Hermana Glenda: “Es impactante ver lo que Dios hace en el corazón de las personas que oran esta música”

Religiosa que evangeliza con su voz y su guitarra

ROBERTO URBINA AVENDAÑO
“Si tuviera que destacar alguna, sería la canción Nada es imposible para Ti”. Fue la primera vez que cantaba para tanta gente: un millón de jóvenes y frente al papa Juan Pablo II, en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Toronto. Ese fue el comienzo de la Hermana Glenda que ahora todos conocen como evangelizadora con la música. “Además de esa canción, guardo testimonios impactantes de lo que Dios ha hecho en el corazón de las personas que la cantan y la oran. Quizá por eso es más especial que otras”, relata esta religiosa a Vida Nueva. De este modo, Glenda Valesca Hernández Aguayo reconoce la transformación ocurrida en su vida con su participación en esa JMJ.

Nacida en Parral (350 kilómetros al sur de Santiago, en Chile), siendo adolecente recibió la invitación a cantar en un festival de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación. Eso le permitió conocerlas y, años más tarde, consagrarse en su carisma.

A esta religiosa, licenciada en Psicología por la Universidad de Salamanca, adoptar el ritmo de una vida dedicada a evangelizar con su guitarra y su canto fue incompatible con la vida de su congregación. Por eso, salió de ella y fue acogida en la diócesis de Terrassa (España), por el obispo Josep Angel Saiz Meneses. Ante él hizo sus votos en la Orden de las Vírgenes y adopta ese país como base de operaciones.

¿Cuándo se da cuenta que tiene esta capacidad de producir música y dedicarla a Dios para evangelizar?
Desde siempre usé la música para expresar mi encuentro con el Señor, pues del encuentro con Él me brotaban canciones que luego compartía espontáneamente con las hermanas y los jóvenes. También utilizaba la música en mis clases o las convivencias que tenía en los colegios en los que desempeñé mi trabajo como profesora y pastoralista. Fue el misterioso plan de Dios que permitió mi participación en la JMJ de 2002 en Toronto lo que hizo que saliera a la luz lo que hoy ustedes conocen como Hermana Glenda. Dios permitió que esta servidora cantara la canción “nada es imposible para ti” mientras Juan Pablo II daba la comunión. Fue después de esta misa cuando comienzan a llamarme de muchas partes del mundo a predicar y a cantar. Fue esta experiencia con el Papa la que le da un vuelco total a mi vida consagrada.

¿Qué pasó en su interior cuando se dio cuenta que su música podía ser un don de efecto masivo?
Uno recibe un don y lentamente se va dando cuenta del efecto que ocasiona en los demás. Como dice Jesús: “por sus frutos los conocerán”. Lo más impactante no es que sea una música de efecto masivo, sino ver lo que Dios hace en el corazón de las personas que escuchan y oran esta música. Cuando recibo los testimonios de sanación interior e incluso física, cuando me escriben enfermos y personas desconsoladas que han recibido a Dios en esas canciones, eso me llena de emoción y de inmensa alegría.

¿Qué la lleva a dejar su congregación y consagrarse en la Orden de las Vírgenes?
Cuando mi antigua congregación y yo comenzamos a ver el don que se me había regalado y lo que esto implicaba, también nos dimos cuenta que canónicamente eran incompatibles. La Vida Consagrada tiene obras propias, como colegios, hospitales, asilos de ancianos, donde las hermanas de forma comunitaria desempeñan su labor. El don de predicar con el canto y recorrer países con una guitarra no era un don comunitario, como es propio en la vida religiosa. Iniciamos así un proceso de discernimiento muy hermoso y doloroso a la vez, porque si optaba por la evangelización con la música tenía que dejar 20 años de vida religiosa. ¿Y si me equivocaba? Fueron momentos de mucha oración y reflexión. Agradezco el apoyo de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, que en todo momento me ayudaron a buscar la voluntad de Dios. Agradezco también a mi actual superior, el obispo Saiz Meneses, por haber acogido mi don y darme la consagración en el Ordo Virginum en su diócesis, que me permite compatibilizar este carisma personal con mi consagración y mi misión en la Iglesia. Esta forma de consagración femenina es la más antigua en la Iglesia y permite a la mujer, con el discernimiento de su obispo, desempeñar un carisma personal en la Iglesia. Es increíble la sabiduría de nuestra Iglesia en sus numerosas formas de vida consagrada.

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La producción musical requiere combinarla con tareas comerciales, industriales, publicitarias, eventos, ¿cómo logra hacer todo esto?
La evangelización con la música conlleva muchos aspectos, no sólo la producción musical. La solución la encontramos creando la fundación Consuelen a mi Pueblo (www.consuelen.com). Además, con la ayuda de mi obispo y numerosos laicos comenzamos la hermosa tarea de administrar este don que se me había regalado. Desde 2008, ya hemos lanzado nueve producciones bíblicas, cientos de becas y apadrinamientos a comedores de niños. También hemos visitado numerosas cárceles y hospitales regalando allí esta música bíblica. Hemos llevado ayuda material a muchos países en emergencia sanitaria, hemos podido anunciar la Palabra de Dios a más de dos millones de personas… ¡Estamos alegres porque Dios ha sido tan fiel y grande con nosotros!

La compasión y la misericordia son aspectos fundamentales en la opción de la que fue su congregación. ¿Cómo lo vive hoy? ¿Qué significan para su labor evangelizadora?
En la vida consagrada, yo cambié de forma canónica, pero el carisma sigue siendo el mismo. Uno no puede quitarse un carisma, porque es un regalo del Espíritu Santo. Y más aún: experimento que el carisma de la Consolación abrió su tienda, porque ya no son sólo las religiosas las que lo viven, sino que ahora hay vírgenes consagradas que también lo comparten. También sueño que muchos sacerdotes, monjas de clausura y otras formas de vida consagrada puedan vivir el hermoso carisma de “hablar al corazón del hombre, de llevar la consolación de Dios”. Oro para que muchas personas, al igual que yo, escuchen en su corazón la voz de Dios que grita: “¡consuelen, consuelen a mi Pueblo!” (Is 40-1).

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