Miro con ojos nuevos

rozapito

Cuenta Maurice Armitage, el actual alcalde de Cali, que cuando debió convivir secuestrado con sus secuestradores entendió profundamente la vida de sus captores, sus problemas y sus tristezas. Al salir liberado, no dejó que el rencor lo secuestrara otra vez, sino que se dedicó a conocer más acerca de sus vidas, sus familias, su trabajo, su ambiente. Entendió que la historia de un ofensor es normalmente la historia de un ofendido. Entendió que una empresa como la suya no solo se debía dedicar a hacer algún servicio social, sino que tenía la obligación de compartir y repartir las ganancias. Logró ver con ojos nuevos a sus captores.

En la tercera etapa de las Escuelas de Perdón y Reconciliación –ESPERE– los participantes en grupos de tres personas hacen el ejercicio de re-significar la ofensa y, aunque suene paradójico, encuentran justificaciones para comprender a su ofensor. Justificar al ofensor tiene un efecto poderoso: va limando el rencor y la urgencia de venganza. Suena duro y absurdo hablar de justificación ante una ofensa, sin embargo, esa es la estrategia de Dios: su justicia es la justificación, dirá Pablo. Ya muchos años antes de Pablo, el Salmo 33 lo afirmaba: “Él ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra”.

Esto vale para el perdón con nosotros mismos y con Dios. Un amigo, recientemente, comentaba que el cáncer que acababa de superar le había cambiado su forma de vivir y de percibir todo. Ahora era más cuidadoso consigo mismo y con los demás, ahora disfrutaba cada segundo de la vida; en fin, estaba viviendo una vida nueva.

Este esfuerzo de ver con otros ojos es una etapa adicional en el camino de la elaboración de nuevas narrativas acerca de la ofensa y del sentido de la vida. De versiones petrificadas sobre la ofensa se pasa a nuevos significados, que abren horizontes de comprensión inesperados.

Un ejercicio lúdico que facilita este proceso consiste en mirar a los ojos de alguien utilizando espejos: este ejercicio demanda un gran esfuerzo para encontrar los ojos del otro, buscando el ángulo apropiado y la inclinación que permita que los ojos se encuentren para establecer comunicación. Este apoyo entre pares es fundamental para lograr transformar la ofensa en perdón. Es lo que los neurólogos llaman el ejercicio de las neuronas espejo, que se activan en las personas que se escuchan con empatía y comparten sus ofensas y las secuelas que en sus vidas han dejado las violencias.

Este es un ejercicio que puede denominarse de orto-cognición (algo que en salud se llama ortodoncia u ortopedia) y ayuda a superar el eterno recordar la ofensa o el replay cognitivo, mediante el giro de la narración. La persona ofendida hace el ejercicio de darle un nombre a la ofensa y contarla una y otra vez desde diferentes perspectivas. Así la domina y exorciza.

Los participantes leen también la historia de Caperucita narrada por el lobo mismo, y constatan que lo que a alguien más ofende de manera frecuente es bastante similar a lo que esa persona hace a menudo a otros en su medio. En este ejercicio es frecuente que personas ofendidas lleguen a decir que si hubieran sido ellos los que hubieran estado en las condiciones del ofensor muy probablemente hubieran cometido una falta peor.

Mirar con otros ojos es posible. Así el perdón se convierte en re-significación de los hechos y en ascenso evolucionario en la cultura de un individuo y de un pueblo.

Leonel Narváez

Presidente de la Fundación para la Reconciliación

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