Enkh Baatar, primer sacerdote nativo en la historia de Mongolia

En charla con VN, una religiosa que ha trabajado con él en Corea del Sur destaca su “madurez y responsabilidad”

Enkh Baatar, primer sacerdote nativo en la historia de Mongolia ordenado en agosto 2016

El sacerdote Enkh Baatar en su primera misa, en la catedral de Ulán Bator, capital de Mongolia

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Como Pablo cuando hizo arder la fe en Jesús en Tesalónica o Corinto, Enkh Baatar tiene ante sí el apasionante reto de ser luz entre los suyos. A sus 29 años, se trata del primer sacerdote nativo en la historia de Mongolia, consagrado como tal el 28 de agosto en la catedral de la capital, Ulán Bator.

En el país mongol, los cristianos son minoría entre minorías. Tras siglos de persecución bajo un dominio islámico que desterró toda huella cristiana, conservada en los primeros siglos por misioneros llegados de Siria oriental, el comunismo borró definitivamente cualquier rescoldo de fe durante el siglo XX. Caído el régimen, la Iglesia hubo de renacer de la nada. Sin templos, sin pastores, sin una traducción de la Biblia o del Catecismo… Sin nada.

Restablecidas las relaciones diplomáticas con la Santa Sede en 1992, se permitió la entrada en el país de misioneros desde el extranjero (aunque condicionando su permanencia en el país a la exigencia de que también ejerzan un trabajo civil o a que empleen a nativos en trabajos remunerados). Desde entonces, siempre teniendo en cuenta su limitada realidad, la siembra ha sido provechosa: ya cuentan con siete parroquias y un millar de bautizados.

En ello ha sido esencial la ayuda de la Diócesis de Daejeon, en Corea del Sur, que, ante la falta de medios de la Iglesia naciente, ha ofrecido su estrecha colaboración, a modo de madre. Así, dada la ausencia de un seminario en Mongolia, ha acogido en el suyo a Enkh y a su compañero, Sanja, a dos años de consagrarse como diácono y, finalmente, ser el segundo sacerdote mongol.

“Siente con mucha fuerza que es un instrumento de Dios”

En Daejeon, donde ha permanecido siete años, Enkh ha coincidido con la misionera española Ester Palma, de los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios. Llegada hace diez años a Corea del Sur (con el sueño último de instalarse en Corea del Norte para atender a los que entiende que son las víctimas de un régimen del horror frente al que el mundo calla reiteradamente), ha sido su profesora de inglés durante dos cursos.

Un tiempo en el que le ha podido conocer en profundidad, lo que le permite destacar de él “su gran presencia, que impone”. Algo que se aprecia en anécdotas como esta: “Un día, cuando les pedí a todos los alumnos que hicieran una redacción de tema libre, la mayoría escribía de cosas livianas, como la final de la NBA. En cambio, él lo hizo sobre la unificación de las dos Coreas. Eso demuestra su madurez y su inmenso sentido de la responsabilidad”.

Publicado en el nº 3.002 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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