‘Vida Nueva’, de las periferias a los despachos de la Curia

Antonio Pelayo y Darío Menor con el papa Francisco corresponsales de Vida Nueva

De misioneros a cardenales, pasando por congregaciones religiosas, la revista es cabecera de referencia

Darío Menor y Antonio Pelayo con el papa Francisco corresponsales de Vida Nueva

Darío Menor y Antonio Pelayo, corresponsales de Vida Nueva en Roma, con el papa Francisco

DARÍO MENOR (ROMA) | Acudir a un asamblea plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) o de su equivalente masculino, la USG, siendo periodista de Vida Nueva es una experiencia la mar de reconfortante. Es tan estupenda la acogida que brindan los líderes de la vida consagrada de lengua española que se corre el peligro de venirse arriba y creer que es mérito de uno mismo, y no de esta revista que, con sus aciertos y sus errores, lleva acompañando el discurrir de la Iglesia desde hace ya 58 años.

Sensaciones similares se tienen al franquear las puertas de la casa generalicia de cualquier congregación en Roma. Nuestra publicación ocupa un lugar bien visible en los revisteros de las bibliotecas, y nunca falta quien comente algún artículo. También es habitual encontrarse con un ejemplar en las mesas de los despachos de los miembros de la Curia, sean cardenales, obispos, sacerdotes o laicos. Este reconocimiento se ha hecho más evidente desde que, en marzo de 2015, L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, eligió esta casa para que publicara en español su suplemento femenino, Donne Chiesa Mondo.

Ocuparse de la actualidad vaticana brinda una oportunidad estupenda para palpar la universalidad de la Iglesia tanto desde Roma como en el resto del mundo gracias a los viajes papales. Acompañar al Pontífice en sus desplazamientos internacionales permite ponerle cara a algunos de los lectores más alejados. Para muchos de ellos, esta cabecera es su ventana al exterior, el instrumento que les permite informarse, formarse y reforzar su sentimiento de pertenencia a la Iglesia.

Es emocionante escuchar el deleite con el que hablan de Vida Nueva algunos sacerdotes en América Latina o misioneros en África o Asia. Cuanto más periférica es su posición dentro del orden geográfico y social, mayor parece su identificación con la revista. Recuerdo con cariño a un presbítero y profesor cubano que elogiaba con vehemencia la revista, pero lamentaba no poder subscribirse porque no era capaz de realizar el pago debido a que no tenía tarjeta de crédito, un lujo al alcance de unos pocos aún en la isla caribeña. “Tengo que esperar a que llegue a la facultad y a que no se la haya llevado alguien antes”, comentaba.

Los ‘Pliegos’, el sanctasanctorum de nuestra revista, tienen vida propia: propician debates en los grupos parroquiales y ayudan a preparar las homilías a un buen número de sacerdotes. “Los misioneros los valoramos mucho. Estamos todo el día empeñados con mil cosas y muchas veces no tenemos apenas tiempo para continuar con nuestra formación, por lo que los pliegos nos resultan muy útiles para profundizar en los temas que plantean”, explicaba un misionero en Uganda, muy interesado en que su suscripción no se perdiera y fuera heredada por un compañero cuanto le tocó volver a España.

Esa afección por Vida Nueva la tiene hasta quien habla poco español, como el cardenal haitiano Chibly Langlois. “Aunque me cuesta entender el idioma, intento no perderme un solo número”.

Publicado en el nº 3.000 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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