Espiral de violencia en Gabón tras las denuncias de pucherazo

caos y violencia con muertos y heridos en Gabón después de las elecciones presidenciales agosto 2016

Los obispos piden a la comunidad internacional que medie en el caos político y lidere una mesa de diálogo

caos y violencia con muertos y heridos en Gabón después de las elecciones presidenciales agosto 2016

Más de mil manifestantes fueron detenidos el pasado 31 de agosto

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Gabón está sumida en la convulsión desde la noche del 27 de agosto, cuando los resultados de las elecciones generales dieron una ajustada victoria (por un margen de apenas 5.000 votos) al presidente, Alí Bongo, que ha sido tachada por la oposición de fraude. Hasta el punto de que su líder, Jean Ping, reclama a la comunidad internacional una verificación que establezca quién ha sido el vencedor real en los sufragios.

De hecho, tras la denuncia de los observadores de la UE de que el proceso había sido en verdad poco transparente, animado a ello tanto por la ONU como por la Unión Africana, Ping ha reclamado al Tribunal Constitucional del país que tome una decisión. Mientras esta llega (la sentencia se espera para el 23 de septiembre), la sucesión de enfrentamientos ha derivado en caos y violencia generalizada, con decenas de muertos, heridos, desaparecidos y detenidos.

Ante estos hechos, el 2 de septiembre, el Episcopado de Gabón emitió un comunicado en el que denuncia cómo, “la falta de verdad y el no respeto de los derechos humanos” a menudo han sido la base de “crisis políticas” que han mermado la “credibilidad” del país. Así, con el propósito de “no permanecer indiferentes y en silencio”, los obispos llaman “a todas las fuerzas de la nación a reunirse para buscar un fin inmediato para la crisis”. Para asegurarse de que el diálogo sea real, solicitan a la ONU, la UE y la Unión Africana que hagan de mediadoras. Dicha vía ha sido saludada por Francisco, que, en el ángelus del domingo 11, se mostró preocupado por “este momento de grave crisis política” en Gabón.

Consultada por Vida Nueva, una fuerte interna asegura que, si bien “la campaña electoral discurrió sin violencia”, es cierto que “no todos los partidos disponían de los mismos medios”. “El día de las votaciones –asegura– la gente decía que era posible la alternancia y muchos fueron a votar ilusionados. Algunas mujeres se quedaron hasta las dos de la mañana para asegurarse de cuál era el resultado proclamado por el presidente de su mesa electoral. En las redes sociales circulan los documentos que recogen el resultado de las votaciones en los colegios electorales. En Libreville y en siete de las nueve regiones del país los resultados eran claros: en torno al 70% eran favorables al candidato de la oposición”.

Así, lo que encendió la mecha de la sospecha fue que “los resultados de cada provincia fueron anunciados por el gobernador provincial antes de enviarlos a la Junta Electoral Central, en Libreville. Una sola provincia no cumplió los plazos, la de Haut Ogouee, precisamente, la originaria de Bongo. Conocida ya la diferencia entre el opositor y el presidente, esta provincia presentó un porcentaje de participación de más del 99% y favorable en más del 95% al presidente. Suficiente para ganar por unos 5.000 votos…”.

Desde entonces, denuncia la fuente, la legalidad quedó en el aire y se sucedieron todo tipo de arbitrariedades: “La noche del 31 de agosto, los militares asaltaron la sede de Ping. Soldados extranjeros fusilaron a civiles y se llevaron los cuerpos. Hubo motines en las cárceles, barricadas en las calles, saqueos, una marcha hasta la Asamblea Nacional… Hemos perdido jóvenes de los que no se encuentran los cuerpos; más de mil personas fueron detenidas esa noche y pasaron más de tres días encerradas sin comida en locales de las fuerzas de seguridad del Estado”.

“La vida se ha paralizado –concluye–, pues durante varias noches hubo tiros en los barrios y se incendiaron muchos locales. Desaparecieron los taxis y autobuses. Todo está desierto”.

“La gota que ha colmado el vaso”

Varios síntomas anteceden esta crisis. “Tuvimos un jefe de Estado durante más de 30 años –lamenta nuestra fuente– y su hijo ‘heredó’ el poder tras unas elecciones muy contestadas en 2009. Hay petróleo, mientras el 30% de la población es pobre. Contamos con una oligarquía que pasa los fines de semana en Francia y un jefe de Estado que colecciona coches de lujo, pero no hay dinero para escuelas ni hospitales en las provincias”. En definitiva, “es la gota que ha colmado el vaso de la desesperación. Es el hastío de un pueblo que defiende su libertad y su dignidad”.

Publicado en el número 3.003 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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