Los otros Juegos Olímpicos

vista de una favela o barrio pobre en Brasil

En las periferias brasileñas, la gente se juega algo más que medallas y pódios

vista de una favela o barrio pobre en Brasil

ÓSCAR ELIZALDE PRADA (RÍO DE JANEIRO) | “Una cosa será Río durante los Juegos, una ciudad bonita y con mucho brillo, pero otra cosa es la realidad que uno vive todos los días”, comenta Camila Farias, profesora de 26 años en la favela de Vidigal, donde siempre ha vivido. “Sinceramente, no sé si los Juegos generarán algún beneficio para nuestra comunidad”, agrega la joven, también es catequista y favorable a la “cultura del encuentro” que promueve la Archidiócesis de Río de Janeiro con motivo de los primeros Juegos Olímpicos y Paralímpicos que acontecen en un país sudamericano.

La favela de Vidigal se ubica en la zona sur de Río, encallada –paradójicamente– entre dos de los barrios más exclusivos de la ciudad. Sus habitantes anualmente conmemoran la visita que les hizo san Juan Pablo II, el 2 de julio de 1980, marcando el final de las tentativas de remoción de aquella época, la conquista urbana del asentamiento y el apogeo de una cultura propia que les ha permitido sobrevivir, organizarse y pacificarse autónomamente, consolidándose, incluso, como un inusitado destino turístico de bajo costo. Armando de Almeida Lima, vecino de la favela, recuerda que con la visita del papa polaco “los habitantes sentimos que no éramos tan invisibles, la imagen de las favelas comenzó a cambiar y la gente fue descubriendo que existen personas de bien en las favelas”.

En Río, la comunidad de Vidigal es “campeona olímpica” de resistencia ante las permanentes tentativas de ‘remoción blanca’, como son llamados los procesos de desalojo que buscan expulsar a sus habitantes originales para dar lugar a lujosos proyectos inmobiliarios. De hecho, ad portas de los Juegos Olímpicos, Evânio Pereira de Paula, de la Asociación Deportiva y Cultural Horizonte, que desarrolla proyectos sociales, deportivos y culturales en la favela en favor de niños, jóvenes y mayores, sostiene que, “además de las presiones del poder financiero e inmobiliario, el aumento del coste de la vida está generando nuevas formas de remoción: ahora, el valor de un litro de leche se ha duplicado, y por un kilo de judías se paga casi el triple”.

Exclusión olímpica

Estas remociones de comunidades pobres afectaron, entre 2009 y 2015, a 22.059 familias. Así, miles de personas que antes habitaban en áreas centrales fueron desplazadas a la periferia, desconectadas de la ciudad y carentes de infraestructura, so pretexto de que las obras para los Juegos respondían a los requerimientos internacionales y beneficiarían a la misma población. Pero las investigaciones de Lucas Faulhaber y Lena Azevedo sobre las Remociones en el Río de Janeiro olímpico (2015) revelaron que la segregación de los pobres hacia la periferia “tiene motivaciones económicas, políticas y culturales, en detrimento de los derechos ciudadanos. En este proceso, aquellos que pierden sus casas por la valorización del territorio son marginados frente a la reorganización de la ocupación y la apropiación del espacio urbano”.

Ante este panorama de exclusión olímpica, Evânio Pereira recuerda que cuando tenía tres años acompañó a sus padres en una histórica protesta de cacerolas y banderines en Vidigal, evitando el desplazamiento de la comunidad en 1978, movidos por el legado de monseñor Hélder Câmara, el fundador de la pastoral de las favelas siendo obispo auxiliar de Río de Janeiro. Por su parte, el actual arzobispo de la ciudad, el cardenal Orani João Tempesta, ha destacado el propósito de la Archidiócesis de continuar acompañando de cerca a los más vulnerables, albergando la esperanza de que “dentro de poco su situación se vaya resolviendo, de modo que las personas que han tenido dificultades reciban también una solución”.

Por una “cultura del encuentro”

A favor del espíritu fraterno, solidario y pacífico de los Juegos que supone la multicultural convivencia de los 10.500 atletas provenientes de 206 países que compartirán la Villa Olímpica –entre los que se encuentra, por primera vez, un equipo olímpico de refugiados compuesto por diez atletas–, la Iglesia local ha desarrollado diversas iniciativas en torno a la “cultura del encuentro”, que incluyen la acogida de visitantes en las calles, en las inmediaciones de los escenarios deportivos y en las parroquias, donde se celebrarán misas en otras lenguas. Así también, la Archidiócesis lidera el proyecto “Mi lugar en Río”, una plataforma que permite a los habitantes de la ciudad recibir voluntarios.

 

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