“La única terapia ahora es estar al lado de las personas”, dice el obispo Pompili tras el terremoto de Amatrice

sacerdote Savino DAmelio párroco en Amatrice Italia terremoto 24 agosto 2016

El sacerdote Savino D’Amelio y el obispo de la diócesis comparten con ‘Vida Nueva’ la dura experiencia del terremoto

sacerdote Savino DAmelio párroco en Amatrice Italia terremoto 24 agosto 2016

El sacerdote Savino D’Amelio con la reliquia de la Virgen que recuperó de su iglesia en Amatrice

DARÍO MENOR (AMATRICE) | La ciudad de las cien iglesias. Así se conoce a Amatrice, aunque en realidad son bastantes menos, unas 25. No pocas para este pueblo italiano de 3.000 habitantes en mitad de los Apeninos, devastado el pasado 24 de agosto por un terremoto que acabó con la vida de 297 personas y redujo a escombros buena parte de sus edificios. A la entrada del casco histórico, la zona más castigada por el temblor, se halla la parroquia de San Agustín, del siglo XV. Hoy solo queda en pie una parte de la nave principal y de su campanario.

A unos pocos metros de allí, donde los bomberos trabajaron sin descanso buscando supervivientes hasta una semana después del seísmo, encontramos a Savino D’Amelio, un sacerdote que, con el rostro desencajado y la voz quebrada, relata el horror que le ha tocado vivir. A este religioso de la congregación de los Discípulos del Padre Minozzi el terremoto le pilló en el asilo que dirige. “Conseguimos sacar a los 27 residentes en solo media hora y sin que ninguno sufriera ni un arañazo”, relata orgulloso. No le falta razón: todo el desalojo lo realizaron él, otro sacerdote y un diácono. Muchos de los ancianos tienen, además, movilidad reducida y van en silla de ruedas, lo que otorga a la operación ribetes heroicos. “Los evacuamos a todos por la escalera de incendios y ahora están en otra residencia de nuestro instituto”.

En los días posteriores, el padre Savino deambuló por Amatrice para confortar a sus vecinos, pues, además de director del asilo, es párroco en la localidad. “Tengo que estar cerca de todos, apoyándolos. Cuento con una gran fuerza interior, pero no puedo evitar derrumbarme en algunos momentos y que me broten las lágrimas”. A punto de sufrir uno de esos ataques de llanto, relata a Vida Nueva la cantidad de niños muertos que vio en la morgue, instalada en una enorme tienda de campaña, y nos habla del panorama que le aguarda a Amatrice: “Esperemos que no falte el ánimo para volver a empezar, porque la ciudad está arrasada. Solo queda algún edificio nuevo construido con criterios antisísmicos, pero todo el casco antiguo está destruido. Lo mismo ocurre con las dos iglesias más importantes: San Agustín y San Francisco”.

Cerca de todos

En la misma calle en la que el emocionado sacerdote ofrece su testimonio encontramos a su obispo, Domenico Pompili. Es un tipo joven y conocido por los medios, pues antes de que el papa Francisco le pusiera al frente de la Diócesis de Rieti en mayo de 2015 era el director de comunicación del Episcopado italiano.

En una calle flanqueada por edificios de viviendas en ruinas, Pompili recuerda a las tres religiosas fallecidas entre los cascotes en el convento local y reconoce lo limitado de las palabras que pueden ofrecerse ahora a los familiares de las víctimas: “Intento escuchar más que hablar, porque no es que se pueda decir mucho. La única terapia es estar al lado de las personas. Hay que estar cerca de los vivos y dar una sepultura digna a los muertos. Hay que mantener una presencia, no solo en lo inmediato, también después”.

Sus palabras parecen dirigidas a los políticos: “Cuando se apaguen los reflectores de la máquina mediática, nos quedamos solos y aquí empieza a hacer frío pronto, porque el otoño llega antes en la montaña”. Pompili, que presidió el funeral por las víctimas de Amatrice, será el encargado de recibir al Papa en la localidad cuando la visite en una fecha aún por determinar.

Publicado en el nº 3.002 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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