Payaso Pastelito: cuando el templo es la carpa del circo

Tras actuar ante Francisco, este artista chileno cuenta cómo la fe articula su vida

Payaso Pastelito en el Vaticano

El artista chileno posa en la columnata de San Pedro

ÁLVARO DE JUANA | Solo con mirarle nacen sonrisas. Se llama Agustín Maluenda Ríos, aunque en Chile y en media América le conocen como el Payaso Pastelito. Es habitual de la televisión, pero sobre todo es popular por ser el propietario de El Circo de Pastelito y Tachuela Chico, en Santiago de Chile. Doce años tardó en reunir el dinero necesario para crear el espectáculo que hoy atrae a miles de personas, pero lo que no todos saben es que, detrás de su historia, se encuentra la fe.

Días atrás, el artista, que en 2014 fue distinguido en el Festival de Figueras como el mejor payaso del mundo, pudo actuar ante Francisco en el Vaticano durante el encuentro que el Papa dedicó a los artistas ambulantes en el Año de la Misericordia. “Soy de la séptima generación de artistas de circo en mi familia y es la primera vez que he ido al Vaticano”, relata a Vida Nueva.

“Soy un payaso musical y, junto a otros payasos, interpreté una melodía que a Francisco le gusta mucho, la Strada. Ha sido una experiencia hermosa, celestial. Lo que se siente en ese momento es inexplicable para todo católico y para la propia familia”. Ataviado con su característica peluca pelirroja y con la trompeta en la mano, decide mostrar a esta revista una parte de aquello que ha interpretado para el Pontífice. Después, con una sonrisa, recuerda que “mi padre estuvo también actuando ante Juan Pablo II. Le doy las gracias a Dios por la oportunidad”.

Todos sus espectáculos están impregnados de esta religiosidad, aunque “todavía parte del público no sabe que detrás de todo esto están nuestras creencias. Nosotros tratamos siempre de darlo a conocer, porque el artista de circo tiene una fe muy grande y es muy importante para nosotros, antes de un número que conlleve riesgo, hacer siempre una oración, rezar por ejemplo un Padrenuestro. Esto es algo que me transmitieron mis padres”.

Sin embargo, no todo en el circo es de color de rosa ni está lleno de serpentinas, globos y confetis. El artista asegura que, para un católico, “no es fácil vivir como lo hacemos, porque uno va de un lugar a otro. Por ejemplo, para hacer las catequesis de matrimonio, de bautizo… es muy complicado, pero últimamente la Iglesia ha puesto en consideración a varios sacerdotes que son de la pastoral circense en Chile, y el que está con nosotros es el padre Marcio. Esto permite a la gente nómada como nosotros poder llevar adelante nuestra fe y participar en la vida de la Iglesia”. “Es necesario ver –abunda– que la Iglesia también está en nuestro circo, y vivirlo en el corazón, en la propia casa de uno. Para nosotros el templo es el circo y Dios está siempre en él”.

 

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