Hombres nuevos para un mundo nuevo

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Participantes de uno de los cursos en los cuales se fue gestando el movimiento.

 

Memoria de una experiencia laical en Ocaña, Norte de Santader

El pliego de exigencias elevadas por el Movimiento Cívico y Popular de Ocaña durante su participación en el Paro Nororiental Colombiano llevado a cabo hace 30 años da cuenta de las principales necesidades en materia de educación, salud e infraestructura compartidas entonces por la mayoría de la población en la región. Paradójicamente, muchas de dichas necesidades fundamentales siguen sin recibir una respuesta eficaz por parte del Estado.

En medio de su riqueza natural y humana, la región de Ocaña carece de adecuadas vías de penetración; los derechos de los campesinos se vulneran diariamente al no poder acceder a condiciones de trabajo dignas, mientras dependen de intermediarios que acaparan sus cosechas. Durante décadas, la población civil ha sido víctima de la acción violenta de diversos grupos armados. Lejos de atender a las raíces del conflicto en esta región, sucesivos gobernantes desde el centro del país han promovido medidas militares pasando por alto muchas veces los reclamos de los movimientos sociales que hace años procuran mejores condiciones de vida para la gente.

Uno de dichos movimientos nació en el seno de la Iglesia Católica en 1972: Hombres nuevos para un mundo nuevo. Integrantes del movimiento de cursillos de cristiandad asociado a la pastoral social de la diócesis unieron fuerzas para promover la formación católica, social y política de las comunidades populares, haciendo suya la misión de Jesús de Nazaret. Era injusto que muchas personas no tuvieran cómo alimentarse adecuadamente y que la desnutrición infantil fuese en Ocaña y en los municipios circundantes uno de los problemas más graves. Era injusto que muchas personas no tuvieran garantías para acceder a servicios de salud ni a una vivienda digna y propia. Era injusto, a la vez, que no hubiese una educación pública adecuada. Esta serie de constataciones fueron apareciendo en la lectura de la realidad que acompañaba la lectura de la Biblia animada por integrantes del grupo.

Entre las acciones que Hombres nuevos para un mundo nuevo adelantó para hacer frente a la situación de la región se cuentan procesos educativos a través de Radio Catatumbo, la emisora diocesana. Igualmente, la creación de un semanario a través del cual se denunciaron irregularidades administrativas en detrimento de lo público.

Según recuerda Fernando Quintero Durán, cofundador del movimiento, “las comunidades fueron creciendo en su formación política y se fueron organizando para reclamar sus derechos”. En reacción a los problemas más sentidos aparecieron mecanismos como la creación de un fondo de ahorros y préstamos y de una tienda comunitaria con la que se quiso hacer frente a la especulación y al abuso de los intermediarios. El cooperativismo, incluso, permitió que habitantes de algunas veredas garantizaran con sus medios la electrificación de sus fincas.

Cuando a finales de 1975 cientos de familias se tomaron el cerro La Pelota exigiendo posibilidades de acceso a vivienda, Hombre nuevos para un mundo nuevo las apoyó. Tres barrios nacieron como resultado de un acuerdo entre las autoridades y los responsables de la movilización.

Con el tiempo, se acentuó el rechazo de algunos sectores de la clase política tradicional contra el movimiento. El obispo de la época canceló sus espacios radiales, expulsó a sus integrantes de la pastoral social y retiró de la diócesis a miembros de congregaciones religiosas que acompañaban el proceso de cursillos de cristiandad, en el seno del cual surgió la experiencia.

Hombres nuevos para un mundo nuevo continuó su labor. Como resultado de su convocatoria nació en 1985 el Movimiento Cívico y Popular de Ocaña. Como ha sido dicho, el ente participó en el Paro Nororiental Colombiano. Fruto de dicha acción, entre otras cosas, logró la remodelación y la ampliación del hospital, el plan maestro de acueducto y alcantarillado, el centro de acopio, la departamentalización del Instituto de Cultura y Bellas Artes, electrificación y telefonía rural, vías de penetración al campo, centros y puestos de salud para pueblos circunvecinos, así como dispensarios veredales.

No6No tardó en manifestarse la persecución contra el Movimiento Cívico y Popular. Las amenazas contra sus dirigentes y participantes se multiplicaron. Cuando en 1990 se llevó a cabo en Ocaña el Encuentro Nacional de Comunidades Eclesiales de Base, Hombres nuevos para un mundo nuevo, organizador de la actividad, ya había sufrido el desplazamiento y asesinato de algunos de sus miembros.

Durante la década de 1990 se radicalizó el paramilitarismo en la región, así como la acción de grupos guerrilleros. El 4 de septiembre de 1999, Miguel Ángel Quintero Durán, entonces director del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Ocaña y coordinador regional de las comunidades eclesiales de base, y su hermano, Fernando, fueron víctimas de un secuestro por parte de paramilitares. Por fortuna, lograron escapar de sus captores. Para salvar sus vidas, Miguel Ángel y Fernando se vieron obligados a abandonar su tierra y a buscar refugio junto a los suyos en otros países.

17 años después del hecho, los aportes del movimiento siguen vigentes, a pesar del revés que se impuso a sus conquistas. La suya fue la experiencia de una Iglesia en salida, inspirada en el ideal expresado en Hechos de los apóstoles, según el cual: “todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían”. El estudio de las causas de los principales problemas de la región de Ocaña y del Catatumbo, así como las acciones emprendidas, aún hoy señalan derroteros sobre el compromiso de los cristianos en la construcción de la paz territorial y el protagonismo que los laicos están llamados a asumir de manera profética.

Miguel Estupiñán

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