Contra el “principio Mateo”

frivolitos

El “principio Mateo” o “efecto Mateo” es como se conoce en sociología la polémica afirmación que aparece como conclusión de una de las más conocidas y utilizadas parábolas de Jesús: la “Parábola de los talentos”. “Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará”. O sea, al que tiene de sobra (el capitalista) se le dará más, y al que no tiene casi nada (el pobre) se le quitará lo poco que tiene; así funciona la economía capitalista.

La parábola ha sido manipulada y utilizada a lo largo de la historia para favorecer la lógica del statu quo, frente a la perspectiva revolucionaria de Jesús: su apuesta radical por los pobres y desposeídos frente a los ricos y poderosos. De esta manera, la oligarquía económica y política siempre ha querido hacerle decir a Jesús que los ricos serán los primeros en el Reino de los cielos, por ser los más espabilados, los que han sabido producir más las riquezas, frente a tanto pobre, inútil y holgazán.

Tal y como nos ha llegado, esta parábola no encaja bien en el Evangelio; más aún, me parece contradictoria con la perspectiva jesuánica. Una perspectiva que hoy podríamos llamar antisistema. El suyo es un proyecto liberador, subversivo del injusto orden establecido; que está claramente contra un sistema económico, social y político opresor, favorecedor de los poderosos a costa de los más pobres.

Por eso, he leído con sumo placer el magnífico libro de un biblista popular: Anibal Cañaveral, Siervos, talentos, usuras y resistencias. El campesino que complicó la parábola de los talentos (Ver reseña en VNC 127, p. 48). Su perspectiva es la de que el verdadero protagonista de la parábola no es ninguno de los dos siervos (esclavos, base de la economía romana) que multiplicaron la pequeña fortuna que les confió su amo; sino el tercer siervo, que, lejos de ser un holgazán, fue un hombre consciente de la injusticia de esos bienes, y que actúa como un resistente frente al sistema económico-político opresor, que roba a los pobres. Real ayer como hoy y aquí, en Colombia.

La principal culpa de la perversión de esta parábola de Jesús está precisamente en interpretar los talentos a lo largo de la historia cristiana de modo puramente alegórico, como los dones que Dios nos da; más que como una realidad económica (el talento como patrón monetario romano) basada en la injustica: los ricos son ricos porque acaparan y roban lo que pertenece a los pobres, como repetían los Santos Padres. De esta manera, se ha cerrado una perspectiva liberadora, crítica con el espíritu mercantilista y bancario acaparador; justificador de los intereses injustos. “El tercer siervo neutraliza los mecanismos que permiten las ganancias y los intereses para los señores”, dice Aníbal; se opone a la lógica de negocio, que aumenta la acumulación a costa del despojo de los pobres. Este siervo se niega a apoyar el sistema económico y comercial vigente, con su rentabilidad usurera: “asume una crítica radical y frontal contra el sistema, donde lo señores siegan sin sembrar y recogen sin esparcir”, como le dice este siervo al señor.

De este modo, el tercer siervo va contracorriente; viene a ser un verdadero resistente, un símbolo profético del Reino, que es justicia e igualdad. Porque el Señor “derriba de sus tronos a los poderosos y ensalza a los humildes”; y, contrariamente a la conclusión de la parábola que leíamos al comienzo: “colma de bienes a los hambrientos y a los ricos despide sin nada” (Lc 1, 52-53).

Victorino Pérez Prieto

Teólogo

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