Misioneras de la Caridad: la primacía del amor

misionera de la caridad con una anciana en Nepal

La canonización de Teresa de Calcuta será el reconocimiento a miles de vidas entregadas a los más pobres entre los pobres

Misionera de la Caridad reza por las cuatro religiosas asesinadas en Yemen en marzo 2016

Una Misionera de la Caridad reza frente a una imagen de Teresa de Calcuta y de las cuatro religiosas asesinadas en Yemen este año

BLANCA RUIZ ANTÓN | Las hermanas no dan entrevistas, porque su manera de darse a conocer es con sus obras, pero dejan que todo el que esté dispuesto comparta con ellas el trabajo y la atención a los necesitados. La bondad de la madre Teresa se refleja en la delicadeza y el amor con el que las Misioneras de la Caridad cuidan a los más desfavorecidos en lugares tan dispares como Roma, Adén (Yemen) o Zurich. Varían las calles, el contexto, pero lo que permanece inalterable es el amor: para ellas no importa dónde se esté, lo que prima, lo que primerea, es el otro, el hermano y especialmente si está en situación de precariedad.

Todos los días, en una esquina a pocos metros de la plaza de San Pedro se forma una larga cola de gente. Quizás se podría pensar que hacen fila para visitar la Basílica o incluso los Museos Vaticanos, pero no. No son turistas, aunque muchos son extranjeros. Esperan con más o menos paciencia para entrar al comedor del Dono Di María, la casa de las Misioneras de la Caridad en el Vaticano. Un regalo, una presencia, un recuerdo de que Jesús está entre los más necesitados y que san Juan Pablo II quiso tener cerca. Por eso pidió a la madre Teresa en 1988 que cambiara las periferias por el corazón de la cristiandad.

Además de las comidas que reparten todos los días en las dos salas que la casa tiene habilitada para ello, se distribuyen bolsas con algunos bocadillos para quienes no encuentran sitio. Se da gracias a Dios por la comida que van a recibir, quizás se canta alguna que otra canción. Es llamativo que, a pesar de no tener absolutamente nada, todo el que se acerca a una casa de las Misioneras de la Caridad se va con algo: comida, ayuda o un gesto de amor. Solo su presencia en el mundo ya evangeliza.

Pero el lugar más especial, donde más cuidado se pone, es donde están las llamadas nonnine, es decir, ‘las abuelitas’, en italiano. Allí viven cerca de una decena en una habitación sencilla pero extremadamente cuidada. La mayoría no se puede mover, se encuentran en sus últimos momentos, pero en ese duro trance de su vida siempre están arropadas por la compañía y el amor de una Misionera de la Caridad o de algún voluntario que, inspirado por el amor a Jesucristo en los pobres de Teresa, se acerca a ellas dispuesto a compartir, a escuchar, a acompañarlas en esos momentos.

El amor que las cuatro religiosas que murieron en Yemen profesaban a los ancianos que cuidaban es el mismo que sus hermanas reparten en los cuatro puntos cardinales. Las Misioneras de la Caridad Judith, Margarita, Reginette y Anselm cuidaban y servían en un lugar inhóspito, un país eminentemente musulmán en donde los cristianos católicos representan una minoría entre las minorías. Por eso necesitaban que un guardia de seguridad les protegiera, para que pudieran realizar un trabajo de ‘alto riesgo’: cuidar ancianos pobres.

Sin embargo, ni siquiera la seguridad detuvo a los fundamentalistas que decidieron matarlas por –supuestamente– realizar labores proselitistas. Por eso son mártires del siglo xxi, mártires en el año 2016.

misionera de la caridad con una anciana en Nepal

Una anciana besa a una Misionera de la Caridad en Nepal

Necesidades espirituales

Las Hermanas están también allí donde las necesidades no son solo materiales, sino también espirituales. Muestra de ello es la casa que tienen en Zurich (Suiza), el país símbolo de la estabilidad y prosperidad económica. Allí hacen frente a la pobreza espiritual. El alcoholismo, la soledad y las depresiones son frecuentes entre quienes recurren a ellas. Los pobres, los necesitados, son quienes ganan menos de 1.950 euros, una cantidad que no alcanzan 580.000 suizos porque el sueldo medio ronda los 4.875 euros.

Para los que acuden a ese hogar, las Misioneras de la Caridad son un punto de esperanza, pero sobre todo, de amor y de comprensión. A pocos metros del barrio rojo de Zurich, donde se mezclan a partes iguales drogas, prostitución y altercados, viven las Sisters. Llegaron a Suiza en 1992 para trabajar con toxicómanos que consumían heroína, tan solo ellas –por amor a Jesucristo– y algunos asistentes sociales –por deber–se atrevían a entrar.

Actualmente es el Estado suizo quien les administra metadona, pero su dosis de amor, de comprensión, de cariño, les sigue llegando por las Misioneras de la Caridad, a pesar de que por las normas de este país laico las religiosas no pueden hablar de Dios de manera explícita con los toxicómanos. Tan solo y como excepción, está permitido que hablen el día de Navidad.

Se acercan a las mujeres víctimas de la trata que pasean por las calles del barrio y les muestran que Dios también las quiere. Por eso celebraron una Misa por la muerte de la madre de una de ellas. Acudieron bastantes de las prostitutas de la zona, para acompañarla en el dolor de esa pérdida.

Como hizo la madre Teresa en vida, las Misioneras de la Caridad derrochan amor allá donde estén, a pesar de las circunstancias o el peligro, porque lo más importante, lo primero de todo –como decía san Pablo– es el amor.

Madre Teresa y los papas

Pablo VI regaló a las religiosas el coche que utilizó en su visita apostólica en la India. Ellas, sorprendidas por el regalo, subastaron el vehículo para poder seguir cuidando a los más necesitados.

Su sucesor, san Juan Pablo II pidió a la madre Teresa que fundara una casa dentro del perímetro del Vaticano. Y su unidad espiritual fue tremendamente fuerte.

Benedicto XVI visitó la casa de las religiosas en 2008. Allí recordó que el nombre de Dono di Maria se debe a que la madre Teresa quiso que “quien acudiera allí, experimentara siempre el amor de la Virgen María; que cualquiera que llamara a la puerta, se sintiera acogido por el abrazo de las hermanas y los voluntarios, como si fuera un regalo de la Virgen María”.

Pero la relación con el papa Francisco ha sido especial. Hace escasos meses, tras uno de los momentos más duros de para la Congregación, el Papa atravesó los pocos metros que distancian Santa Marta del Dono di María para darles el pésame por la muerte de las cuatro hermanas y doce ancianos que fueron asesinados en la casa que las Misioneras tenían en Yemen.

Publicado en Imágenes de la fe (nº 504, junio 2016).

 


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