David Martínez de Aguirre

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“El grito de la naturaleza exige que uno se cuestione cómo vive”

Con el objetivo de defender territorios y comunidades, la REPAM articula iglesias locales a lo largo y ancho de la Amazonía. Entre las jurisdicciones eclesiásticas que se han unido a la experiencia se encuentra el Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado (Perú). Su obispo, el dominico David Martínez de Aguirre, comparte con Vida Nueva algunos de sus desafíos.

¿Cuáles son las principales amenazas contra la vida de la naturaleza y de las comunidades amazónicas en su jurisdicción?

En el Perú, por la riqueza en agua potable, minerales e hidrocarburos, la Amazonía siempre ha sido concebida como una despensa con muchos recursos y mano de obra barata; como un lugar donde se puede extraer, pero sin tener en cuenta a las poblaciones indígenas ni mestizas.

Ha habido un impacto brutal en lo ambiental y en lo social. En la zona mía el impacto lo genera la extracción artesanal de oro; un problema muy serio, que se ha escapado al Estado y a la sociedad peruana en general. Es necesario dar una respuesta a tantas familias que dependen de esa actividad, un problema que amenaza seriamente ecosistemas muy importantes en el departamento de Madre de Dios. A nivel de la extracción de hidrocarburos estamos mayormente afectados por los lotes en los que se está extrayendo gas natural. Hay otros lotes en exploración.

¿Cuál es la actitud del Estado frente a estas problemáticas?

Hay una doble visión. Por un lado, ha creado unos parques naturales, unas reservas de biodiversidad y de pueblos indígenas que supuestamente son protegidos. Pero cuando llega la empresa del hidrocarburo todas las restricciones se flexibilizan y se permite la extracción. Por ejemplo, la reserva de la biodiversidad del parque nacional del Manu está amenazada; se pretende abrir las puertas para la exploración en esa zona. Todo esto pone a las poblaciones originarias, a los pueblos indígenas en unas situaciones vulnerables. Se han generado situaciones de conflicto.

¿Cómo resulta afectada la población indígena?

Hay un tema a mi juicio muy serio: el chantaje al que se está sometiendo a los pueblos originarios. Tener que renunciar a sus valores culturales, a su bosque, a su medio de vida, a cambio de acceso a los derechos fundamentales.

Los pueblos originarios también quieren que sus hijos dominen la cultura global para poder tener una voz en la mesa de este planeta. El indígena es más fuerte de lo que creemos; y, en sus raíces y en su interior, mantienen unos ideales y unos valores culturales. Pero hay una presión muy fuerte.

¿Cómo desafía esto a la Iglesia local?

Se está trabajando muy de cerca de las poblaciones implicadas, tanto de los pueblos indígenas; con presencia entre ellos, viviendo día a día y padeciendo sus sufrimientos; lo mismo con la población campesina y la población urbana.

Esta situación de la extracción de hidrocarburos nos ha removido. Buena parte de nuestra población campesina se ha volcado al canon que están recibiendo los municipios por la extracción de los productos. El canon que generan los hidrocarburos está haciendo que la población campesina abandone las chacras y se sitúe en torno a los trabajos y obras que generan los municipios. Eso ha supuesto un cambio total. Al perderse la organización campesina, se ha removido también toda nuestra organización. Estamos en ese proceso de ver cómo vamos a enfrentar todos estos cambios, cómo nos vamos a reorganizar como iglesia y cómo vamos a posicionarnos e intentar vivir nuestra fe e iluminar nuestra realidad.

¿Cómo lo interpelan estos desafíos a nivel de su ministerio episcopal?

Abrirse a estas nuevas realidades supone un camino de conversión pastoral. El grito de estos pueblos y el grito de la naturaleza exigen que uno se cuestione cómo vive, cómo se posiciona frente a los demás y, al final, cómo vive fe, su cristianismo y su compromiso; cómo está respondiendo a esa llamada de Dios.

DICTO SENTENCIA

  • Lo inspira el pensamiento de monseñor Alejandro Labaka: “es necesario desnudarse espiritual y materialmente para comprender la realidad y poder dar una respuesta”.
  • Para el obispo, la Amazonía es “un terreno sagrado”.
  • Destaca la fortaleza de los indígenas para mantener sus raíces culturales contra toda esperanza.

Miguel Estupiñán

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