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‘Juan Pablo I. Una vida de fe’


Un libro de Cristina Siccardi (San Pablo) La recensión es de Eduardo de la Hera Buedo

Juan Pablo I, una vida de fe, libro de Cristina Siccardi, San Pablo

Título: Juan Pablo I. Una vida de fe

Autora: Cristina Siccardi

Editorial: San Pablo

Ciudad: Madrid, 2016

Páginas: 256

EDUARDO DE LA HERA BUEDO | Estamos ante un libro que nos acerca a la figura de Albino Luciani (1912-1978), el “Papa breve”: apenas 33 días como sucesor de san Pedro.

Cristina Siccardi, italiana de Turín, doctora en Letras modernas, especializada en redactar biografías populares, se vuelca a lo largo de 13 capítulos en la personalidad de este hombre, nacido en el norte italiano, en Forno di Canale (hoy, Canale d’Agordo), y que tuvo un sorprendente final como papa.

Las fuentes consultadas son todas de primera mano, aunque complacientes con el personaje, ya que coinciden –entre otros– con recuerdos de familia: los de su sobrina, Pia Luciani, y los testimonios de sus hermanos Edoardo y Antonia Luciani. Como ha ocurrido siempre con los grandes personajes biografiados, es imprescindible acudir al epistolario para seguir su trayectoria. Cristina Siccardi así lo hace.

El panorama que la autora del libro despliega no puede ser más humano. Se subrayan sus orígenes humildes. Un padre trabajador, obrero en distintas empresas, muchas veces lejos de casa, y una madre piadosa, preocupada cada día por el sustento y educación de sus hijos. Un paisaje campesino de la región del Véneto. Vemos al futuro Papa empleado en las tareas del campo, le acompañamos en sus lecturas y amistades. Impregnado del verde de su tierra y del blanco intenso de las nevadas invernales. Años de inquietudes formativas en el seminario de Belluno y, más tarde, siendo ya presbítero (1935), una larga etapa de formador y profesor de diversas ciencias filosóficas y teológicas. Son estas quizá las páginas más emotivas del libro.

Se subraya su afición por la literatura, que daría paso a colaboraciones posteriores en la revista Messaggero de Padua. Son famosas sus cartas dirigidas a personajes literarios u otros históricos, como Pinocho, Manzoni, Péguy, Dickens, etc., recogidas y traducidas posteriormente en Ilustrísimos señores. Cartas del patriarca de Venecia (BAC, Madrid, 1978).

Siccardi alude en su libro a los estudios superiores del futuro Papa y a la defensa de su tesis doctoral (1947) en la Universidad Gregoriana de Roma, sobre este tema: Origen del alma humana según Antonio Rosmini (p. 83).

Vía intermedia

Siccardi hace, sobre todo, referencia a sus visitas pastorales (pp. 111-112) como obispo de la Diócesis de Vittorio Veneto (de 1958 a 1969), además de aludir a sus silenciosas o poco relevantes participaciones en las sesiones del Concilio Vaticano II (tenía 50 años cuando se inauguró el Concilio). En un tiempo en el que los periodistas alineaban un poco frívolamente a los padres conciliares en progresistas o conservadores, a monseñor Luciani “se le acusó de ser un conservador, no atento al cambio y al progreso de la sociedad de los nuevos tiempos” (p. 119). Pero no es verdad: “Luciani se colocará siempre en una vía intermedia ideal entre innovadores y tradicionalistas” (p. 137).

En diciembre de 1969, fue nombrado por Pablo VI patriarca de Venecia. Fue grande su preocupación por la formación humana y teológica de sus sacerdotes.

En la posterior elección, como sucesor de san Pedro, tuvo que confrontarse con el inflexible cardenal Giuseppe Siri, de Génova. El segundo día del cónclave, después del cuarto escrutinio, con 101 votos a favor, se elevó sobre el cielo romano la esperada fumata blanca. Solo estuvo un mes en la sede de san Pedro. Salió elegido el 26 de agosto de 1978, y le encontraron muerto en su cama 33 días después, el 29 de septiembre.

¿Infarto de miocardio? Es lo que declaró el médico pontificio. Pero no está claro. No se le hizo autopsia. “Los errores, las contradicciones, las omisiones de la versión oficial y, sobre todo, el clima de la Italia de la época, inmersa en los misterios, en los casos sin resolver (…), favorecieron que surgieran, después de algunos meses, varias versiones alternativas, algunas de ellas inspiradas en teorías de complot o de conspiración” (pp. 216-217). Es cierto que –según Joaquín Navarro-Valls, médico y portavoz de Juan Pablo II– “tenía problemas de circulación, y es probable que la noche en cuestión sufriera una embolia pulmonar, por lo que la muerte fue instantánea”. Sin dolor.

Hay un monumento funerario en la basílica vaticana a León XI, papa Médici, que, como Luciani, solo estuvo un mes en el solio pontificio. La frase latina que, entre flores, esculpida en mármol, puede leerse a sus pies es esta: Sic florui” (Así floreció). Como las rosas que enseguida se marchitan, así floreció también el papado de Juan Pablo I, el “Papa de la sonrisa”. Un hombre fuerte y, como dice Siccardi, de fe robusta.

En el nº 2.996 de Vida Nueva

Actualizado
08/07/2016 | 00:27
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