Juan Espinoza Jiménez: “En el interior de la Iglesia existen aún bloqueos para un diálogo profundo”

Juan Espinoza Jiménez, obispo auxiliar de Morelia, México, y secretario general de CELAM

Secretario general del CELAM

Juan Espinoza Jiménez, obispo auxiliar de Morelia, México, y secretario general de CELAM

Entrevista con Juan Espinoza [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | Desde hace algo más de un año, a su tarea como obispo auxiliar de la diócesis mexicana de Morelia, se suma su servicio como secretario general del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). “Estoy asumiendo esta misión poco a poco, consciente precisamente de todo lo que exige este servicio nuevo que me han encomendado”, comenta Juan Espinoza Jiménez en entrevista con Vida Nueva.

PREGUNTA.- Tienen cuatro años por delante para afrontar importantes desafíos…

RESPUESTA.- Queremos aplicar el método de Aparecida –ver, juzgar y actuar–, teniendo en cuenta todos los avances del cuatrienio pasado. Estamos realizando un análisis más profundo de lo social para ver cuáles son los grandes desafíos para Latinoamérica y para la propia Iglesia. Queremos trabajar en el campo de la misión, ver cómo esta realidad que grita nos invita a ser discípulos de Jesús; no en el pesimismo, sino como un momento alegre y esperanzador. Queremos retomar la vivencia del encuentro con Jesucristo y con los hermanos, poniendo la Palabra de Dios en el centro en tanto que nos da vida. Eso requiere un trabajo personal y de comunidad para compartir esa Palabra, y un anuncio gozoso desde la Evangelii gaudium. Otro objetivo teológico se centraría en el “yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”, o lo que es lo mismo, la seguridad y la confianza de tener a Jesús siempre a nuestro lado. En definitiva, queremos responder a una pregunta: ¿dónde encontramos a Jesús? En la Palabra, en la Eucaristía, en la vida sacramental… Pero también en la calle, en los pobres, en los jóvenes, en la universidad… Él está con nosotros.

P.- Habla de “análisis optimista” de la realidad, cuando a la Iglesia se le acusa de tener una mirada catastrofista…

R.- Esta mirada alegre brota del magisterio de Francisco, que nos invita no a ser profetas de calamidades, sino profetas de amor y esperanza. Sí, hay sufrimientos que nos entristecen y cuestionan, pero analizarlos nos lleva a meditar sobre el propio misterio de Jesús: la cruz nunca está separada de la gloria, o mejor, la gloria nunca será sin la cruz. La mirada del discípulo le lleva a encontrar semillas de esperanza en medio de estos hechos dramáticos. Esa es la diferencia de ver solo lo negativo o pensar que solo nosotros tenemos la única palabra para juzgar. Me alegra cada vez que escucho al Papa decir que debemos ser una Iglesia en salida, que dialoga con el mundo de hoy. La Iglesia no tiene la primacía en condenar. Tenemos que anunciar el Evangelio como propuesta de libertad. La Iglesia ha de responder siendo puente para ir donde están quienes tienen una voz en la sociedad, para escucharles, hacerles partícipes de nuestras propuestas y buscar lugares comunes.

P.- ¿Por qué esta pedagogía del diálogo genera resistencias ad intra?

R.- Cuando Francisco se dirigió a los obispos de América Latina en 2013, les dijo que es conveniente que la Iglesia se renueve desde dentro. Es difícil, porque en el interior de la Iglesia también existen todavía muchos bloqueos para un diálogo profundo. Necesitamos conversión pastoral.

La importancia de Aparecida

P.- ¿Aparecida no se agota?

R.- Aparecida siempre va a ser el horizonte de nuestra Iglesia latinoamericana. Aparecida nos ha abierto un gran horizonte y nos ha ayudado a aplicar el Vaticano II.

P.- ¿La ‘Evangelii gaudium’ es una traducción de Aparecida para el resto del planeta?

R.- Si uno lee en profundidad el documento y repasa todo lo que ha dicho y escrito Francisco, está impregnado de Aparecida. Tiene las ideas muy claras.

P.- Con ideas claras, pero ¿no se mete Francisco en demasiados charcos a la vez?

R.- Él nos motiva diciendo: “Hagan lío”, porque él mismo está haciendo lío. Lo está haciendo bien, porque no es una manera agresiva de afrontarlo, sino bondadosa. A los obispos, sacerdotes, religiosas y laicos nos da muy duro. Pero precisamente eso es provocativo para los demás ambientes y estructuras de la sociedad: provocando a su Iglesia cuestiona también a los demás. ¿Que está tocando puntos difíciles? Sí, pero era necesario.

P.- Otro punto difícil: la familia, los divorciados…

R.- La familia es un tema transversal, polémico, porque despierta muchas sensibilidades. Hay quien llama a Francisco “el Papa de los separados”, porque siempre tiene una palabra para todos y lo hace con esa misericordia que nos pide para este año. Es portador de la bondad de un padre que contempla y se acerca a sus hijos con amor a pesar de que estén hundidos y caídos. La Iglesia nunca ha cerrado las puertas a quien vive situaciones difíciles, como los divorciados vueltos a casar. Pero, a veces, las interpretaciones de nosotros, los ministros, nos llevan a cerrar esas puertas. En otras ocasiones, la gente que vive estas situaciones se aísla, se siente juzgada o marginada por la Iglesia. La Iglesia es hoy la madre misericordiosa que los abraza.

P.- ¿Qué tiene que aprender la vieja Europa de la frescura de la Iglesia de América Latina?

R.- En Europa se cuenta con una fe muy teórica y fundamentada. Eso da una gran solidez a los planteamientos que realizan. Sin embargo, después está poco proyectada. Ahí es donde América tiene trabajo avanzado…

Con la BIA en el horizonte

Dentro del CELAM, además de la secretaría general, Juan Espinoza ha asumido la dirección del CEBITEPAL, el Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y el Caribe. “En la última Asamblea, se hizo una fuerte apuesta por reforzar la parte administrativa y por la formación. A ello dedicaremos parte de los esfuerzos en este cuatrienio”, explica el obispo auxiliar de Morelia. Con estas premisas está llamado a culminar la BIA, la Biblia de la Iglesia en América, después de la publicación del Nuevo Testamento de la BIA, que imprime y publica PPC.

En el nº 2.996 de Vida Nueva

 


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