Migraciones. Iconos que nos interpelan

Una mirada global para cambiar nuestra actitud hacia los hermanos venidos de lejos

portada Pliego Migraciones, iconos que interpelan agosto 2016 3001

JOSÉ LUIS PINILLA MARTÍN, SJ, director de la Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE | Un novicio jesuita le preguntó al anterior general de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Kolvenbach: “Padre, ¿usted cómo reza?”. El padre general le contestó: “Rezo con iconos”. De nuevo el novicio insiste: “¿Y qué hace?, ¿los mira?”. A lo cual el padre Kolvenbach responde: “No, me miran ellos a mí”.

Cuando escribo estas líneas, recuerdo que hace un año precisamente estaba en los Balcanes, orando ante un icono, dejando que me “mirara”, cuando se empezaba a destapar públicamente la llegada de emigrantes al corazón de Europa. La noticia de los 70 emigrantes asfixiados (¡ay, asfixiados!) en un camión frigorífico en Austria la recibí justo en Decan Vitoski, un monasterio situado entre Gjakova y Pej, en Kosovo, que todavía mantiene concertinas (¡ay, las concertinas!) y soldados. Este enclave serbio está protegido por las fuerzas KFOR de las Naciones Unidas. A pesar de ello, pude envolverme de la presencia acogedora del silencio y del misterio contemplando el gran pantocrátor de la cúpula central. Y oré delante de uno de los muchos iconos en la pared que separa la nave del altar.

Y pensaba que, quizás dentro de cincuenta años, sería bueno volver a recordar los versos iniciales del poema 1936, de Luis Cernuda: “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”, porque quizás muchos se habrían olvidado de las penalidades migratorias de estos días en la mayor tragedia humanitaria –y, sobre todo, política– tras la II Guerra Mundial. Y que muchos quieren convertir simplemente en una noticia escondida o borrada para siempre por los vientos furiosos del Brexit u otras zarandajas que tanta exclusión, xenofobia y racismo están provocando contra los emigrantes. “Así será”, me dije. Y me comprometí a recordarlo siempre que pudiera.

Este Pliego me da una posibilidad más de hacerlo. Recogiendo y modificando pequeños retazos antiguos que escribí en su momento e intentando no destrozar el paño con otros nuevos, os ofrezco mi relato. Que, en muchos casos, es mi oración. Gracias.

I. Iconos que interpelan

II. Advertencia previa

III. Primer icono: Europa

(…)

Al anochecer en el Paso de Calais, un grupo de emigrantes se quemaba las yemas de los dedos con un hierro al rojo vivo, para eliminar el rastro de sus huellas dactilares. Así no serían identificados y, por lo tanto, excluidos por las autoridades europeas. Recuerdo la escena como si fuera hoy mismo, cuando la vi en el documental Qu’ils reposent en révolte (¡impresionante!), de Sylvain George, sobre el desalojo de Calais del año 2009. Tuve ocasión de volverlo a ver antes de escribir estas letras en una sesión de cine documental.

Visioné esas imágenes casi como si de una procesión religiosa se tratara. Y otras parecidas. También vi, a propósito de Calais, unas sombras sigilosas agarradas de manera inverosímil –no sé dónde– al techo de un gran camión que entraba en el túnel del Canal de la Mancha. En esta lucha por la libertad, el techo del camión es la herramienta para encontrar otro techo (que proteja), un trabajo, una tierra y un pan con dignidad. Ya han muerto varios inmigrantes al intentar este procedimiento.

Para tapar ese “enjambre” –tal y como el Cameron del Brexit les llamó, recibiendo una severa reprimenda por su retórica “inútil” por parte de la Iglesia inglesa–, se pensó incluso en enviar al ejército. Se les ha olvidado que estas “avispas” vienen huyendo de las guerras y el hambre, donde quizás (este adverbio es pura retórica) el Reino Unido, antigua potencia colonial, tuvo algo que ver.

Tapar enjambres o tapar “goteras”, en frase, también nada afortunada, de nuestro ministro del Interior. La única advertencia, en la que no sé si habrán caído en la cuenta tan perspicaces políticos que inventan tan ingeniosas soluciones “para este reto global” (en frase de varios papas), es que ni son avispas ni son gotas de tormenta o granizo: son personas.

Es más fácil enviar al ejército para matar las moscas a cañonazos o para tapar las goteras. O firmar vergonzosos acuerdos con Turquía tapándose los ojos –y la nariz–. Esta es la política fácil. Pero ante el reto migratorio europeo –identidad multicultural enriquecedora– hay que tomar medidas complicadas, optando en primer lugar por salvar vidas. Por ejemplo, introduciendo visados humanitarios o apostando –como quiere la Iglesia, a través de la gestión de la Comunidad de Sant’Egidio– por los pasillos humanitarios, asegurando la reunificación familiar y evitando eficazmente la muerte de personas cuando intentan cruzar las fronteras de la Unión Europea.

(…)

IV. Segundo icono: Asia

V. Tercer icono: América

VI. Y para terminar: África, a la puerta de España

VII. Apéndice

 

Publicado en el nº 3.001 de Vida Nueva. Ver el sumario


* ¿Quieres seguir leer este artículo? Pliego completo en este enlace solo para suscriptores

* Comprar el número suelto en la app de la Revista Vida Nueva nº 3.001: en iTunes o para dispositivos de Google Play

* Suscribirse a Vida Nueva

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir