Encargo final de la JMJ: un contacto de WhatsApp

papa Francisco clausura la JMJ Cracovia 2016 31 julio 2016
papa Francisco clausura la JMJ Cracovia 2016 31 julio 2016

Ambiente en el Campus de la Misericordia para la misa de clausura de la JMJ de Cracovia, hoy domingo

JOSÉ BELTRÁN, enviado especial a CRACOVIA | Uno, dos, uno, dos. Quien decide hacer las pruebas de sonido a micrófono abierto a las seis de la mañana parece ignorar que su micrófono lo están escuchando el millón largo de jóvenes que han estirado la noche todo lo que han podido y más.

Su voz suena como el de la madre que no perdona una juerga de sábado noche. El amanecer hará el resto. En apenas media hora, la claridad del agosto polaco y el sol, que parece haberse aliado con esa progenitora imaginaria, despiertan a aquellos que intentan atrincherarse en el saco.

Música en directo para amenizar la espera del Papa. ¿Lo mejor? Un grupo indio que se repasa los mejores éxitos de la banda sonora de Sister Act. Son los únicos que logran arrancar algún aplauso y algún baile del personal. Y es que el peregrino bastante tiene con hacer cola para los baños portátiles, rebuscar en su mochila el desayuno y desperezarse con los útiles de aseo básico que sobrevivieron a la caminata del día anterior.

Son las siete y media. Quedan dos horas para la multitudinaria eucaristía de clausura de la JMJ, y los militares ya han acordonado la zona central y limitado los accesos. Aun así, las mareas de peregrinos no cesan, al menos en el puente que separa la zona vip de la del peregrino de a pie.

Mensaje a la generación digital

Espera con abanicos y paraguas. Antes de la diez, Francisco irrumpe en el altar. En apenas unos minutos, unos y otros entran en dinámica. Comienza la eucaristía. Silencio. Para escuchar el Evangelio de Zaqueo.

En la homilía, Francisco decide quitarle algo de carga de trabajo a terapeutas y coachs a golpe de fe. A la generación que vive asediada por la importancia de la imagen y por hacerse con los aparatos digitales último modelo como signo de distinción, les presentó al publicano como ejemplo. El hombre bajito. Con complejos. Que podía haberse justificado en su limitación para no dar un paso adelante.

“Ante Dios, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que tienes. No le importa si vas a la moda, le importas tú. A sus ojos vales, y lo que vales no tiene precio”. Por eso les advierte del peligro de maquillar su alma para no mostrarse tal y como son, o dejarse llevar por la tentación del éxito del mundo, aunque eso implique vivir dopados.

Del móvil de los jóvenes que tiene enfrente, lo único que le preocupa al Papa es su agenda. Tanto es así que les pide que en su WhatsApp incluyan a Jesús como contacto: “Él espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, el primer lugar lo ocupe el hilo de oro de la oración. ¡Cuánto desea que su Palabra hable a cada una de tus jornadas, que su Evangelio sea tuyo y se convierta en tu navegador en el camino de la vida!”.

Fue el encargo final de esta JMJ. El envío. Que el encuentro de Cracovia no se pierda al salir de la ciudad en el autobús o entre el equipaje en Barajas. No para ponerse a preparar ya la próxima cita en Panamá. Sino para que, como el publicano, estén dispuestos a alojar cada día a Dios en su casa. En su vida. En su corazón. En su JMJ cotidiana.

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