Y ahora, ¿qué?

FERNANDO SEBASFernando Sebastián, cardenal arzobispo eméritoTIÁN | Cardenal arzobispo emérito

Eso es lo que nos preguntamos muchos españoles después de las elecciones. Y hay una sola respuesta: ahora, el entendimiento y la concordia. Los partidos políticos tienen que darse cuenta de que no existen para ser alternativa de nadie, sino que, en primer lugar, existen para promover el bien común, el bien de toda la población.

Su primera preocupación tiene que ser promover el bien general de los ciudadanos. Cada uno a su manera, pero todos al servicio del bien general. Este objetivo común los acerca y hace posible la colaboración entre ellos. Cuando los políticos anteponen sus intereses particulares al servicio de la comunidad, la colaboración se hace imposible. Esto es la perversión radical de toda política.

Desde que en España se dijo “Nada con la derecha”, dejamos de tener una política razonable. Eso quiere decir: “Nada con media España”. Es la idolatría de las etiquetas, la preponderancia del partidismo sobre el bien común, la política excluyente, el fomento de la división y del enfrentamiento.

En el momento presente todos los partidos tienen la obligación primordial de facilitar la gobernabilidad del país con fórmulas objetivas, que respeten proporcionalmente la voluntad manifestada por los ciudadanos en las urnas. El pueblo, en su conjunto, es el protagonista. Los políticos tienen que cumplir la voluntad popular, la voluntad de todos los votantes, sin exclusiones. Es hora de aceptarnos todos, de hablar unos con otros, de no demonizar a nadie, de buscar todos el bien de todos, con una viva conciencia de unidad y de interdependencia.

Todos vamos en el mismo barco, tenemos que remar en la misma dirección, con magnanimidad, sin exclusiones. La concordia enriquece; la exclusión empobrece y destruye. No podemos pasarnos la vida destruyendo lo que otros han hecho y queriendo comenzar la historia desde cero.

Todo es mejorable, pero para eso antes hay que aceptarlo y conservarlo. Conservar para mejorar. Esa es la verdadera sabiduría. Así es la verdadera historia.

En el nº 2.998 de Vida Nueva

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