‘La clase de esgrima’

fotograma de la película La clase de esgrima

fotograma de la película La clase de esgrima

J. L. CELADA | Que nadie se llame a equívocos. Aunque comparten florete, nada tiene que ver El maestro de esgrima (1992), adaptado por Pedro Olea de la novela homónima de Arturo Pérez Reverte, con La clase de esgrima impartida ahora por Klaus Härö. Si entonces los hechos nos remontaban al estallido revolucionario de la Gloriosa (1868), que ponía fin al reinado de Isabel II, el realizador finlandés se sitúa aquí en los años 50 del siglo pasado. De Madrid a una república báltica, y de los duelos por honor a los combates por la supervivencia.

Acotados los límites espacio-temporales de ambas producciones y despejada su más que evidente distancia, conviene seguir el ejemplo del cineasta nórdico y abundar en el contexto político de esta historia. Paso previo para entender por qué su protagonista, un antiguo campeón de esgrima, acaba como profesor de gimnasia en un pueblo perdido de Estonia, país ocupado alternativamente por alemanes y rusos durante la II Guerra Mundial. Y es que, concluido el conflicto, y con sus huellas aún muy presentes, nuestro hombre (Märt Avandi) se siente amenazado por el régimen de Stalin, que persigue y castiga a aquellos jóvenes que un día fueron reclutados por el ejército germano.

Una veintena de niños, que han visto cómo sus cabezas de familia eran deportados a campos de trabajo soviéticos, encontrarán en el enigmático visitante algo más que un instructor de esgrima. Con el paso de los días, mientras aprenden que en el arte de la espada no se trata tanto de dar o recibir estocadas como de dominar las distancias, descubrirán en su maestro un inesperado padre y un impulso para seguir luchando en un medio tan hostil.

Hasta que esa relación con los chavales, que se ha ido fraguando en el viejo gimnasio del colegio (solo un ejemplo más de la cuidada puesta en escena, tanto en los interiores decadentes como en los exteriores gélidos y brumosos), se verá probada por una disyuntiva vital: viajar a Leningrado y correr el riesgo de ser conducido a Siberia o decepcionar a sus alumnos y no permitirles disputar un campeonato en la gran ciudad. En torno a este dilema y su definitiva resolución, Härö levanta un drama a caballo entre la política (investigaciones, presiones, sospechas, miedos…) y el deporte (previsible en su desenlace); a ratos duro, a ratos tierno, siempre muy emotivo.

El aprendizaje infantil en condiciones adversas –fórmula casi infalible–, unido a cierta épica de la competición, hacen de La clase de esgrima una película sencilla y sincera sobre las batallas interiores que se libran cuando callan las armas.

El testimonio (real) de un hombre a quien ha sobrevivido el club de esgrima que fundó y cuya azarosa existencia mereció incluso una nominación en los últimos óscars. Mucho más de lo que cabe esperar de la cartelera a estas alturas del verano. .

FICHA TÉCNICA

Título original: Miekkailija

Dirección: Klaus Härö.

Guión: Anna Heinämaa.

Fotografía: Tuomo Hutri.

Música: Gert Wilden Jr.

Producción: Kaarle Aho, Kai Nordberg.

Intérpretes: Märt Avandi, Ursula Ratasepp, Lembit Ulfsak, Liisa Koppel, Joonas Koff.

En el nº 2.998 de Vida Nueva

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