¿Para qué sirve la religión?

Por un diálogo sincero con otras visiones de la realidad, para mejorar el mundo

portada Pliego VN Para qué sirve la religión 2999 julio 2016

GRUPO ERASMO (*) | Una mirada atenta al mundo en el que vivimos desvela tal cantidad de daños, desmanes e infortunios que mueve al ciudadano sensible o simplemente reflexivo a preocuparse, y mucho. Una descripción descarnada del paisaje podría ser la siguiente: algunos males son provocados y otros inevitables; la ciencia y la técnica contribuirían a prevenir gran parte de ellos, e incluso darían solución a los más si se aplicaran racionalmente. Sin embargo, la mayoría de los perjuicios son originados por los mismos seres humanos, movidos por la ambición de poder, de riqueza y de dominio sin límites. Esta falta de contención hace temer por el planeta, por los propios seres vivos y, por supuesto, por nuestros semejantes.

Aun así, el mundo no está abandonado a su destino. Los organismos internacionales, la diplomacia, la política, el impulso científico, la economía sostenible del desarrollo y las iniciativas de equidad entre los ciudadanos son otros tantos elementos conformadores de un mundo más humano y más justo, aunque el resultado sea insuficiente y lento.

Este documento, redactado por católicos, parte de una voluntad de diálogo y de entendimiento con otras visiones de la realidad, también con las no religiosas. Diálogo sincero y compromiso leal de trabajar con ahínco por mejorar el mundo y actuar en defensa de quienes no tienen una vida digna. Las soluciones posibles son variadas, no cabe la uniformidad de criterio en cuestiones opinables. Vale la pena, pues, explorar la forma de una colaboración fructífera. Este es el propósito de este escrito en el que resumimos nuestra opinión.

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I. Introducción

II. De qué hablamos cuando hablamos de religión

III. Los adversario de la religión y el rechazo de lo religioso

IV. Qué entendemos que aporta la religión

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Así pues, las personas religiosas, si son coherentes con su fe, constituyen una llamada a la espiritualidad, a la trascendencia, una invitación a lo profundamente humano. Esa es una primera aportación de la religión a la sociedad.

Pero hay que ampliar esa perspectiva. El mundo se hace más humano cuando medidas a favor de lo humano logran formar estados de opinión muy extendidos. Si actualmente hay una preocupación por el futuro ecológico, si se convocan reuniones y se aprueban resoluciones es porque la intuición ecologista –primero minoritaria– ha logrado llegar y convencer a muchos. Si la mujer, trabajosamente, va logrando cotas de igualdad con el sexo masculino, es porque la idea de la igualdad de género se va imponiendo a pesar de prejuicios y costumbres ancestrales aún vigentes.

Cuando una idea ha logrado asentarse en amplios estados de opinión, se toman decisiones, se aprueban leyes que ayudan a hacerla real. Siempre habrá, sin duda, quienes la combatan, a veces con medios poderosos; y contra ellos serán necesarios pregoneros, luchadores, profetas. Para decirlo con una palabra hermosa y olvidada, serán necesarios los militantes.

Los militantes cristianos deben participar –y ya lo hacen– de esas luchas, junto a los hombres de buena voluntad, para asegurar nuevos avances en la profundización de lo humano. El cristiano sabe que el amor hecho obra a favor de la humanidad lo acerca a Dios: “Porque quien no ama, no conoce a Dios” (1 Jn 4, 8).

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Pues bien, es seguro que la religión –o, si se quiere, la religión cristiana–, por el hecho de existir y de implantarse en una sociedad, irá permanentemente dejando anuncios de solidaridad, de respeto, de perdón. Permanentemente irá engendrando militantes, predicadores y gestores de esos mensajes. Permanentemente asegurará que el otro ser humano es un prójimo. Ese es un papel importante para la religión en el mundo tecnificado en el que vivimos.

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V. Cuestiones pendientes

(*) El Grupo Erasmo está formado por profesionales cristianos interesados y abiertos al diálogo del cristianismo con otras visiones del mundo. Lo integran, por orden alfabético: Leonardo Aragón, profesor de Filosofía; Dolores Cabezudo, catedrática de Química; Miguel del Cañizo, ingeniero de Telecomunicaciones; Carlos F. Barberá, teólogo; Lala Franco, periodista; Ámparo Lázaro, profesora de Francés; José Luis Moreno López, abogado; y Gadea Ruiz de Lobera, psicóloga.

 

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