tribuna

Lo siento, pero es una guerra

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Francisco Vázquez, embajador de España FRANCISCO VÁZQUEZ Y VÁZQUEZ | Embajador de España

El degollamiento durante la celebración de la Santa Misa de un anciano sacerdote francés, acaecido hace casi dos meses en la iglesia de un pequeño pueblo de la Normandía, constituye en mi consideración un significativo y, a la vez, revelador salto cualitativo en la estrategia de la importante y numerosa facción islámica que, desde hace años, ha resucitado el principio coránico de la guerra santa contra el cristianismo, en la firme voluntad de destruir los valores políticos y culturales de la sociedad occidental y su estilo de vida.

No hay ninguna improvisación. Ni en el lugar, ni en el momento elegido, ni en la persona del sacrificado.
Se asesina en el interior de un templo, en un lugar sagrado y consagrado. Se filma la profanación que se lleva a cabo interrumpiendo la Eucaristía, la más importante de las ceremonias religiosas del cristianismo. El ritual criminal inmola como víctima a un hombre de Dios, un sacerdote consagrado. ilustración de Tomás de Zárate para artículo de Francisco Vázquez 3003 septiembre 2016

No se trata de un acto terrorista; todo lo contrario, es una acción rebosante de un claro contenido religioso, con la que sus autores y, sobre todo sus inductores, han querido reflejar la condición de infieles que para ellos tienen los seguidores de la herética y pecaminosa, según su concepción, doctrina cristiana, la gran enemiga del islam, única religión verdadera para sus centenares de millones de seguidores, por cierto todos ellos violentamente susceptibles ante la más mínima mención a sus creencias, en contraste con su clamoroso silencio cuando los hechos, aunque sean criminales, se realizan en nombre de Alá.

La barbarie ocurrida en el templo normando expresa su desprecio hacia cualquier otro dios que no sea el suyo. Nos revela su firme convicción en la supremacía de su religión, nos muestra su firme voluntad incluso de matar y exterminar a quienes no acaten su moral y sus costumbres, en definitiva, justifican todas las acciones y conductas de sus seguidores en defensa de los principios de su religión.

Y para mejor patentizar sus intenciones, en este acto criminal, como en otros muchos anteriores, escogen como brazos ejecutores a dos jóvenes nacidos en la propia Francia, educados e instruidos en los principios de la liberté, egalité et fraternité, poniendo así en evidencia el fracaso de todos los intentos de integración, nacidos de las absurdas teorías del multiculturalismo impulsadas por el buenismo imperante.

Frente a los valores educativos impartidos en los colegios europeos, se impone la cruda realidad de la existencia de un discurso radical y extremista
, predicado por conocidos y fichados imanes en muchas de las mezquitas construidas en Europa con fondos provenientes de las monarquías árabes, las mismas que niegan en sus países el culto cristiano, las mismas que rechazan el menor atisbo del principio de reciprocidad, las mismas, en definitiva, que con los recursos del petróleo financian en Oriente Medio la persecución, el extrañamiento y el destierro de las minorías cristianas.

Y en pleno corazón de las ciudades europeas, en esos cotos cerrados en los que se han convertido los barrios de mayoría musulmana, a los disidentes se les aplica la sharia, la ley musulmana, se ampara y oculta a jóvenes que se forman militarmente en las guerras de Siria e Irak, y, paso a paso, se van conformando las mayorías pronosticadas por Huari Bumedian, presidente laico de Argelia, que sentenció que “a Occidente le ganaremos la guerra con el vientre de nuestras mujeres”.

Y así, el wahabismo saudí verá cumplido su sueño de derrotar a los cruzados, aunque 700 años después. Cosas de la memoria histórica dichosa.

Publicado en el número 3.003 de Vida Nueva. Ver sumario