El crimen de los palotinos, de lesa humanidad

El pasado 4 de julio se celebró el 40 aniversario de la masacre de los palotinos en la parroquia San Patricio de Buenos Aires, cinco hombre asesinados por ser fieles al Evangelio.

Se cumplieron 40 años el crimen más grande de la historia de la Iglesia en Argentina. Un crimen conocido como la masacre de los palotinos. Hombres que no murieron por una ideología sino por ser fieles al Evangelio y a Jesucristo.

El 4 de julio de 1976, los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo Kelly, y los postulantes Salvador Barbeito y Emilio Barletti, fueron cruelmente ultimados en la casa parroquial de San Patricio, en el barrio porteño de Belgrano, a causa de su compromiso profético. A 40 años de aquellos asesinatos, la comisión organizadora de este homenaje y la comunidad palotina en Argentina afirman: “nos encontramos con dos certezas: ‘los cinco’ entregaron sus vidas por fidelidad a Jesús, siendo testigos de los valores que el Evangelio anuncia: el respeto a la vida, la justicia y la paz, y este hecho, desde la perspectiva de la fe, nos impulsa a seguir su camino”.

“Juntos vivieron y juntos murieron. Fue un atentado a una comunidad comprometida en el anuncio del Evangelio. El compromiso de fe los llevó a defender el valor de la vida y a promover los valores evangélicos de la justicia, de la paz y del compromiso con los indefensos de la humanidad”, sostiene la Declaración de la comunidad palotina ante el 40º aniversario de la masacre.

En conferencia de prensa, el postulador de la causa de canonización de estos cinco palotinos asesinados, Juan Sebastián Velasco, sac, afirmó que este asesinato es “un crimen de lesa humanidad”. Y aseguró que están decididos “a saber quiénes fueron los asesinos”. Asimismo, maifestó un anhelo: “que la Iglesia católica reconozca que eran hombres de fe que fueron matados por el Evangelio”.

Muerte en comunidad

El vicepostulador de la causa, el abogado Francisco Chirichella, conoció a los cinco palotinos cuando tenía 19 años. Estaba vinculado a esa comunidad religiosa por los grupos juveniles de aquel momento. De esa época recuerda: “Siempre rescato que ellos, todos lo que integraban la comunidad, siendo muy diferentes, se quedaron juntos sabiendo de que estaban amenazados y que corrían riesgo de muerte. A pesar de las diferencias que podían tener, entendieron que la cabeza de la comunidad era Kelly, un verdadero hombre de Dios, y que valía la pena jugarse con él”. Así fue que la comunidad decidió mantenerse unida y jugarse la vida.

Para Chirichella, “Alfie Kelly me marcó la vida”. Recuerdo que tenía “una personalidad muy fuerte. Era una persona que te inquietaba, al mismo tiempo te cautivaba y te transformaba”.

De aquellos días oscuros, el vicepostulador de la causa hace una lectura histórica: “Hacía tres meses que teníamos la dictadura como forma de gobierno. En aquel momento estaba bien vista socialmente. Luego de la masacre yo me sentía un bicho raro. La gente me decía ‘los militares están poniendo orden’ y yo me daba cuenta que todo era una farsa… ¡Habían matado a cinco hombre inocentes!”.

Recuerdo de un sobreviviente

En la tarde del 3 de julio de 1976 Rodolfo Capalozza, sac, había recogido del cajón de su mesa del dormitorio las llaves de la casa de sus padres. Era un joven postulante de la orden palotina, compañero de Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Esa noche, luego de ir al cine con sus compañeros, decide no regresar a la parroquia San Patricio, sino ir a dormir directamente a la casa de sus padres, con quienes pasaría el domingo.

Pero el domingo 4 amaneció lluvioso y frío, con una noticia que Capalozza nunca imaginó: sus hermanos de comunidad había sido asesinados. “Por mi cabeza y mi corazón pasaron tristeza y miedo”, cuenta. Y rememora: “Yo acompañé a Salvador y a su familia. Cuando volví del entierro, no lo podía creer. Tenía mucho miedo a la tortura, porque pensé que después iban a venir por nosotros. Tenía miedo de que por mi culpa le pasara algo a un ser querido”. Sin embargo, sostiene que hizo experiencia de la gracia de Dios: “A pesar del miedo, experimenté la fortaleza que Dios te regala, que no es tuya. Sentí que Dios intervino de una manera especial y me permitió seguir adelante”.

En una época marcada por el hambre y la desocupación, “como palotinos teníamos que tomar una decisión” frente a los secuestros y a la violación de los derechos humanos”. Por eso, “aunque traiga consecuencia negativas, no tenemos que dejar de anunciar a Jesús en la defensa de los derechos humanos y de los pobres”, recuerda Capalozza a Vida Nueva aquellas charlas de comunidad con los otros palotinos. Es más, lleva marcada en su memoria una frase que Kelly les pronunció días antes de morir, en medio de las amenazas que recibían: “si me matan se van a arrepentir”.

Mirando aquella masacre 40 años después, este palotino sobreviviente da testimonio: “Creo que estamos en un tiempo de mártires, un tiempo de testigos de la fe en el que no damos testimonio desde la perfección personal, es decir, no le decimos a la gente: ‘mirá qué perfecto que soy, imitame’. Sino un tiempo en que a la gente le decimos: ‘hay un Dios que actúa en tu vida, que te resignifica la vida permanentemente’. Porque el mártir, el testigo de la fe, es testigo del actuar de Dios en la vida de las personas”, dice convencido en la fe.

Para estos días, Capalozza resume la vida dada por estos mártires: “En este tiempo, son testigos de que la justicia es un valor; la justicia no nos tiene que dividir sino unir. Que ellos hayan sido cinco personas diferentes y que hayan dado la vida por un mismo ideal es prueba de que los argentinos podemos, pensando diferente, tener un ideal en común”. Y sentencia: “Tenemos que recuperar la amistad social”.

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