La diplomacia de Francisco: la misericordia como proceso político

Rasgos del modo de entender y hacer política del Papa, en el complejo contexto mundial

portada Pliego VN La diplomacia de Francisco y la misericordia 2998 julio 2016

ANTONIO SPADARO, SJ, director de La Civiltà Cattolica | El 11 de enero de 2016, el papa Francisco se encontró, como de costumbre, con el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede para la presentación de los buenos deseos para el nuevo año. Durante este encuentro, emergió con fuerza la perspectiva de la misericordia, evocada por el Papa ocho veces en su discurso. Francisco ha visto en este Jubileo “una ocasión para el diálogo y la reconciliación que ayude a la construcción del bien común”. Pero en su discurso afirmó también con claridad: “La misericordia ha sido el ‘hilo conductor’ que ha guiado mis viajes apostólicos ya durante el año pasado”.

¿En qué sentido se puede afirmar, entonces, que la misericordia tiene un valor político? ¿De qué modo debe entendérsela como una forma de la acción política y diplomática? Así pues, procuraremos describir aquí los rasgos de esta diplomacia de la misericordia dentro de una inteligencia política que Bergoglio está mostrando en el desarrollo de su ministerio petrino y, como él mismo lo ha confirmado ahora, en las trayectorias de sus viajes apostólicos.

I. La misericordia cambia el sentido del tiempo y de los procesos históricos

II. No considerar nada como definitivamente “perdido”

III. Una geopolítica “incompleta” y “abierta”

IV. La misericordia desmonta la maquinaria narrativa de los fundamentalismos

Para Francisco, la misericordia se perfila políticamente en una fluida libertad de movimiento, en una no aceptación de alineamientos rígidos, en una agilidad para construir puentes entre tierras y posiciones distantes. Todo esto pone en movimiento lógicas imprevisibles, propias de una visión poliédrica y multipolar. En política, para Bergoglio, como para Dostoievski en Memorias del subsuelo –obra que él tanto aprecia– no está dicho que “dos por dos son cuatro”, sino que podría ser también “dos y dos son cinco”. La lógica aquí es flexible, elástica.

Frente al horror –la Shoá, los atentados de París…–, la primera reacción de Francisco es la de la consternación, no la de la alineación. Más aún: él tiende a evitar radicalmente la lógica binaria que divide el mundo en víctimas y verdugos. (…)

En una llamada telefónica a Lucio Brunelli, director de TV2000, después de los atentados de París del 13 de noviembre de 2015, Francisco dijo: “Estoy conmovido y dolorido. No lo entiendo. Pero estas cosas son difíciles de entender, siendo obra de seres humanos. Por eso estoy conmovido y dolorido, y rezo”. Estas frases tienen un sentido preciso, sobre todo si consideramos también el tono de voz con el que el Papa las pronunció: no el de una invectiva, sino el de la pesadumbre. Ante todo, expresan la condena más fuerte posible, porque reconocen lo difícil que resulta reducir a un pensamiento claro y distinto todo lo sucedido, por su radical ausencia de humanidad. Pero, además, se comprende bien que el Papa se deje interrogar sin domesticar la pregunta con lecturas demasiado obvias.

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V. Fabro, Przywara, Dostoievski: las raíces de la visión de Bergoglio

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La trayectoria de los viajes de Bergoglio revela bien la visión política descrita: es una trayectoria de misericordia. En efecto, dicha trayectoria considera como criterio prioritario permitir al Papa tocar con la mano heridas abiertas, realizar gestos de valor “terapéutico”.

Francisco toca las barreras como si fuesen la cabeza de un enfermo. Quiere tocar las tierras heridas una por una, por lo menos nombrándolas –como lo hizo antes de dar la bendición urbi et orbi el 1 de enero de 2016–, no hacer un discurso general y abstracto válido siempre y de cualquier manera. Por eso tocó la herida del muro de Belén, sobre el cual apoyó la cabeza en oración. Lo dijo en el Congreso de Estados Unidos: la nuestra “tiene que ser una respuesta de esperanza y de curación, de paz y de justicia”. Se nos pide apelar al coraje y a la inteligencia para resolver las muchas crisis geopolíticas y económicas de hoy”.

Así sucedió también cuando Francisco visitó Corea sin hablar de Norte y Sur, sino de un país unido por una “lengua madre”. Por eso visitó, como hemos dicho, Sarajevo, pero también Lampedusa y Albania. Por eso sobrevoló el mar que separa y une Cuba y Estados Unidos. El Papa no podía no tocar estas heridas abiertas, donde la misericordia debe declinarse en clave política.

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VI. Más allá del “pacifismo”

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La primera barrera que hay que superar con un puente es la indiferencia, que separa aún más que el odio. La indiferencia es lo verdaderamente opuesto a la misericordia. Descubrir el verdadero rostro de Dios, el rostro del Misericordioso, significa descubrir los lazos de conexión, de dependencia, de solidaridad que nos vinculan a todos. Por tanto, significa desatar el nudo que nos cierra hacia los otros tanto en la dimensión espiritual como en la social y la política. Justamente, la misericordia es el “arma” del papa Francisco para la paz del mundo.

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VII. La misericordia, acto político por excelencia

Artículo publicado originalmente en ‘La Civiltà Cattolica’ (nº 3.975, 13-2-2016)

 

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