Maria Clara Lucchetti Bingemer. Teóloga brasileña

DSC00938

 

La reivindicación del protagonismo de la mujer en la Iglesia

El futuro de la Iglesia pasa por la reivindicación del protagonismo femenino. Esta afirmación, que hasta hace poco había sido vox populi y, para muchos, “piedra de escándalo” de carácter casi subversivo, en el pontificado de Francisco cobra nuevos significados y no es ajena al proceso de reforma eclesial que lidera el obispo de Roma. Consultada por Vida Nueva, la teóloga brasileña Maria Clara Lucchetti Bingemer, vicepresidenta de SOTER e integrante de la comunidad académica de la Escuela Social del CELAM, comparte algunos puntos de vista sobre la participación de la mujer en la Iglesia y los actuales debates que van señalando que “la Iglesia tiene que abrir caminos y espacios a la mujer si desea tener futuro”, como ella misma afirma.

Antes de estudiar teología, Maria Clara se había graduado en comunicación social (1975) y ya era madre –con tres hijos–. Su título de teóloga lo obtuvo en 1982. Posteriormente, en 1985, la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Río) le otorgó el título de magíster en teología, y cuatro años más tarde se graduó como doctora en teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Su tesis doctoral la desarrolló sobre la mística trinitaria y la praxis cristiana en san Ignacio de Loyola.

patriciawla4Siempre ha combinado sus labores de docencia, orientación de tesis, pesquisas y organización de eventos y coloquios –sobre temas teológicos en diálogo con la sociedad y la cultura secular y plural– con su vida familiar. “Hoy soy abuela de cinco nietos que son mi alegría”, comenta con entusiasmo.

Actualmente, Maria Clara es profesora titular del departamento de teología de la PUC-Río y coordina la cátedra Carlo Maria Martini en la misma universidad. En su producción académica se revela su pasión por la mística y la literatura: “he investigado mucho sobre la filósofa y mística francesa Simone Weil, y últimamente me he interesado por el vínculo entre mística y literatura”, dice. De hecho, recientemente fue elegida presidenta de la Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología. También hace parte del consejo editorial de la revista internacional de teología Concilium.

¿Por qué feminismo e ideología de género son temas polémicos en la Iglesia Católica?

Hay diferentes posturas con relación al feminismo y a la ideología de género. La cuestión del feminismo habla del respeto al empoderamiento de la mujer, que reivindica un lugar de igualdad con relación al hombre, y se rebela contra la sumisión en la que ha permanecido a lo largo de muchos siglos en la sociedad y en la Iglesia. El feminismo busca denunciar ciertas posturas eclesiales que considera ideológicas, tales como la imagen de María como ideal de la mujer –no la María bíblica, sino la María fruto de la ideología machista–, una concepción patriarcal de la sociedad y de la organización de la Iglesia, etc. La ideología de género, tal como la Iglesia la entiende, es parte de una teoría que afirma que el género no corresponde a la genitalidad biológica, y sí es una construcción cultural. De este modo, comportamientos que la cultura dice que corresponden al hombre o a la mujer, no son definidos genéticamente, pero sí son producidos culturalmente.

Por otra parte, creo que combatir esas corrientes no es la postura más fecunda que la Iglesia pueda tomar. No es necesario estar de acuerdo con ellas, pero no se las puede anatemizar. Se debe dialogar con ellas, ya que el mundo es plural y de esa pluralidad vendrá la luz. Reprimir esas manifestaciones solo distancia a la Iglesia de los sectores con los cuales ella podría mantener un diálogo fecundo y serio. Eso, a mi modo de ver, orientaría mucho más a los fieles, que viven en un mundo secularizado y aprecian la democracia y la libertad.

Caliz_opt

¿Desde qué criterios podría enfocarse el actual debate sobre la reivindicación del protagonismo de la mujer en la Iglesia?

En la Iglesia nunca ha dado mucho resultado el enfrentamiento polémico y conflictivo. La discusión seria y la creación de hechos concretos ayuda mucho más. Por ejemplo, ocupar los espacios que se ofrecen y hacerlo con competencia es algo que ayuda. Eso hemos hecho las mujeres teólogas, con un resultado bastante positivo. Estudiar y obtener títulos académicos para poder discutir teología de igual a igual también aporta. Frente a una argumentación seria es muy difícil sostener posiciones rígidas que ya están superadas. Por lo menos esas posiciones quedan claramente desenmascaradas.

Asimismo, superar toda discriminación también es importante. Una cosa es tomar posiciones contra-culturales por convicciones profundas. Eso lo hace la Iglesia y tiene que continuar haciéndolo. Pero ante una actitud discriminatoria interna no se asumen posiciones. O por lo menos ellas no son sustentables a corto, mediano ni largo plazo. Entre estas, la discriminación al cuerpo de la mujer me parece una de las más serias. He escrito algunos artículos al respecto.

Con respecto a la reforma de la Iglesia promovida por el papa Francisco, ¿qué asuntos no pueden dejarse de lado para que realmente se dé paso a un “nuevo tiempo” de la mujer en la Iglesia?

El acceso al conocimiento y a la docencia e investigación teológica es uno de ellos. También la participación en la toma de decisiones y el acceso a puestos de coordinación y dirección en la Iglesia. De igual forma, la cuestión de los ministerios debe ser cada vez más abierta, buscando siempre el consenso eclesial.

Todo esto ya acontece, en efecto, toda vez que las mujeres están obteniendo grados académicos en teología, ocupan puestos de coordinación en las comunidades eclesiales y vienen demostrando un auténtico genio creativo e imaginativo para que la Iglesia se torne más atrayente y viva. Yo misma escuché decir a un obispo: “si las mujeres se fueran, ¿cómo vamos a quedar?”. Entonces, es necesario tratarlas bien para que no se vayan.

Las religiosas merecen una mención especial, dado que son una fuerza en la Iglesia y ahora tienen menos vocaciones, en buena parte por la manera como son tratadas por los hombres, sobre todo por los padres. Es tiempo de valorar a la mujer consagrada que da su vida por el Evangelio y debe ser tratada como adulta en la fe y no como menor de edad incapaz, a fin de reconocer, con justicia, su talla. Las religiosas deben acceder a los mismos estudios que los religiosos hombres y deben ser apoyadas por sus congregaciones para desarrollar al máximo sus capacidades. Ellas tienen una entrega y una generosidad sin par y, por lo tanto, merecen ser valoradas.

En torno al diaconado de las mujeres, ¿qué argumentos deberían considerarse para avanzar en el estudio de este asunto, propuesto por el propio papa Francisco?

pl_diaconisa33_optSi la Iglesia primitiva es normativa para la Iglesia universal, y si en el texto neotestamentario figuran las diaconisas, creo que por ahí ya está el argumento definitivo. Si era para realizar el bautismo de las mujeres o no, no importa. Hay un antecedente y una “jurisprudencia” bíblica que me parece esencial.

En segundo lugar, si lo que caracteriza el diaconado, en su propia etimología, es el servicio, ¿quién se equipara a la mujer en el servicio?, ¿quién mejor que la mujer para servir a los demás? Y esto acontece desde los tiempos de Jesús: discípulos eran los que lo seguían y servían, y entre ellos habían varias mujeres, como se expresa en el Evangelio de Lucas, en el capítulo 8. El padre Laurentin, gran teólogo y fuera de sospecha de progresismo no discreto, escribió mucho sobre esto, afirmando que la mayor revolución que Jesús realizó fue la referida a la liberación de las mujeres, y que infelizmente esa revolución después fue sofocada por la Iglesia en la historia.

De este modo, servir a Jesús y servir a la Iglesia también es carisma y misión de las mujeres. Esos locus bíblicos deberían desarrollarse exhaustivamente. También lo que ya acontece de hecho en las comunidades, con las mujeres asumiendo servicios y siendo acogidas y valoradas por el pueblo, que considera sus celebraciones como verdaderas celebraciones y reconoce su liderazgo.

Otro de los temas en los que el Papa ha insistido es la “conversión pastoral”. ¿Cuáles son las implicaciones de esta conversión con miras a abrir caminos y espacios para el protagonismo de la mujer en la Iglesia?

pl_diaconisa66_optEs una conversión urgente para que se pueda hablar de verdadera conversión pastoral. Mientras que la Iglesia sea y se comporte como una institución que discrimina a la mitad de la humanidad y a la mayoría de sus fieles –porque las mujeres son mayoría en el tejido eclesial– ¿cómo se puede hablar de conversión pastoral? ¿Qué eficacia simbólica y concreta tendrá una conversión pastoral que no incluya e integre a la mayoría de fieles, que únicamente desean seguir y servir a Jesús y proclamar su Evangelio y construir su Reino? En un mundo cada vez más igualitario, ¿cómo puede tener credibilidad una Iglesia que sigue discriminando y aislando a la mujer? La Iglesia tiene que abrir caminos y espacios a la mujer si desea tener futuro.

¿Qué puede ofrecer América Latina, desde su itinerario post-conciliar, para aportar a la reflexión sobre el papel de la mujer en la Iglesia?

El feminismo latinoamericano nació en el ámbito de la Teología de la liberación, como una revolución dentro de la revolución. Allí las mujeres encontraron opción y voz y comenzaron a ser valoradas sus reflexiones y escritos. Muchas mujeres se formaron no solo en la academia teológica sino en las Comunidades Eclesiales de Base de América Latina en los años dorados de la Teología de la liberación. Hoy hay muchas mujeres teólogas en el continente, inclusive con proyección internacional. Sin embargo, aún hace falta sentir su presencia más palpablemente en los puestos de decisión y en las facultades de teología oficiales. Hay asociaciones de teólogas que vienen desarrollando un trabajo muy bueno, como Teologanda en Argentina, y la Cátedra Feminista Latinoamericana de la Universidad Iberoamericana en México.

IMG_2213A

¿Recuerda alguna experiencia particular que podría ser “paradigmática” para comprender el protagonismo de la mujer en estos tiempos?

Difícil pregunta. Sin embargo, me parece que la mejor respuesta es la conciencia que se va imponiendo y que tiene algunas señales concretas: el uso de un lenguaje inclusivo, la preocupación con el balance de género al escoger cargos de jefatura y liderazgo, la presencia de las mujeres –aún minoritaria– en las facultades de teología –no así en los seminarios–.

La PUC de Río, donde trabajo, por ejemplo, es iluminadora en este sentido. Cuando los jesuitas se mudaron para Belo Horizonte, el cuerpo docente quedó muy debilitado. Entonces, el director convidó a varios laicos recién formados, entre ellos varias mujeres, para dar clases. Poco a poco estas mujeres se fueron afirmando como profesoras, orientadoras e investigadoras, ocupando inclusive puestos académicos de importancia en la misma universidad. Yo, por ejemplo, fui decana del centro de teología y ciencias humanas de la universidad. Otras colegas han sido miembros del consejo del departamento de teología y también han ocupado otros puestos relevantes. Siempre hemos tenido muchas orientaciones de tesis y disertaciones, y siempre hemos sido muy bien evaluadas por los alumnos. Me parece que eso es lo que he llamado –al inicio de esta entrevista– ocupar espacios vacíos con competencia.

Si la Iglesia quiere ser “perita” en humanidad, según se afirma en la Gaudium et spes, es preciso reconocer que la humanidad está compuesta de hombres y mujeres. Por lo tanto, no es posible dejar a la mitad de la humanidad por fuera de su “pericia”.

Texto: Óscar Elizalde Prada

Fotos: Óscar Elizalde, Camilla Moreira

Compartir