La Vida Religiosa en el Perú contra la trata de personas

Imagens-Evangélicas

 

Avances y desafíos de una experiencia de articulación nacional

Juana nunca pensó que un anuncio de trabajo en un poste de alumbrado público sería la entrada a un mundo del que escapar casi le cuesta la vida. Ella, una estudiante universitaria, fue captada por una mafia de trata de personas. ¿Por qué lo hizo? Pues porque aquella caterva se aprovechó de los dos puntos débiles de Juana: la pobreza para seguir costeando sus estudios y la violencia familiar de su hogar.

En Perú muchas jóvenes como Juana son captadas por mafias de tratantes de personas que operan en una de las rutas más conocidas: la ruta Juliaca–Madre de Dios. Estas mafias ilusionan a las jóvenes con ofrecimientos de ganar dinero en poco tiempo, quienes en realidad son enviadas a bares y centros nocturnos muy cerca de los lavaderos de oro, donde son obligadas a prostituirse. Si quieren salir de allí, deben pagar montos exorbitantes que las dejarán endeudadas durante años; por ello, terminan enganchadas en un círculo sin salida. Hoy en día estos lugares son tierra de nadie, en un entorno donde la actividad minera se encuentra al margen de la ley, y cuyo único resultado es la conformación de una maquinaria destinada a la prostitución ilícita de personas.

Una nueva forma de exclavitud

La Constitución Política del Perú prohíbe la trata de personas en su Artículo 2 (inciso 24b), que está enmarcado en el capítulo de los derechos fundamentales de las personas, según el cual la “defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad son el fin supremo de la sociedad y el Estado”. Empero, la realidad es muy distinta y se halla enfrascada en una lucha perenne que dista mucho de haber terminado: según cifras del Ministerio Público, en el período 2009-2014 se registraron 3.911 víctimas, de las cuales el 41.6% son víctimas de explotación sexual, la mayoría captadas con la modalidad de ofrecimiento de trabajo; siendo Lima, Madre de Dios, Loreto y Cusco las regiones con más denuncias.

Una red para la vida

Acto simbólico propiciado por integrantes de distintas  congregaciones religiosas

Acto simbólico propiciado por integrantes de distintas congregaciones religiosas

La reunión en Roma el año 2001 de diversas líderes de congregaciones para hacer un llamamiento frente a la trata fue el punto de partida para la emergencia en los años siguientes de redes nacionales y continentales comprometidas con la construcción de una sociedad sin trata de personas, que contaron con programas de capacitación en todo el orbe. Fue así que nació en octubre del 2010 a nivel sudamericano la Red Kawsay, cuyo nombre proviene de una palabra quechua que significa “vivir en plenitud”. Actualmente cuenta con el apoyo de la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR) para el fortalecimiento de redes nacionales y anima su labor con palabras del papa Francisco como las siguientes: “Hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo”.

La hermana Isabel Chávez Figueroa, religiosa de la congregación del Buen Pastor y coordinadora de la red en el Perú, informó que el trabajo pastoral se implementa desde tres líneas de acción: “Realizar acciones de sensibilización; sobre todo, comenzando por la Vida Consagrada, sacerdotes y personas laicas comprometidas; y en todos los espacios donde nos encontramos. Talleres de prevención para distintos grupos, niños, jóvenes, otros. Y talleres de formación para las integrantes de la red”. La red ofrece, a su vez, compañía integral a mujeres afectadas, así como apoyo psicológico, social y legal, junto a otras organizaciones de la sociedad civil, como las municipalidades, el Ministerio Público y la Policía Nacional.

Una correlación tóxica

A pesar de que en el Perú el tema es visibilizado con mayor fuerza a través de los medios de comunicación, no se percibe un aumento en la indignación. “La correlación tóxica entre la tolerancia ante la trata y la corrupción garantiza una sostenibilidad económica a esta actividad criminal; el Perú se ha convertido en el tercer país con más casos de América Latina”, denunciaron los participantes del encuentro llevado a cabo en Lima recientemente.

Articular redes

Como parte de las actividades que fortalecen la red se organizan con cierta frecuencia encuentros nacionales de sus miembros. Tejiendo Redes por una Sociedad sin Trata fue el lema del cuarto encuentro nacional, efectuado en Lima del 16 al 18 de junio del presente año, el cual contó con la participación de 52 agentes de Iglesia -entre religiosos y sacerdotes-, provenientes de regiones del país donde la trata constituye una grave problemática. Entre su principales conclusiones, se señaló que el tema es visibilizado con mayor fuerza en los medios, “pero no percibimos por ello un aumento de capacidad de indignación; resulta que la correlación tóxica entre tolerancia ante la trata y la corrupción garantiza una sostenibilidad económica a esta actividad criminal; el Perú se ha convertido en el tercer país con más casos de América Latina”.

Como lo señala la hermana Pushpa John Cruz, religiosa de las Hermanas de la Cruz de Chavanod, “este encuentro nos permite preguntarnos qué más podemos hacer en esta área como Vida Consagrada”. Por otra parte, para la hermana Ilaisaane Pofaiva, religiosa Misionera de la Sociedad de María, que trabaja en Piura, un aporte ha sido la integración de los sacerdotes diocesanos como parte de la red, pues “ellos muchas veces son la voz en el pueblo y tienen la facilidad de poder convocar a diversas organizaciones”. Además, hubo un acuerdo claro de seguir apostando por la formación y el tema del acompañamiento como compromiso congregacional.

Humanizar la sociedad

La organización de redes con participación de la sociedad civil representa un factor crucial para hacer frente al problema, pero no debe despreciarse el hecho de que hay mucha desinformación, tanto de parte de los jóvenes captados por los tratantes, como de las autoridades que desconocen o confunden dicho delito, no aplicando la ley como corresponde. Por ello, comentaba la hermana Isabel Chávez: “Necesitamos humanizarnos, ver a las víctimas como si fueran personas cercanas, pues solo así podemos hacernos solidarias con el dolor de las personas utilizadas como mercancía; no podemos permitir que la deshumanización nos haga insensibles ante el dolor”.

Como reflexión final del encuentro, se apeló a la parábola del buen samaritano, cuyo eje central es la compasión. “Tenemos compasión, pero al momento de actuar muchas veces somos cobardes, de allí que dicho texto sea una llamada a actuar con miras a la transformación”, nos dice la hermana Pushpa. Por ello, en este Año de la Misericordia, y a ejemplo del buen samaritano, la Vida Religiosa en el Perú ha asumido el reto de acercarse con compasión crítica y transformadora a una expresión de violencia, puesto que “como Iglesia reafirmamos nuestra convicción de que hay que escuchar a Dios donde la vida clama y poner los recursos de la Vida Consagrada a disposición de quienes confían en nosotros como compañeros del camino hacia la tierra de la Liberación”. Esperemos se sigan tejiendo redes en una apuesta solidaria por el Dios de la vida, para hacer frente a este flagelo que hoy toca nuestras puertas.

José Luis Franco

Instituto Bartolomé de Las Casas – Lima

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