“Bienaventurados los que trabajan por la paz”

Conclusiones de la CI Asamblea Plenaria del Episcopado

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Entre el 4 y el 8 de julio se llevó a cabo en Bogotá la CI Asamblea Plenaria de los obispos de Colombia. La reunión estuvo dedicada a analizar las raíces de las violencias en el país y a determinar la manera como la Iglesia Católica debe expresar en este momento su compromiso con el trabajo en favor de una paz social integral.

“Convocamos al pueblo colombiano a participar en la consulta sobre los acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia”. Lo anterior es parte del mensaje final emitido al cierre de la reunión, un texto a través del cual los prelados hicieron, además, un llamado a la guerrilla del ELN para que, “interpretando el deseo de paz de todos los colombianos, abra sus puertas al diálogo y a la construcción de un país con justicia social desde la participación política y no desde las armas”. El documento sirvió, a la vez, para rechazar que la paz sea objeto de politización o instrumentalización, cuando debe concebirse, por el contrario, como una conquista en la búsqueda tras el bien común.

Según la Conferencia Episcopal, entre las causas de las violencias que tienen lugar en Colombia se cuentan la ausencia del Estado o su debilidad institucional en muchas regiones, la corrupción, la inequidad social, vacíos del sistema educativo, la pérdida de valores y el relativismo ético, la desintegración de la familia, la crisis de humanidad y el alejamiento de Dios. Consideran los prelados que el mejor aporte que los católicos pueden hacerle al país en esta hora consiste en constituir “una Iglesia viva, misionera, con un laicado comprometido, bien formado y viviendo su fe en comunidad”. Una Iglesia preocupada por la defensa de la dignidad humana, que en el centro de su labor pastoral pone a la familia, que propicia la formación y la promoción de una ética de la responsabilidad, la justicia y la consolidación de la democracia.

Al cierre de la asamblea los obispos del país se comprometieron a promover la participación y la veeduría ciudadanas y a hacer seguimiento a los planes de desarrollo y a la implementación de eventuales acuerdos entre el Gobierno y las FARC.

El episcopado colombiano frente a las zonas de concentración

En regiones como Guaviare, Chocó o Caquetá, donde la presencia histórica de grupos armados ha sido tan fuerte, la Iglesia Católica reacciona con disponibilidad, apoyo y cautela frente a la posibilidad de que zonas de concentración sean creadas para adelantar el proceso de desarme de las FARC. “Hay que garantizar que [los excombatientes] no pasen a ejercer ningún control de nuevo”, advierte Mons. Francisco Múnera, vicario apostólico de San Vicente del Caguán. “Queremos hacer allí la presencia que se nos pida desde el Estado y desde las personas mismas”, manifiesta Mons. Nelson Jair Cardona, obispo de San José del Guavire. “La Iglesia hará el acompañamiento necesario tanto para los excombatientes, como para las comunidades”, afirma Mons. Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó.

 

Acciones prioritarias

Vida Nueva consultó a varios obispos acerca de las acciones pastorales que consideran prioritarias en sus regiones, frente a un posible escenario de post-negociación.

Mons. Héctor Epalza, obispo de Buenaventura, sostiene que de nada vale que se firmen los acuerdos de La Habana si los corazones no inician un camino de reconciliación y perdón: “la acción más importante es desarmar los corazones, cambiar una cultura de muerte en contra de la vida por una cultura de la vida”.

En la misma línea, Mons. Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó, considera que una pastoral para la paz debe asumir, en primera instancia, el desafío de “que el país se reconcilie; que los victimarios logren pedirle perdón a las víctimas; que las víctimas logren ofrecer ese perdón y que también la sociedad, que ha sido espectadora, pueda valorar a las víctimas, a las cuales muchas veces han estigmatizado”. Subraya como una tarea grande la reintegración de los combatientes a la sociedad civil; acogerlos según el espíritu del Evangelio y aportar lo necesario para que accedan a la seguridad, la educación y el trabajo. Señala que es necesario contribuir a la formación socio-política de la sociedad. Destaca la necesidad de incidir en el cambio del modelo económico. Y afirma que es importante aportar en la superación de “la seudo-cultura de la ilegalidad”, que halla expresión en la corrupción administrativa, el contrabando, el narcotráfico y la minería ilegal.

Mons. Francisco Javier Múnera, vicario apostólico de San Vicente del Caguán, cree conveniente aclimatar la confianza hacia los acuerdos y hacia los actores del conflicto (con miras a su reintegración en la vida política y social de la región). Subraya la necesidad de darle una base sólida a la democracia, mediante mecanismos donde la libertad sea garantizada para los actores armados ilegales que se reincorporen y donde las comunidades y personas que disienten o no han hecho parte del proyecto político de las FARC sean respetadas. También considera relevante aportar en la reconstrucción del tejido social mediante espacios de reconciliación en el interior de las comunidades.

Finalmente, Mons. Nelson Jair Cardona, obispo de San José del Guaviare, destaca la necesidad de una pastoral de conjunto en regiones complejas como la Orinoquía y la importancia de articular a todos los interesados en aportar a la construcción de la paz. Subraya la dimensión profética del Evangelio en la tarea de ser voz de quienes no suelen ser escuchados y el alcance de nuevos lenguajes de paz que pueden encontrar su concreción en la simbólica cristiana, en el folclore y en diversas expresiones culturales.

Miguel Estupiñán

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